“Entre nosotros y los otros”: la movilidad humana en el mundo contemporáneo
Bienalsur inauguró en Madrid una nueva exposición que se suma a su extensa hoja de ruta internacional sobre uno de los grandes temas de este tiempo: las migraciones
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MADRID.- Jueves de otoño y lluvia en Casa de América, donde esta tarde se inauguró un nuevo mojón para la cuarta Bienalsur, que desde julio está sembrando el mapamundi con sus acciones de arte contemporáneo. En este caso, se trata de otra muestra en el ámbito de Madrid, Entre nosotros y los otros, que vuelve a poner foco en uno de los temas medulares de esta bienal de arte, cultura y pensamiento, producida desde la Argentina con carácter transnacional: las migraciones.
Bienalsur trabajó la exposición con Juntos Aparte, un proyecto oriundo de la ciudad fronteriza de Cúcuta, Colombia, en el límite con Venezuela, que integró ya la propuesta en las ediciones de 2017, 2019 y 2021. Y para llevarla a cabo convocó a artistas latinoamericanos de diferentes procedencias que participan en este “kilómetro 10.043,8″ –el número marca la distancia que hay desde el Muntref, sede del antiguo Hotel de Inmigrantes, en Buenos Aires, casa matriz de la bienal–, con obras de distintos formatos y soportes (fotografías y videos, piezas textiles y mapas). Son múltiples las manifestaciones que, entonces, buscan dar respuestas a uno de las grandes problemáticas de este tiempo: el “desplazamiento de personas, las fronteras y todos los dramas que acompañan la cotidianidad de millones de personas que están rápidamente modificando nuestro mundo”, como puntualizó el director de programación de Casa de América Luis Prado al comenzar el acto.
Curada por la argentina Diana Wechsler, directora artística de Bienalsur, la italiana Benedetta Casini, y el colombiano Alex Brahim, fundador del programa Juntos Aparte, Entre nosotros y los otros permanecerá abierta al público hasta el 9 de febrero. En la primera de las dos salas, se concentra principalmente el trabajo de artistas Cúcuta. El conjunto resuena como la crónica de la frontera colombo-venezolana, una historia que parte desde la época de la gran Colombia, en el siglo XIX. De la cruda circunstancia que transmiten las fotografías de la serie Casas, de Daniel Arévalo, a la escultura móvil con minas de grafito Alternancia, de Yosman Botero, pasando por el video La casa en la frontera, que supone la vida puertas adentro de una familia que un día despierta frente al hecho que su cama y su mesa de luz quedaron en países diferentes, las obras trabajan con distintos abordajes la tensión y metamorfosis que marca mucho más que una línea regional divisoria. Allí también está el camino de huellas de la mexicana Betsabée Romero, instalación realizada con luces de neón y hormas de zapatos, y la fotografía que intervino el argentino Marcelo Brodsky con las leyendas: “Puentes sí! Muros no! La frontera nos une”, entre otras obras.
A la segunda sala se ingresa a la vera de un abecedario de estética infantil y sentido crítico, creado por la peruana Juana Daniela Ortiz, “en torno de la crisis migratoria y la manera en que el racismo persiste en nuestras sociedades”, sintetiza Brahim, al frente de una visita guiada. Unos pasos más adelante, vuelve a verse el video de la performance La vuelta de la malona, de la alemana-boliviana Verena Melgarejo Weinandt con su personaje “la bolita berlinesa”, registrado en el Museo de Bellas Artes frente a la emblemática pintura del pintor argentino Ángel Della Valle (1892). Más poético es el planisferio de nubes móviles de la cubana Glenda León, vecino del dibujo “Amuleto, a mulata, a muleta, Am. Latina”, que encierra una metamorfosis de sentidos para la fisonomía del continente.
Remata la sala el fotomural de la mexicana Teresa Margolles, a pared completa, con la impactante imagen de las “carretilleras” sobre el Puente Internacional Simón Bolívar. La fila de mujeres, munidas de su instrumento de trabajo, mira a cámara, directo a los ojos de espectador, a su misma altura. “En esta imagen no hay nadie que esté sonriendo, así como en la cantidad de fotos de migrantes que conocemos, presentes y pasadas”, hacía notar minutos antes Wechsler haciendo uso de la posibilidad de hacer ver aquello que por tan recurrente queda neutralizado en la sensibilidad y la mirada. “Por eso hacemos exposiciones de arte”.
Con dirección general de Aníbal Jozami, Bienalsur presume de un leit motiv que podría sonar grandilocuente, pero es cierto: es el proyecto artístico más amplio que está en marcha en el mundo. Exhibe con orgullo esa cualidad por las numerosas sedes que durante un mismo semestre, escalonadamente, van abriéndose en ciudades de los cinco continentes. A poco de llegar a su meta, a fin de este año la edición 2023 habrá alcanzado una marca elocuente como la propia matemática: 400 artistas, en 70 ciudades de 28 países. “Se puede discutir si es el proyecto cultural más importante –advertía Jozami esta tarde-; no hay dudas sobre su originalidad, pero mucho menos sobre que es el proyecto más extenso que existe”. Y recordó que ese reconocimiento internacional se hizo oficial y le valió el aplauso de la Unesco hace una semana, cuando inauguraron la exposición de París en coincidencia con la Asamblea General y en presencia de buena parte de los embajadores de 188 países y varios jefes de estado. “Hacemos Bienalsur movidos por creer que en el mundo del arte y la cultura hacía falta algo distinto, que llegara a los lugares donde otros no llegaran, pero también con la legitimidad de estar en las instituciones más reconocidas. Y así vamos a seguir haciéndolo”.
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