Enrique Avogadro: “A pesar de todo lo malo, en la idea de pospandemia hay un terreno ganado”
El ministro de Cultura de la ciudad inicia su cuarto año de gestión con el desafío de administrar y programar en la incertidumbre; las próximas reaperturas: los cines y el Teatro Colón
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El ministro Enrique Avogadro carga con una mochila pesada en su espalda, y no es esta necesariamente una metáfora sobre la situación del sector cultural, aunque por el impacto de la pandemia en el área bien podría serlo. Ante todo, la imagen es pura literalidad. Con su despacho a cuestas, ayer arrancó el día en el Centro Cultural Julián Centeya, de Boedo, uno de los espacios porteños en su órbita –como la Usina del Arte o el Centro Cultural Recoleta– que oficia ahora de vacunatorio, y a media mañana bajaba del auto oficial en la puerta de la Biblioteca Leopoldo Lugones, en Belgrano, para conversar con LA NACION sobre su cuarto año de gestión en el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. Dos horas más tarde, en el Museo Isaac Fernández Blanco, acompañaba la presentación del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), que comienza este viernes.
El fin de semana fue bastante más lejos: en Córdoba se reunió con sus pares, productores y artistas. “Es parte de una agenda habitual de vínculos institucionales, que estuvo parada durante mucho tiempo. De hecho este fue el primer viaje que hice desde que empezó la pandemia”.
–¿Pensar en 2021 es gestionar en pandemia o en pospandemia: cómo son esos términos cuando estamos en una recta que no sabemos hasta dónde llega?
–El gran tema de la época es la incertidumbre. La pospandemia se va corriendo constantemente. En nuestro caso, por un lado, es atender el aquí y ahora, y atravesar la pandemia probablemente nos lleve todo el año, porque va de la mano de la evolución del plan de vacunación y la lenta vuelta a la normalidad. Por otro, hay que pensar la pospandemia de acuerdo con los cambios estructurales que vayan a quedar, tanto en los consumos culturales como en las formas de ofrecer cultura.
–De cara a este cuarto año como ministro, el eje sigue siendo “apoyar” a un sector tan sufrido.
–Absolutamente, es la prioridad. La pandemia desnudó un altísimo grado de informalidad, con lo cual el apoyo tiene que ver con lo económico, pero también en términos de cómo desplegar las capacidades de cada espacio en el marco de los protocolos. En esta idea de pospandemia, a pesar de todo lo malo, hay cosas buenas, como el terreno ganado del espacio público, que estamos convencidos de que va a continuar. Las actividades al aire libre enriquecen la forma en que vivimos la cultura. Tomo como ejemplo el Libro Móvil: un dispositivo que nace para interceptar a las personas en un contexto no habitual [el de las ferias barriales]; los libros que se ofrecen allí son de librerías y editoriales independientes de cada barrio. O los festivales como los del Parque de la Estación. Esos son espacios ganados, experiencias que pueden ser complejas, porque no es lo mismo un espacio cultural cerrado que un lugar abierto donde te cruzás con la gente de a pie, pero rico en oportunidades para ampliar el acceso a la cultura.
"La quita de la coparticipación es equivalente a [el presupuesto de] seis ministerios de Cultura"
–A nivel nacional, el Sinca estudió el alto impacto que tuvo la pandemia en el sector cultural. A nivel metropolitano, ¿con qué herramientas cuentan?
–Data Cultura es el área en la ciudad que hace ese tipo de relevamientos. Y efectivamente el impacto fue muy complejo, particularmente en el sector independiente.
–¿Quiénes fueron más damnificados: las librerías, los teatros o los cines que aún no reabrieron?
–Todos han sufrido y mucho. Por mi conocimiento de estar en contacto permanente con quienes hacen cultura, creo que hay que distinguir, por ejemplo, las librerías del casco histórico (como la Ávila), que están más complicadas porque no hay circulación de gente, de las librerías independientes con mucha identidad en los barrios (Céspedes es un gran caso, o Fedro, en San Telmo), que lograron capear el temporal y hasta aprender en ese proceso un nuevo vínculo con lectoras y lectores. Las galerías de arte, que abrieron temprano, mantuvieron la actividad en marcha sobre todo con los coleccionistas. Pero creo que es muy temprano para medir el impacto. Hubo una articulación muy interesante con todo el trabajo digital y 2020 fue el año en el que todos los que hacen cultura aprendieron a ser productores de contenidos. Hasta los sectores más golpeados lograron tener actividad en el pico de la pandemia a través del vínculo digital. Sabiendo que esto no compensa los ingresos, genera una fidelización que va a ser recompensada a posteriori.
–A su ritmo, reabrieron las salas comerciales, las independientes, teatros públicos como el San Martín. ¿Por qué el Colón es el gran rezagado de la pandemia?
–Como otros teatros de similares características en el mundo, el Colón tiene una particularidad, que es su tamaño y las dificultades para volver a una actividad que pone en escena a una cantidad enorme de intérpretes. Fue una dificultad que atravesamos todo el año pasado: cómo pensamos ese regreso. A la vez, tuvo una actividad grande en su versión digital.
–Fundamentalmente con material de archivo.
–Pero ha logrado mantener y ampliar su público a través de Cultura en Casa o la nueva web Vivamos Cultura. La prioridad durante todo este tiempo fue la salud y el Colón ha tenido siempre un rol protagónico en el esfuerzo vinculado a la pandemia; ahora funciona como centro de testeo, además del trabajo de sus voluntarios en los hoteles. Era natural que fuera más compleja la vuelta. La buena noticia es que estamos próximos a abrir y a presentar una temporada que va a iniciarse con un aforo limitado.
–¿Cuándo y con qué espectáculo sería entonces la reapertura?
–La intención es que en marzo tengamos funciones. Vamos a iniciar con un homenaje a Piazzolla por el centenario [del nacimiento], y luego con una temporada que va a estar marcada por la incertidumbre: se anunciarán todos los títulos, pero iremos viendo en relación con la pandemia qué podemos cumplir.
–Respecto de los grandes teatros de ópera que mencionabas, sin embargo, asistimos a la distancia a reaperturas y cierres permanentes, sobre todo en las compañías europeas; y esa experiencia de trabajo en pandemia, en burbujas, en funciones con protocolos, les dio en varios casos material original de calidad para ofrecer ahora funciones digitales. ¿La temporada que va a anunciar el Colón es presencial, híbrida, con material nuevo o de archivo?
–La va a anunciar la dirección del Teatro Colón; yo no soy especialista ni programador. Desde ya es mi responsabilidad, pero respeto la independencia artística de cada uno de nuestros equipos.
–¿El ministro de Salud Fernán Quirós comparte la idea de que “la cultura es segura”?
–Absolutamente, todas las aperturas que hemos desarrollado se hicieron con la venia técnica del equipo de Salud, tanto la de los teatros como muy próximamente la de los cines. Y en la medida en que la situación sanitaria lo permita, buscamos flexibilizar los alcances de esos protocolos, como ya pasó con el aumento del aforo del 30% al 50%.
–¿Cómo será el caso de los cines?
–Lo vamos a anunciar esta semana. El cine tiene sus particularidades, por ejemplo: en los teatros uno no come y en los cines, sí.
–¿Podríamos no comer en los cines si la reapertura dependiera de eso?
–Es muy probable que no pudieran abrir si no lo hacen. La reapertura de los cines queríamos que se diera junto con los teatros, pero por pedido del propio sector, se demoró. Ni bien manifestaron que estaban en condiciones, nos pusimos a trabajar en equipo. Será en los próximos días.
–En menos de un mes es el Bafici, tienen que estar las salas funcionando para entonces.
–Desde ya. El tema de los cines es literalmente en los próximos días. El Bafici y, antes, el FIBA, están confirmados. En este contexto de incertidumbre, era una responsabilidad darles prioridad a ambos, porque son indicadores de que hay actividad.
–Hacías mención sobre el foco en la salud de los planes del gobierno. El presupuesto estuvo también afectado por esa prioridad: un 10% de aumento es como un 20% de caída, con la inflación.
–Por un lado, nuestro presupuesto está ordenado en función de la prioridad que es la salud, pero el segundo factor no menor es la quita de la coparticipación, que no estaba prevista y, para que te des una idea de la magnitud, es equivalente a seis ministerios de Cultura. Vamos a mantener todas nuestras responsabilidades, en particular las que tienen que ver con acompañar al sector.
–¿Sos optimista respecto de la continuidad de las reaperturas?
–Soy naturalmente optimista. “Entusiasta”, respondí en un cuestionario Proust que me preguntaba por una cualidad, que es también mi mayor defecto.
–¿Qué sería lo peor de ser un ministro entusiasta?
–Que vos me hacés una pregunta a la que yo te contesto con el corazón, “quiero mantener la cultura abierta”, y me pongo en la piel de mis colegas de ciudades europeas que probablemente querían lo mismo y tuvieron que cerrar por el virus. La Argentina todavía está en un escenario de incertidumbre: no sabemos si habrá rebrote. La expectativa es que podamos atravesar lo que venga con la cultura abierta, entendiendo que cumple un rol fundamental, sobre todo en un país que va a quedar muy golpeado. Cómo la cultura puede contribuir en el proceso de reconstrucción social que tenemos por delante es para mí el gran desafío.
–Como espectador y activo consumidor de cultura, ¿cómo viviste la experiencia de este tiempo: desde el paso a la vida virtual y el regreso a la presencialidad con distancia y barbijo, hasta este modo híbrido.
–En lo digital, como muchas otras personas, atravesé diferentes etapas; inicialmente con cierta voracidad; teniendo en cuenta mi cuarentena en familia con niñas chicas me dediqué mucho a la búsqueda de contenidos de calidad. Me gustó mucho la etapa siguiente, la de creaciones pensadas para lo digital (a diferencia del registro de una obra), como puede ser la propuesta de Modos híbridos, del Complejo Teatral. Después, todavía se me pone la piel de gallina cuando pienso en Happyland, la primera función con la que volvimos al teatro público: aplaudimos a rabiar antes de que empezara la función. Esa emoción la volví a sentir en cada regreso. Volver a la oscuridad de las salas de cine es para mí una necesidad, y lo estoy esperando con muchas ansias. Son todas prácticas que dábamos por sentado, de golpe no las tuvimos más y tomamos conciencia de lo importante que son. Ojalá esa emocionalidad vinculada a la vuelta se mantenga en el tiempo. Se lo recomiendo a las personas que no tuvieron la oportunidad de hacerlo, insistiendo en que la cultura con protocolos es segura.
Los elegidos del ministro de Cultura en el año de la pandemia
Un libro: Serpientes y escaleras - Jennifer Croft (Entropía)
Una obra de teatro: Happyland, la primera función del teatro público durante la pandemia.
Una película: Las horas más oscuras, de Joe Wright
Una obra de danza: Instalar Danza, Fundación Cazadores
Una muestra de arte: Sueño sólido, de Nicanor Araoz, en el Museo de Arte Moderno
Un show de música: Moris y Birabent, en el Anfiteatro del Parque Centenario
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