Escribir con luz: la fotografía revela su magia con arcoíris nocturnos, plantas con ojos y un basurero-cámara
En tiempos en que los teléfonos permiten registrarlo todo, minuto a minuto, una muestra en el CCK propone recuperar el asombro con un regreso a “los conceptos elementales de la fotografía”
- 5 minutos de lectura'
Una lata de gaseosa, un container de basura, un telescopio e incluso la habitación a oscuras de un edificio, con un haz de luz que atraviesa la ventana: todo eso puede convertirse en una cámara fotográfica. Así lo demuestra una exposición curada por Francisco Medail, con obras de más de veinte artistas emergentes y consagrados, que se puede ver hasta fin de año en el CCK. En el principio fue la magia propone “un retorno a los conceptos elementales de la fotografía” en tiempos en que los teléfonos permiten registrarlo todo, minuto a minuto.
A Daniel Tubío, en cambio, le tomó meses capturar cada una de las imágenes exhibidas. En distintos lugares –desde Avellaneda y Saavedra hasta Sarandí o el Delta de Tigre, e incluso en un kiosco ubicado frente al antiguo Palacio de Correos– ubicó latas con un pequeño agujero y papel fotosensible en su interior. Las convirtió así en cámaras estenopeicas, sin lentes, que le permitieron crear solarigrafias: fotografías sin intervención de procesos químicos, en las que se registra el recorrido visible del sol durante tiempos prolongados. Luego escaneó y procesó los negativos en forma digital, para lograr imágenes que parecen arcoíris nocturnos.
Una operación similar realizó el colectivo Bazofia con un contenedor de basura, al que transformó con un orificio en “un instrumento de expresión”. En distintos puntos de Buenos Aires, Rodrigo Agüero Zubiaurri, Natacha Ebers y Rocío Pilar Mendez Brisighelli capturaron la actividad de personajes anónimos y la dinámica de la ciudad.
Más lejos aún llegó Medail, al convertir en cámara oscura para esta muestra una habitación entera del CCK: el hilo de luz que entra durante el día por la ventana, cubierta por una lámina de metal, permite que se refleje sobre la pared de forma invertida el edificio ubicado en la vereda de enfrente, sobre la Avenida Leandro N. Alem. “Se trata del primer sistema óptico observado en la historia de la humanidad”, explica el curador.
Un proceso inverso inspiró a Facundo de Zuviría durante la pandemia. En lugar de crear cámaras oscuras, colocó bajo el sol en su balcón libros de su biblioteca sobre hojas de papel emulsionado. Después de algunos minutos, cada ejemplar dejaba una “sombra” blanca, rodeada por un marco color azul de Prusia. Esos cianotipos, además estar representados en esta muestra, protagonizaron otra hasta ayer en el Museo Nacional de Bellas Artes. Allí se presentó, semanas atrás, un libro que reúne casi medio centenar de esos originales recuerdos de la cuarentena.
“El cianotipo es una de primeras formas de la fotografía y, de hecho, materializa con exactitud su definición etimológica: photo (luz) y graphos (escritura): escrito con luz”, recuerda De Zuviría. Esta técnica, agrega, “fue creada por John Frederick William Herschel en Inglaterra a comienzos de la década de 1840, y desarrollada por Anna Atkins para registrar las especies de algas que se encontraban en la costa inglesa. Atkins compiló y editó estas imágenes en un álbum que llamó British Algae (1843), hoy considerado el primer fotolibro del que se tiene noticia”.
Los vegetales, incluso, pueden convertirse en soporte de imágenes. Sus pigmentos y su sensibilidad a la luz le sirvieron a Fede Ruiz Santaesteban para crear las Revelaciones del jardín mágico: mediante la técnica de la antiotipia, logró que aparecieran misteriosas miradas en una gran variedad de hojas. Recuerdan a las que Graciela Sacco, maestra de la heliografía, imprimió sobre calcomanías que distribuyó y pegó en los rincones de Venecia durante la bienal de 2001.
El mismo procedimiento fue usado por Célica Véliz en su serie Superficies sensibles, solo que en su caso apeló a pigmentos de remolacha, cúrcuma, espirulina y pimentón. Esas tintas le permitieron imprimir en distintos colores un retrato de su abuela, realizado por su abuelo en su casa del barrio de Agronomía en la década de 1950.
En lugar de indagar en las raíces del árbol familiar, Giovana Zuccarino miró hacia el cielo: las obras que exhibe pertenecen a una serie de fotografías de la Luna tomadas a través del telescopio ecuatorial Gautier, de 1882, con una cámara de placas que adjuntó al dispositivo y la técnica colodión húmedo –una especie de barniz que se vierte sobre el vidrio–, cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX.
Mucho más contemporánea es la cámara diseñada por Esteban Pastorino que permite exponer la película en forma continua sin cortes, mientras rota sobre sí misma. Montada sobre el techo de un auto que recorrió Parque Patricios en 2009, capturó una imagen distorsionada y continua del barrio. Lo que se exhiben son los negativos de ese paisaje circular de la serie Panorámicas, que causó sensación al ser exhibida por la galería Del Infinito en arteba y Pinta BAphoto.
No menos sensación provocarán a los visitantes de esta exposición las series de alto contenido erótico realizadas por Natacha Ebers. La artista apeló a su propio cuerpo desnudo y a variados dispositivos fotográficos que funcionan “como mirarse al espejo”. “Son un acto íntimo y ansioso de deseo -apunta el texto de sala-, que arde como la luz solar quemando al papel fotosensible”. Muy distintos son los retratos en blanco y negro iluminados a contraluz por Rosana Schoijett, que evocan siluetas victorianas recortadas a mano.
“¿Puede acaso la fotografía volver a sorprendernos?”, se pregunta el curador. Y agrega que, “si la capacidad de asombro de algo es inversamente proporcional a su aparición cotidiana, se vuelve necesario tomar distancia del aturdimiento posfotográfico en el que vivimos. Alejarse de la hipermediatización visual, retornar a los orígenes de su invención para buscar allí un nuevo modo de acercamiento a estos objetos”.
Para agendar:
En el principio fue la magia en el CCK (Sarmiento 151), hasta el 22 de diciembre. De miércoles a domingos, de 14 a 20, con entrada gratis.