Escribir en un hotel del sur
Seis escritores se alojaron en agosto en el Llao Llao, convocados por el editor Guido Indij y con el auspicio de adn. Cada uno debía escribir una historia de hotel. El libro saldrá en los próximos días
Acomienzos de otoño, recibimos una propuesta de Guido Indij, el director de la editorial Interzona. Quería que adn acompañara, auspiciara, promocionara y/o difundiera su proyecto de "residencia creativa". La fórmula era simple pero atractiva: consistía en reunir a un grupo de escritores en un lugar muy bello, alojarlos allí por unos días, alimentarlos y pasearlos a cambio de que cada uno escribiera algo. Un cuento, un ar-?tículo, un diario de viaje, poemas. El rango literario era completamente abierto, y el editor publicaría un libro con lo que cosechara al cabo de ese período de aislamiento. Un periodista acompañaría a los escritores, como testigo de la experiencia, y la revista cultural de La Nacion era la elegida. Dado que no existen razones humanas para dejar pasar una invitación como ésta, aceptamos.
Para la primera edición (habrá otras en los próximos años, aclaró Indij) el lugar sería el Llao Llao, en Bariloche, y la consigna, contar de un modo u otro historias que transcurrieran en un hotel. Cuando comenzamos a hablar, en abril, la simple mención de aquel rincón paradisíaco quebró las dudas que pudieran quedar sobre el destino de la empresa. La inspiración es un concepto siempre polémico, pero si la inspiración existe, tiene por fuerza que presentársele a uno mientras mira caer la nieve tras los cristales de una mansión de madera y piedra, en una loma que tiene por detrás la cordillera y por delante lagos de cuentos de hadas como el Nahuel Huapi y el Moreno.
Sonaba todo bien, incluso demasiado bien. El plan era viajar en agosto, en plena temporada turística de invierno. El hotel estaría repleto de esquiadores felices para quienes los escritores serían una atracción más. La alegría colectiva y la ausencia de conflicto podían malograrlo todo, ya que el clima festivo y la creatividad no siempre hacen pareja. Había que cambiar intimidad por ruido, pero era un riesgo que se podía correr sin miedo. Nadie podía imaginar que los escritores, el editor y el periodista estarían prácticamente solos en las inmensas salas del Llao Llao. Era imposible saber que a principios de junio entraría en actividad incontrolable el complejo volcánico Puyehue-Cordón del Caulle, que caerían muchísimas toneladas de cenizas sobre toda la región de los bosques, que se suspenderían los vuelos y que, por desgraciada consecuencia, la temporada patagónica de invierno fracasaría.
El viaje se hizo igual, aunque era lógico pensar, a fin de julio, que se suspendería. El seleccionado literario tuvo un precalentamiento de trescientos kilómetros por tierra, entre Esquel y Llao Llao, para probar la convivencia obligatoria de los días siguientes. Cuando llegaron al hotel desierto, ya sabían que, al menos en el aspecto humano, aquello no sería un mal programa.
Ahora que el libro está a punto de llegar a las librerías se pueden ver las ventajas de los conjuntos variados, ricos en diferencias y matices. Con tantos meses de preparativos y tantos accidentes naturales, era lógico que hubiera alzas y bajas respecto de la nómina inicial. Finalmente quedaron Arturo Carrera, Sergio Chejfec, Robertita Superstar, Gustavo Nielsen, Ariel Magnus y Edgardo González Amer. Por adn fue Pedro B. Rey, subeditor de la revista. Al regreso contó que para motivar al grupo, Indij hizo que proyectaran una noche la clásica película de Stanley Kubrick El resplandor, en la que Jack Nicholson sucumbe a la locura y a la furia asesina en un hotel de lujo.
Los días transcurrían entre lo público y lo privado. Encerrados en sus habitaciones, los escritores esbozaban los textos que redondearían más tarde, al regresar del viaje. Más tarde o más temprano se encontraban en los pasillos, participaban de mesas redondas sobre literatura, eran llevados a pasear por un Circuito Chico con nieve fresca sobre las cenizas, iban a donar libros a instituciones benéficas, en el centro. Sobre todo, cenaban juntos. Una noche, Nielsen amasó fideos para sus compañeros. Parece que nunca falla en esa especialidad. Otra noche, mientras comían, alguien, todavía impresionado por el film, le preguntó a la administradora si había habido historias trágicas en el Llao Llao, historias que igualaran en efecto dramático la que tenía para contar uno de los del grupo. En su pasado de hotelero, González Amer había sido testigo en su establecimiento de Cariló de un doble suicidio, un episodio nunca del todo esclarecido.
Uno por uno
Edgardo González Amer es también director de cine. Es porteño, nació en 1955 y se destaca como cuentista (El probador de muñecas) y novelista (Danza de los torturados, La mujer perfecta). El relato que concibió en Llao Llao se llama "Huésped de ningún lugar" y tiene que ver con la muerte de un padre, con el destino de sus cenizas y con un hotel que el protagonista recibe como herencia:
Los primeros momentos fueron incómodos porque, más allá de que yo era el dueño del lugar, Marcelo lo habitaba desde hacía tres años. El hotel era su casa y su lugar de trabajo. No puso en duda mis derechos, pero tampoco se entregó a mis órdenes. En cuanto nos acomodamos en nuestras habitaciones se lo dije a Ana.
–¿Y qué se supone que ibas a ordenarle, tarado?
–No sé, pero me hizo sentir incómodo...
Ariel Magnus tiene sólo 36 años y una carrera con proyección internacional desde que ganó el premio La Otra Orilla con su novela Un chino en bicicleta, en 2007. Desde ese éxito escribió bastante: Cartas a mi vecina de arriba, Ganar es de perdedores y La cuadratura de la redondez, entre otros. El humor es un ingrediente típico en la obra de Magnus. Su cuento barilochense se titula "El conserje". Dice allí:
Llamó a su madre para decirle que había llegado bien y regresó a la terraza del hotel, donde siguió practicando una de las cuatro actividades que le conocíamos de sus vacaciones, aparte del juego, la lectura y el pescado. Se dejó asar con método, cambiando cada media hora de postura como quien busca el sueño la noche previa a un viaje.
Robertita Superstar, o simplemente Robertita, es una ilustradora y arquitecta de 35 años cuya celebridad se debe, sobre todo, al blog Treintañera, que mantiene desde 2006. Su aporte para las Historias de hotel tiene el lenguaje fragmentario y coloquial popios de Internet y la era virtual. Se llama "Poner título" y éste es el tono:
Seguro estoy en crisis por lo de los 30 años, que es una mierda tener 30 años porque ya después viene que te hacés vieja y después ya te morís. No me quiero morir. Vamos a la habitación. Lo miro. Se tira en la cama y rebota. Mueve los dedos de los pies. No me gusta que haga eso con los dedos. ¿Me gusta? Sí, lo amo, lo amo. Boluda, lo amás, estás enamorada. Es el padre de los hijos que van a tener.
Sergio Chejfec, un porteño de 55 años que vive desde hace seis en Nueva York, es el autor de "El seguidor de la nieve", el cuento más concentrado y de clima narrativo más intenso:
Al principio, los copos son volutas que parecen materia olvidada, partículas de sedimentos arrastrados desde los techos o los árboles. En el comienzo no es nieve, piensa. Las formas van aumentando poco a poco en volumen y, sobre todo, en frecuencia; y cuando uno quiere precisar el verdadero comienzo del fenómeno advierte que en realidad ya asiste al hecho consumado y, digamos, en pleno desarrollo. Entonces el seguidor se olvida de atender al comienzo y entra en un estado similar al de abandono: sólo quiere observar y perder la mirada en la malla blanca.
Gustavo Nielsen es arquitecto además de escritor. A los 49 años, acumula una buena cantidad de premios literarios por libros como Playa quemada, El corazón de Doli, La flor azteca y La otra playa. "Hotel Nouvelle", lo que escribió en esta residencia creativa, es el texto que mejor se ajusta a la consigna. Desde la planta baja hasta el tercer piso, cuenta las cosas que ocurren, que se dicen y se piensan en cada habitación. Hay toques de poesía. En el "libro de quejas" se anota, por ejemplo: "Los sueños de este hotel no tienen renovación". Y también bastante ironía:
Habitación 108. Él toca la batería hasta las cinco de la mañana. Ella se acuesta a descansar hasta esa hora, sin escucharlo. Entonces se levanta para ir a su trabajo. Hace ruido con los pies, agita las puertas de los placares, roza la vajilla al lavarla, con la radio puesta a todo volumen. Él tampoco la escucha. Nosotros, los vecinos, sufrimos.
El poeta, ensayista y traductor Arturo Carrera nació en Pringles en 1948 y fue traducido a varios idiomas. Reproducimos en estas páginas un fragmento bastante extenso del texto que escribió en Bariloche. El título es, precisamente, "Llao Llao", y narra con lirismo y humor toda la empresa imaginada por Indij y llevada adelante con fortuna, contra viento y cenizas.
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