¿Es un robot? Vuelve a la Argentina la artista que flotó en el aire durante días en Art Basel
María José Arjona participa en la Bienal de Performance; en 2019 había presentado otra en arteba
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“Es un robot”, escuchó decir a alguien del público, que no podía creer lo que veía: una mujer recostada de espaldas sobre una silla, suspendida en el aire a más de dos metros sobre el piso, que comenzaba a moverse. “No, es de verdad, es humana”, le respondieron. Luego se sumaron otros. “Es un robot –concluyó otra voz-. Y si viene con el robot, es la obra más costosa de toda la feria”.
Tras oír esos comentarios mientras miraba al techo en Art Basel Miami Beach, María José Arjona comenzó a repetir movimientos “casi como una máquina”. A medida que pasaban los días, durante los cuales se mantenía seis horas en esa posición, los desestructuró. “Era una cosa más fluida, menos rígida en los movimientos. Y cuando volvió el señor, dijo: ‘Dios mío, es una persona’”, recuerda ahora la artista colombiana desde Nueva York en diálogo con LA NACION, antes de viajar a Buenos Aires para participar de la Bienal de Performance.
“En ese momento todo el mundo cayó en cuenta de que el cuerpo es esto tan increíble que desdobla narrativas y el imaginario sobre un millón de cosas –agregó-. Eso solamente lo puede hacer uno con el tiempo. Esa obra solamente es obra por su temporalidad: si alguien se sube a esa silla durante una hora, no pasa nada. Otra cosa muy distinta es cuando alguien se sube, y el espectador empieza a darse cuenta de que hay dificultades cuando sometemos a un cuerpo a ciertos espacios. Y entonces empieza a adquirir un lugar muy político”.
En aquella edición de la feria de arte más importante del mundo, cuando las principales galerías regresaban al mercado presencial con sus mejores piezas tras la pandemia, el protocolo para recrear esa performance fue vendido por la galería argentina Rolf Art a Luis Javier Castro, destacado coleccionista de Costa Rica que pagó por ella más de 40.000 dólares. “Con Flor [Giordana Braun, la galerista] tuvimos un gran acierto, que fue ubicar algo muy pequeño en relación a la escala de trabajos muy grandes, pero atender que con el tiempo estas obras tienen la capacidad de proliferar en el espacio de una manera muy impresionante”.
El hecho de que algo inmaterial haya llamado la atención en un encuentro con “una necesidad muy grande del objeto” se debe, según ella, al vínculo que establece con el espectador. “Yo creo mucho en los procesos –explicó-. Creo que el tiempo en una feria es algo que la gente paga: por hora, por segundo. Y como yo tenía todo ese tiempo, la obra crece. Y la relación con el espectador crece. La temporalidad de las cosas tiene una gran potencia. Una obra de larga duración genera una serie de relaciones con el público que están mucho más allá de la relación estética”.
La relación con el público argentino de esta artista nacida en Bogotá en 1973, que reactivó tres performances de Marina Abramovic para su retrospectiva en el MoMA en 2010, tuvo un comienzo memorable. Línea de vida se tituló la performance que presentó en la edición de arteba de 2019, curada por Teresa Riccardi en La Rural, que demandaba arrastrarse todos los días debajo de 2065 botellas colgadas del techo por hilos amarillos, a una altura muy cercana al piso. Al tocar el vidrio con las manos, sus movimientos generaban un sonido que evocaba el del mar.
“Yo siempre parto de una experiencia con los elementos del lugar al que me invitan –había dicho en 2016 en una entrevista con el sitio Paralaje.xyz sobre ese trabajo, concebido en Galápagos-. No soy una persona de mar. Reconozco sus fuerzas, su profundidad, el peligro en su inmensa belleza. Cuando me propusieron esta residencia quise entonces vencer el miedo que me producen las islas, el estar lejos de la tierra continental (soy un animal de bosque). Así que traté de llegar despojada de ideas o conceptos previos y dispuesta a ser receptora de la fuerza del océano que obviamente me obligaba a dejar el miedo a un lado”.
Su inminente regreso a la escena porteña volverá a traer esa experiencia en el marco de la muestra El cuerpo como archivo, que se inaugurará el 27 de este mes en Rolf Art. Incluirá además registros de la performance de Art Basel Miami Beach y de su participación en la actual edición de la Bienal de Performance con una acción titulada Aquello que transcurre fuera de lo perceptible.
Fiel a su estilo de apelar al tiempo para potenciar el efecto, la presentará en tres fases. La primera, titulada La aparición, será el martes próximo sin público, en Nos en Vera (Vera 1350). La segunda, La ruina, tendrá lugar al día siguiente en ese espacio, de 16 a 22, con entrada gratis hasta agotar la capacidad del espacio. Y la tercera, La revelación, consistirá en una conversación y acción participativa, también allí, el jueves a las 18. El viernes 23 a la misma hora, además, habrá un encuentro con el público en el Malba, con inscripción previa a partir de mañana.
En la primera acción a solas, anticipó, dejará “unos trazos” vinculados con otra performance realizada el año pasado en el Macba de Barcelona en homenaje a María Teresa Hincapié, fallecida en 2008, que fue una de las más destacadas artistas de performance de Colombia. “Quedan unos vestigios que van a permitir entender a los espectadores que entran al otro día que ya pasó algo –explica-. Este estado de algo que ya pasó pero que sigue sugiriendo que puede pasar algo más es lo que potencialmente me interesa.”
Cuando el público ingrese a la sala el miércoles, comenzará a funcionar lo que ella llama “otra capa del archivo”: la documentación de sus trabajos desde 2012 hasta ahora se presentarán dentro de una “narrativa de viaje”. Es decir, los viajes que ocurrieron entre una obra y otra. “Yo soy un poco nómada –agrega- y mucho de mi trabajo ocurre mientras viajo. Se plantean las preguntas, estoy confrontada por situaciones que no son normalmente las que tengo que encarar en Colombia, me encuentro con personas que hablan otro idioma y tienen otras problemáticas, y que plantean el cuerpo desde otro lugar”.
Entre paisajes proyectados sobre cortinas que dividen el espacio, se reactivarán las ruinas del día anterior. Entre esas ruinas, tal como hizo Christian Marclay el año pasado durante su visita a la Argentina, habrá materiales provenientes de diferentes lugares de Buenos Aires, como sillas y cosas que la gente desecha porque “ya no sirven”. “Sirven como archivo material de algo que pasó –explica- y que no necesariamente vimos. Ya no es una silla, y puede que se convierta en otra cosa, y eso presenta la oportunidad de pensar en algo diferente”.
Durante esas horas, el cuerpo de Arjona reactivará su propia historia de “pasos, técnicas y estrategias” aprendidas durante un cuarto de siglo de otros artistas como Abramovic, Hincapié, Meg Stuart y Ralph Lemon. “Siempre transpiran entre mis trabajos”, reconoce en referencia a los maestros que dejaron sus huellas en ese “archivo vivo”.
Tan vivo que el video que se verá el tercer día incluirá los registros de las acciones de los dos días anteriores. “Todas estas concepciones de temporalidades de la misma acción responden a la fascinación que tengo en este momento por volver a poblar archivos que parecían ser muy rígidos y obedecen a narrativas simplemente de documentación, para volverlas otra cosa. Yo hablo de reforestar el archivo; me interesa mucho ese lugar metafórico y mitológico de la selva. De traer nuevas especies, nuevos contenidos conceptuales que permiten el nacimiento de otra cosa”.
Para agendar:
Aquello que transcurre fuera de lo perceptible, performance de María José Arjona en la Bienal de Performance. La ruina: miércoles 21 de febrero, en Nos en Vera (Vera 1350), de 16 a 22. La revelación, jueves 22 de febrero en Nos en Vera, a las 18. Encuentro con el público en el Malba (Av. Presidente Figueroa Alcorta 3415), con inscripción previa a partir del viernes 16, el viernes 23 a las 18
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