Es prioridad formar a los docentes que ya dictan clases
La capacitación de los maestros es una herramienta vital
Las reformas en la formación docente suelen ser un renglón infaltable en las propuestas para mejorar la educación argentina.
Los análisis sobre la crisis educacional contienen con frecuencia una evaluación crítica de lo que maestros y profesores saben acerca de sus disciplinas y de los modos de llevar adelante la enseñanza en las complejas condiciones del presente. De allí que los cambios en la formación docente se planteen como estrategia central para mejorar la educación.
Sin embargo, es necesario revisar estos planteos. En nuestro país, las políticas educacionales de los noventa incluyeron fuertes reformas en la formación docente, que se centraron sobre todo en la formación inicial: los institutos nacionales fueron transferidos a las provincias, se trabajó para superar problemas estructurales de los planes de formación (como la escasez de experiencias en el terreno de la práctica) y se llevó adelante la acreditación de las instituciones formadoras.
Se organizó, además, una red federal para coordinar la capacitación y se impulsó un proceso autodenominado de reconversión de los docentes en circuitos de capacitación por nivel.
Los análisis mostraban ya problemas serios en el sentido político y en las estrategias concretas de estas reformas, en especial en la acreditación institucional y en la llamada reconversión.
La evaluación presente muestra que no se ha producido el esperado fortalecimiento institucional del sistema formador.
Todavía es necesario trabajar para hacer posible una cultura profesional compartida por los formadores, promover formas cada vez más abiertas y autónomas de relación con el saber y con la producción cultural, asumir el problema de la escasa investigación específica sobre la enseñanza, y generar vinculaciones entre las escuelas y los institutos que coloquen los problemas de las escuelas como problemas de la formación.
Sin desalentar cambios en la formación inicial, lo que debe fortalecerse sustantivamente es la formación posterior y su vinculación con la carrera docente.
Las trayectorias laborales de los docentes revelan dos fenómenos característicos: muchos trabajan pocos años (mientras estudian otra carrera, hasta que dejan de trabajar), y muchos otros desarrollan una trayectoria laboral completa, desempeñándose en el sistema educativo durante varias décadas. Es en ellos en quienes debe centrarse la formación postinicial, mediante trayectos de formación que, como mínimo, acompañen y en lo posible promuevan, los diversos cambios en la trayectoria laboral.
Lejos de "reconvertir" a los docentes, se trata de apoyar su desempeño y de promover diversas formas de ejercicio de la función docente a lo largo de la carrera.
Un maestro de grado que pasa a trabajar como maestro de área; una directora que coordina el primer ciclo de su escuela; un profesor de música que es elegido para coordinar su departamento; otra de biología que se convierte en tutora de una división de secundaria, requieren formación específica, actualizada y centrada en los problemas de la práctica profesional.
Capacitar en la escuela
El diseño histórico del sistema formador no está pensado para acompañar estos cambios: promueve el ascenso en el escalafón, a través de los cursos que son requisito para desempeñar cargos directivos, pero no los otros cambios, que son los que experimenta la mayoría de los docentes.
La capacitación centrada en la escuela, la capacitación ligada a la experimentación de cambios curriculares, los postítulos que especializan a los docentes en determinados aspectos de su función o actualizan su formación inicial, son las propuestas que deben ser incrementadas y fortalecidas en los próximos años.
De cualquier modo, no se trata de producir acciones sobre aspectos parciales sino de avanzar progresivamente sobre múltiples dimensiones de la formación docente.
Los nuevos escenarios sociales y políticos, el estallido de la teoría pedagógica, la crítica a la racionalidad moderna, inhabilitan cualquier pretensión de resolver de manera simple el problema de la educación.
La década pasada acumula ejemplos de enfoques parciales del problema de la formación: transformar los planes de estudio sin afectar la organización de la institución formadora, definir requisitos para acreditar a las instituciones sin modificar las condiciones institucionales, ni las modalidades de acceso al cargo y de trabajo de quienes forman a los docentes; acciones de capacitación a las que asisten los docentes en solitario y que no afectan su trabajo en la escuela ni atienden los problemas de la escuela como tal.
Desde luego, establecer prioridades es necesario, pero no a costa de la desconsideración del conjunto de los problemas.