Ernesto Cardenal: escritura, fe, política y ciencia, pilares de un poeta latinoamericano
Poeta, escultor, sacerdote, teólogo, revolucionario, funcionario político y, con el nuevo milenio, ferviente defensor de la ciencia como un camino de acceso más directo a Dios, el nicaragüense Ernesto Cardenal (Granada, 1925) murió en Managua anteayer, a los 95 años. Bajo la influencia de su admirado Rubén Darío, escribió su primer poema a los siete años. Fue el comienzo de una de las obras más notables e inspiradoras en lengua española del siglo XX.
Desde los versos de Hora 0, de 1957, hasta los ensayos de Este mundo y otro, de 2011, Cardenal cultivó una escritura que se nutrió de los acontecimientos sociales, la fe católica, la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza (al que dedicó ácidos epigramas) y los descubrimientos científicos. En su credo estético, se conjugaban como equivalentes el amor al prójimo y la belleza. "Si en matemáticas son infinitos los números,/ los pares y los impares/ ¿por qué no una belleza infinita y un amor infinito?/ Es una constante en la naturaleza/ la belleza./ De ahí la poesía: el canto y el encanto por todo cuanto existe", escribió en Canto cósmico (1989), donde resuena la lírica de Canto general, de Pablo Neruda.
A su regreso de Europa, en la década de 1950, Cardenal había participado de un intento fallido de derrocamiento del régimen somocista. En 1957, ingresó en la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, donde conoció al monje, escritor y activista social estadounidense Thomas Merton, pionero del diálogo interreligioso: la editorial Trotta publicó la correspondencia que ambos mantuvieron entre 1959 y 1968. De su aprendizaje en esa orden monástica proviene otro de los grandes libros de Cardenal, Gethsemani, Ky (1960). En ese entonces se afianza también su tarea como escultor, que se extendió hasta la década de 1990. El libro 50 años de esculturas reúne imágenes de sus obras, en su mayoría figurativas, de animales y plantas.
También se formó en México, donde estudió teología, y fue ordenado sacerdote, en Managua, en 1965. En su país fundó una comunidad cristiana en una de las islas del archipiélago de Solentiname: pocos integrantes de esa cofradía sabían que Cardenal era poeta. Luego de su acercamiento a Salvador Allende en Chile y Fidel Castro, en Cuba, apoyó al Frente Sandinista de Liberación Nacional que depuso a Somoza. Justamente en 1979, Cardenal había sido designado ministro de Cultura de Nicaragua. Cuando el papa Juan Pablo II visitó ese país en 1983, lo reprendió en público por violar normas del Código de Derecho Canónico (aunque su condena se atribuyó a la aversión que sentía por la Teología de la Liberación, con la que Cardenal simpatizaba) y un año más tarde lo suspendió en su ejercicio sacerdotal. El papa Francisco levantó ese castigo eclesiástico en febrero de 2019, mientras Cardenal estaba internado por una afección renal.
Cardenal visitó la Argentina en varias oportunidades durante el gobierno de Raúl Alfonsín y, luego, en el de Cristina Fernández de Kirchner; la última vez fue en 2013, cuando el Ministerio de Educación de la Nación le dedicó un homenaje. Su poesía completa está publicada en dos tomos por el sello Patria Grande.
Símbolos de las nuevas generaciones, sus poemas cobraron nueva vigencia en protestas que recientemente sacudieron América Latina, como en su país o Chile. Los mismos versos que volvieron a hacerse oír en las últimas horas para recordar al hombre de la eterna boina negra y la magnitud de su obra intelectual, a la hora de la despedida.