Esa inquietante trivialidad
SI ME NECESITAS, LLAMAME Por Raymond Carver-(Anagrama)-Trad.: B. Gómez Ibañez-127 páginas-($ 12)
El norteamericano Raymond Carver (1939-1988) fue el más importante representante del realismo sucio, una corriente literaria que se desarrolló en la década de 1980 y prosiguió en la de 1990 en el ámbito de la prosa anglófona. El concepto fue creado en 1982 por Bill Buford, director de la revista británica Granta , y tuvo aceptación en Europa aunque no tanto en los Estados Unidos, donde la corriente se asimiló al minimalismo y también agrupó, eclécticamente, a Richard Ford, Tobías Wolff y Bobbie Ann Mason.
El realismo sucio desnuda el consumismo definitiva y patéticamente inoculado en la vida cotidiana del americano medio, cuyos intereses se funden en la inmediatez del ocio televisivo, el relativo confort y la comida. Carver es el que mejor estiliza esa crítica al narrar historias de gente común en tránsito de un cambio forzado o inesperado, en la situación inestable de tender a una aparente superación que rara vez se alcanza. Los alcohólicos intentan dejar la bebida, las parejas en conflicto pretenden esquivar la disolución, los desahuciados se empeñan en encontrar un sentido vital. En sus magníficas colecciones de relatos, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? , Catedral, De qué hablamos cuando hablamos de amor, deslumbran su estilo seco, cortante, con un habla reducida a su más directo laconismo, y la propuesta de un universo ficcional de lograda coherencia interna, donde el abrumador significado de lo expuesto surge abrupto y sin artificios de mediación. El cambio de las situaciones es muy leve, pero lo suficientemente contundente como para reponer desde la lectura una pequeña lógica para los finales escuetos, fríos, casi inacabados.
Se ha repetido que los aciertos del "efecto Carver" se deben a las correcciones de uno de sus editores, Gordon Lish, pero la aspereza radical con la que Carver pinta la desazón del american way of life no es el producto de un simple cercenamiento textual, sino de una inteligente y meditada estrategia narrativa que entrama sutilmente la acción no desde la cronología fáctica sino desde la tácita significación de lo incidental o lo trivial, minuciosamente matizada, en una astuta reelaboración tanto de la técnica del iceberg , que impuso oportunamente Hemingway, como de la precisa brevedad del haiku.
A mediados de la década de 1970 Carver se enamora de la poeta Tess Gallagher y empieza a dejar el alcohol. En esa época comienza su carrera de cuentista brillante, que culmina -como sus cuentos- abruptamente con su muerte, cuando ya tenía internacionalmente un lugar indiscutido como maestro. Los relatos que Anagrama publica en español, Si me necesitas, llámame , fueron hallados en la casa de Carver, en Washington, y entre los documentos de la colección William Chavart de la biblioteca de la Universidad de Ohio. Retocados por Gallagher y los editores Jay Woodruff y Gary Fiskejton para mantener el estilo del autor, fueron publicados en las revistas Granta y Esquire antes de aparecer en este volumen.
El impacto carveriano está intacto en estos cuentos. También el carácter elíptico y fragmentario de sus ficciones: ese territorio de inquietante trivialidad, de ambiciones inexpresadas, de engañoso despojamiento sentimental. El destino individual, una vez más, se sumerge en el marasmo de la fragilidad, la desdicha y la incomunicación.
Así, el libro propone un inesperado y gratificador reencuentro con lo esencial del escritor norteamericano y, además, ofrece dos sorpresas: la hebra autobiográfica que puede leerse en "Leña" y en "Si me necesitas, llámame", y el buceo psicológico de "Vándalos". En los dos primeros, la frustración del matrimonio roto se une a la conocida angustia carveriana ante los cambios que trazan una frontera entre el presente y el futuro. Pero el parco desarrollo anímico de los protagonistas está signado por la crisis de la escritura, la parálisis creativa -un ahogo más hondo que la automatización de la existencia- que se perfila como un sentido añadido al hastío consumista o el pertinaz alcoholismo.
"Leña" recorre el íntimo (y prolongado) instante de la asunción de una imposibilidad de cambio. Un hombre descubre el goce de llevar a cabo una tarea física -apilar leña- y con ello ocupa momentáneamente la sórdida ausencia de imaginación y de amor. El imprevisto "leñador" nunca avanzará más allá de la primera frase de su soñada novela: "El vacío es el principio de todas las cosas...". "Vándalos" combina el conocido estilo seco del autor con trazos psicológicos para narrar un hecho violento desde una perspectiva externa subjetivizada. El espanto de la realidad golpea duro como en tantos de sus cuentos, pero la rispidez surge ahora de un caudal narrativo en el que se percibe un tono más lastimero, casi emotivo, sin llegar nunca a desarmar el gélido muro de contención respecto del mundo interior que caracteriza a Carver.
El verdadero plato fuerte es "Si me necesitas, llámame", un relato de espléndida factura que recupera su celebrado cuento "Caballos en la niebla" y que, con mínimos recursos, hace vibrar al lector por la notable dimensión expresiva de las imágenes y de las percepciones agónicas del protagonista ante la inminencia de la definitiva pérdida de lo mejor de sí mismo, su pequeña y olvidada capacidad de amar con autenticidad. Simplemente, con algunos pensamientos puestos en bastardilla y la visión ensoñada de los caballos pastando en efímera libertad, ofrenda una intensidad narrativa de exquisita y filosa belleza.
Con Si me necesitas, llámame recuperamos la voz inigualable de un gigante del relato. Volvemos a leer la precisión del detalle local que Carver trabajó en sus ámbitos de monotonía geográfica y anímica, situados en Alabama, Kentucky, Oregon; volvemos a apreciar la sosegada desesperación de seres que agonizan sin saberlo; volvemos a saborear la amarga inestabilidad de todo lo que parecía sólido pero nunca lo fue. Sus páginas magistrales renuevan la dolorosa conciencia de cuánto perdimos al perder a Raymond Carver.