¿Es posible imaginar una gestión creativa?
Hace 115 años murieron Oscar Wilde y Friedrich Nietzsche. Son dos de los principales fundadores del pensamiento contemporáneo. Ambos plantearon, décadas antes de las vanguardias, muchas de las cuestiones que comenzaron a pensarse después de los 60 y que nos parecen actuales incluso ahora, después de la masificación de Internet.
Los grandes artistas trazan mapas de futuro. Como el albatros del poema de Charles Baudelaire, los poetas parecen torpes, debido a sus grandes alas, cuando tienen que caminar entre la gente, pero se ven majestuosos cuando alzan vuelo: solo el cielo es su límite.
Al contrario de los artistas, los funcionarios tienen que tener los pies muy firmes sobre la tierra. La gestión es casi lo contrario de la creación artística: burocracia aplicada a la organización básica de los bienes para que la vida funcione un poco mejor.
A partir de las imaginativas intervenciones de André Malraux -a fines de los 50- y de Jack Lang -en los 70- esa área de la burocracia política comenzó a tener un papel de importancia en los gobiernos de todo el mundo, por lo general pensada como Oficina de Eventos que Alegran a la Ciudadanía. Hasta el día de hoy el Ministerio de Cultura vive encerrado en una mentalidad propia de la era analógica, antes de la invención de Internet.
¿Es posible imaginar una gestión cultural creativa? ¿En pleno siglo XXI tiene sentido tener ministerios de Cultura? ¿Instituciones culturales pensadas en el siglo XIX (como la Biblioteca Nacional o el Museo Nacional de Bellas Artes) pueden adaptarse para servir a nuestra época? ¿Los medios públicos no son cultura?
Estamos a 96 horas de que asuma el nuevo gobierno. El interregno parece un momento ideal para imaginar algunas cuestiones que ningún funcionario cultural pensó en la Argentina hasta hoy.
¿Qué podría hacer un ministerio de Cultura que quisiera estar acorde con nuestra época? Primero, repensar las instituciones heredadas. Segundo, refuncionalizarlas (si es posible) o crear nuevas (si realmente fuera imprescindible). Lo más interesante de la cultura suele nacer, vivir y desarrollarse fuera de las instituciones oficiales. La propia dinámica artística e intelectual es liberal y libertaria: quizá no necesitemos nuevas instituciones (ni viejas).
Un ministerio de Cultura del siglo XXI debería preocuparse menos por las momias que están en el sótano y más por el movimiento de software libre, por los ha-ckers y makers, por crear makersplace (quizás en las viejas bibliotecas populares, para que vuelvan a la vida) y permitir, a través de una nueva ley de propiedad intelectual libertaria, que todo el mundo pueda crear a partir de intervenir libremente lo que produzca cualquiera. Si algo de esto se hiciera correctamente se liberaría un gigantesco potencial artístico, intelectual y creativo que hoy ya existe, pero que está fuera del sistema oficial.
Dentro de 96 horas hablará lo real. Aunque nada de todo esto se realice dentro de la estructura burocrática del Estado, igual sucederá, aunque por otros carriles, sin apoyo institucional. El futuro indefectiblemente siempre llega.
El autor es crítico cultural
Twitter: @rayovirtual