Esa práctica del pasado llamada censura que abolió Internet
En 1982 presidía el país el general Galtieri y estábamos en guerra con Gran Bretaña por las Malvinas. En ese contexto dictatorial, la única forma de hablar en público sobre la censura era aludir a ella irónicamente. Juan Carlos Baglietto cantaba, por ejemplo, su canción "La censura no existe, mi amor", en la que cada vez que repetía la frase del título se iba perdiendo una palabra hasta terminar en completo silencio. En 1982 la censura existía.
La censura era una práctica universal. Más terrible y salvaje (y hasta ridícula) durante las dictaduras, pero también ejercida por los gobiernos constitucionales. En diciembre de 1973, Juan Domingo Perón, que acababa de asumir su tercer mandato presidencial, logrado en elecciones libres en las que obtuvo el 65% de los votos, emitió un decreto por el que prohibió la venta y circulación de cientos de libros, desde Pubis angelical, de Manuel Puig, hasta "La guerra de las republiquetas" (capítulo de la Historia de Manuel Belgrano), de Bartolomé Mitre.
La censura es una práctica que existió durante milenios mientras los contenidos artísticos o intelectuales tenían solamente un soporte material. Mientras sólo hubo libros en papel, films sobre celuloide, fotografías sobre gelatina o grabaciones en discos de vinilo fue posible cortar la circulación y difusión de esas obras. Pero desde la aparición de Internet y la creación del mundo virtual, se ha vuelto tan difícil censurar que hoy es prácticamente imposible.
Aún no somos capaces de percibir todas las consecuencias de dos hechos capitales que están cambiando nuestra cultura (desde la vida cotidiana hasta la producción científica): hoy vivimos en dos mundos a la vez (el virtual y el material), y el mundo virtual tiene leyes completamente diferentes al de los átomos. Si en el mundo material tomamos un libro de una pila y nos lo llevamos, queda un libro menos. Pero en el mundo virtual podemos bajar mil millones de copias digitales de un libro y seguirán quedando disponibles infinitas copias.
Hemos visto que los manifestantes de la "primavera árabe" lograron convocar marchas a través de Twitter a pesar del apagón de Internet que intentaban los gobiernos. Incluso, "denunciar" censura en una red social hoy funciona como un elemento de marketing: el texto o la imagen "censurada" logra inmediatamente más difusión que antes de ser "prohibida".
Este efecto paradójico de la "censura" en Internet es lo que se conoce como Efecto Streisand: en 2003 Barbra Streisand denunció al fotógrafo Kenneth Adelman y a la página de fotografías pictopia.com por 50.000.000 de dólares, exigiendo que se retirase una foto aérea de su casa de una publicidad que contenía imágenes de la costa de California, alegando su derecho a la privacidad. Logró el efecto contrario: una foto que había tenido una difusión muy pequeña fue vista por millones de curiosos y hoy ilustra el artículo de Wikipedia sobre el Efecto Streisand.
Ahora que, gracias al mundo virtual, podemos decirlo todo (aunque muchos sigan siendo escépticos al respecto), ¿nos damos cuenta de que ya vivimos en un mundo en el que no se nos puede censurar? ¿Qué haremos con tanta libertad?
El autor es crítico cultural
@rayovirtual