Ensayos que iluminan la historia nacional
En Explicar la Argentina (Taurus) Jorge Lafforgue compila textos de Moreno, Sarmiento, Mitre y Alberdi, entre otros autores insoslayables para comprender las controversias que animan aún hoy la vida política del país
Como el país que intenta reflejar, Explicar la Argentina (Taurus) es un libro con final abierto. A Jorge Lafforgue le pidieron reunir en él "los grandes ensayos argentinos". Entusiasmado, se puso como meta construir una gran historia del ensayo nacional pero, a poco de andar entre los textos, se le hizo claro que un solo volumen no podía contener ese propósito. Decidió entonces, junto con los editores, organizar dos volúmenes: uno, el que ahora se presenta, con 19 ensayos escritos entre el 25 de mayo de 1810 y el 17 de octubre de 1945, y otro, en el que trabaja, con ensayos contemporáneos, que "por razones generacionales tendrá un énfasis más autobiográfico", relata Lafforgue, profesor de Filosofía, editor de Alianza, periodista y crítico literario.
El resultado es un viaje por las controversias que animaron la historia de nuestro país, con ensayistas beligerantes, una marca del ensayo regional que no siempre se repite en otras latitudes. Allí están Moreno, Sarmiento, Alberdi y Mitre, pero también la mirada hispanoamericana de Monteagudo; un análisis médico-social de Ramos Mejía; la perspectiva histórica de Saldías y el pensamiento argentino según Alejandro Korn. También se incluye la palabra de Borges sobre el idioma nacional, la crítica de Jauretche a algunas "zonceras" de Sarmiento y el análisis que hace José Luis Romero de los cambios sociales promovidos por los inmigrantes hasta 1930.
Con estilos e improntas ideológicas distintas, con política, literatura y periodismo en distintas dosis, los ensayos, analiza Lafforgue, dan vueltas sobre dos tensiones no resueltas: cómo hacer del país una nación y cómo resolver la dicotomía "civilización y barbarie".
-¿Qué dificultades tuvo a la hora de seleccionar los textos?
-Varias e intenté vencerlas. La primera: la ingente cantidad de material. La obra completa de Sarmiento tiene 52 o 53 volúmenes, según las ediciones. Decidí que éste debía ser un volumen útil, pensado para un público amplio, por lo tanto, no iba a buscar textos muy desconocidos. Sarmiento es Facundo o Recuerdos de provincia . Martínez Estrada escribió un montón de libros pero Radiografía de la pampa y La cabeza de Goliat son sus textos canónicos. Tenían que ser títulos representativos de cada autor, pero no quería que el conjunto fuera un texto demasiado heterogéneo. Quería darle unidad.
-¿Cuál terminó siendo ese eje?
-En el siglo XIX, el eje de los ensayos es político-social. Nuestros ensayistas, porque se estaba construyendo la nación, escribían ensayos polémicos, de combate, que postulaban distintas medidas para el país.
-Eran ensayos con mirada de largo plazo.
-Sí. Todos son ensayos que están anclados en la coyuntura pero a la vez tienen un trasfondo mucho más amplio. Eso pasa en los grandes ensayos pero también en las grandes obras de la literatura. Pensemos en Facundo , que es un libelo que Sarmiento escribió contra Quiroga y contra Rosas, pero desencadenó lo de "civilización y barbarie" que hoy todavía no está resuelto. La contribución de Jauretche en el libro habla de eso.
-¿Qué impresión cree que causa leer los textos en conjunto, fuera de sus contextos originales?
-La elaboración del volumen no me dio demasiada perspectiva. En cada caso me zambullí en los textos de los autores, los leí, leí sobre ellos y elegí. Recién cuando leí las pruebas, pude ver que hay un entramado pese a la diversidad. Hay un hilo secreto, tal vez la intención de explicar la Argentina, que los va enlazando y va estableciendo un diálogo, que a veces es debate abierto y a veces es confrontación total.
-Usted piensa en un lector "inquieto" que complete el libro con su lectura. ¿Así lo habrán pensado también los autores de los textos originales?
-Mariano Moreno sí pensaba en el efecto que podían tener sus textos en La Gaceta : estaban haciendo la revolución. Más adelante, la literatura no tenía un estatus independiente. Mitre y Sarmiento fueron militares, periodistas, presidentes. En cambio, en el siglo XX, las actividades se van especializando. Borges, por ejemplo, toda su vida pensó en el lector.
-¿Qué agrega conocer la trayectoria biográfica de los autores, que usted incluye?
-Lo pensé desde mis propias falencias en el conocimiento de los autores. Hay algunos que uno ha frecuentado y sobre ellos conocía mucho, como Borges o José Luis Romero, con el cual comencé yo a trabajar hace un largo tiempo. Pero había otros casos, como los de Saldías o Ramos Mejía, en que no tenía tanto conocimiento. Pensé que al lector podía servirle esa información.
-Usted describe el ensayo como cruce entre literatura, historia y periodismo. ¿En qué medida?
-Un primer desbroce que tuve que hacer fue establecer qué es un ensayo, y no hay una sola voz que lo defina. Creo que la proporción depende de la época y del énfasis de los autores. Sobre todo en el siglo XIX, el periodismo tenía una fuerza brutal. Prácticamente todos los trabajos de ese siglo que están en el libro fueron publicados en periódicos. El de José Hernández ni siquiera fue recogido en un libro. De todos modos, pienso que la categoría literaria está presente en todos los casos, sobre todo en el siglo XX.
-Dice que el ensayo en la Argentina ha sido un género con "marca beligerante". ¿Se deberá eso al género del ensayo o a un modo local de practicarlo?
-Hay ciertas características del ensayo en general que también tiene el ensayo argentino. Por ejemplo, que es un texto que ensaya sin mostrar el trasfondo científico, un texto muy subjetivo que siempre tiene algo batallador, aunque eso puede estar atemperado. En el caso de la Argentina y de Latinoamérica, el ensayo surge en el siglo XIX, cuando se producen muchos procesos de independencia en el continente. Entonces, todos los países y sus ensayos y textos en general tenían cierta beligerancia. De alguna manera esa beligerancia es propia, en el siglo XIX al menos, también de la literatura. Pensemos en las dos obras grandes de la literatura argentina del siglo XIX, el Facundo y el Martín Fierro , hay cierto trasfondo batallador en ambas.
-La controversia parece ser el motor de nuestra historia. ¿No será inútil convocar al consenso?
-No, no es inútil. Hay diferencias que parecen imposibles de salvar: las reivindicaciones tan fuertes del hispanismo (pienso en los textos de Ernesto Palacio y de Borges), los pueblos originarios borrados de la historia y los criollos. Esos tres componentes, que en otros países se reivindican en grados distintos, aquí no se pueden compatibilizar. Y está la dicotomía "civilización y barbarie", que recorre toda la historia argentina. Pero esos equívocos ideológicos son superables.
-Afirma que sus ecos resuenan en el presente. ¿En qué circunstancias lo advierte hoy?
-En el enfrentamiento campo-ciudad está más que presente. Hay variaciones, porque esa oposición no es la misma que la que existía en los tiempos de Sarmiento entre lo que era Buenos Aires y lo que representaban las ciudades entonces.
-¿Qué diferencia hay entre el rol que cumple hoy la prensa en "entender la Argentina" y lo que sucedía en el período que abarca el libro?
-Aquellos periodistas-ensayistas se despachaban sin pelos en la lengua, sobre todo en el siglo XIX. El espacio de la prensa hoy, mucho más fuerte en el mundo y en el país, creo que es un universo muy amplio, en el que hay cosas irrelevantes y otras que no.
-Usted discute el concepto de "ideología", pero no tanto el de "intelectual". ¿Qué clase de intelectuales eran los autores de estos ensayos? ¿Hoy serían llamados así?
-La categoría de intelectual que usamos hoy no es la misma que en la época de muchos de estos autores. En el siglo XIX, el término no era una categoría fuerte, sino que se fue definiendo en el siglo XX. El término "intelectual" no lo usaban Monteagudo ni Echeverría. Ellos hubieran dicho que eran escritores, aunque eran intelectuales en el sentido que hoy le damos al término, que agrega un aura mayor que la del escritor. Eran intelectuales de hecho, con una función más preponderante que la de los intelectuales de hoy.
-Si dentro de 50 años alguien se propusiera hacer este libro, para entender los últimos años del siglo XX y esta década, ¿cuáles serían los temas de esos ensayos?
-Sería totalmente poco representativo tomar nada más que el eje político-social. En la segunda mitad del siglo XX hay ensayo literario y filosófico, muchos con incidencia en el curso de la historia nacional. Habría que incluirlos. Así como están los grandes popes de la política del siglo XIX (Mitre, Sarmiento o Alberdi, por ejemplo), en la segunda mitad del XX, no se pueden dejar a un lado las obras de Perón, de Frondizi, de Alfonsín.
-¿Qué entendió usted de la Argentina luego de leer los textos?
-Me quedó la idea del gran debate siempre presente y de que hay que sostener la confrontación pero tratar de consensuar. Viendo cómo esto se articula en los ensayos del libro, pienso que no es imposible. A pesar de la controversia que nos atraviesa, el consenso es posible.
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