En un año de fuertes contrastes, el arte aportó vida, color... y miles de dólares
La crisis global no pareció afectar a la efervescente escena creativa argentina, que redobló la apuesta ante la incertidumbre política y económica; la apertura de nuevos espacios y muestras transformaron la energía
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Las flores del vestido eran rosas y las del ramo negras, igual que la torta y el dress code para unos doscientos invitados. Así celebró Marta Minujín su casamiento “con la eternidad” en el Malba en febrero último, un día después de haber cumplido 80 años. La artista más popular del país llegó a la gala en colectivo, como lo haría meses después para inaugurar una escultura inflable de nueve metros de alto en Times Square, el corazón global del espectáculo. Apenas un par de hitos en un año de fuertes contrastes, durante el cual el arte argentino aportó vida, color y cientos de miles de dólares a un mundo atravesado por las guerras, los desafíos económicos y las consecuencias del cambio climático.
La apretada agenda de Minujín incluyó además las inauguraciones de grandes muestras en el Museo Judío de Nueva York y en la Pinacoteca de San Pablo. Aunque no fue la única protagonista de una escena creativa en constante crecimiento, que culminó en diciembre con la mejor noticia: algunos artistas argentinos lograron ventas por sumas de hasta seis cifras en dólares en Art Basel Miami Beach, la cita del arte global más convocante del planeta.
Entre ellos se contaron las duplas de Chiachio & Giannone, con obras elegidas por dos instituciones en el stand de Ruth Benzacar, y del grupo Mondongo, integrado por Juliana Laffitte y Manuel Mendanha: su obra Lxs Mareadxs, que recrea con plastilina una tormenta vista desde la ventana de un barco, fue vendida en Barro por 150.000 dólares. Este colectivo ya había dado de qué hablar en arteba, a fines de agosto, cuando sus retratos de George Washington recreados con hilo plateado fueron comprados el día de la apertura de la feria a invitados especiales.
Para entonces Eduardo Costantini, reconocido con el Premio arteba al Coleccionismo, ya había reservado en Roldan piezas de Gyula Kosice y otras dos en Barro de “La Chola” Poblete. Reconocida como “artista del año 2023″ por el Deutsche Bank, la artista mendocina exhibe hasta febrero una exposición en el PalaisPopulaire de Berlín y fue convocada por el curador Adriano Pedrosa para participar de la muestra central en la próxima edición de la Bienal de de Venecia, en 2024. El envío oficial estará a cargo de Luciana Lamothe.
Dos tucumanos, en tanto, siguen cruzando fronteras: Tomás Saraceno expuso en las Serpentine Galleries de Londres, y Gabriel Chaile brilló en Nueva York con una muestra en Barro y la instalación de una escultura en el High Line. Otros nombres que se hicieron escuchar fueron los de Clorindo Testa, homenajeado a cien años de su nacimiento, al igual que el uruguayo Carlos Páez Vilaró; Prilidiano Pueyrredón, nacido hace 200 años; Luis Felipe “Yuyo” Noé, que celebró sus 90; y Edgardo Giménez por su muestra desbordante de color y buena energía, inaugurada en el Malba en un contexto de gran incertidumbre electoral.
También el de León Ferrari, con su primera muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes a una década de su muerte; el de Florencio Molina Campos, cuyo legado recuperado se exhibió en el CCK, y el de Antonio Seguí, con otra en Córdoba a casi un año de su fallecimiento. En la misma provincia, Carlos Alonso celebró sus 94 con una sobre el Dante. Entre las exposiciones realizadas para celebrar los cuarenta años de recuperación de la democracia se contó una realizada por la galería Maman, que incluyó el “eclipsamiento” del Monumento a San Martín en Retiro, a cargo de Dolores de Argentina.
A nivel internacional tuvieron repercusión los de Guillermo Kuitca y Julio Le Parc, que expusieron juntos en el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA) en Uruguay; Pablo Picasso, recordado en varios países a medio siglo de su muerte; Fernando Botero, fallecido en septiembre a los 91 años, y Yayoi Kusama, inspiradora de una verdadera “Kusamanía” global.
Fue un gran año para otras mujeres como Adriana Lestido, protagonista de un espacio destacado en Pinta BAphoto en medio del éxito de su película Errante, y Nicola Costantino, que sumó a su muestra en Fundación Santander debutó en el Centro de Experimentación del Teatro Colón con una obra multidisciplinaria y la instalación de una escultura monumental en el flamante Parque de la Innovación, en Núñez. Una fotografía de Annemarie Heinrich fue vendida por Vasari en Paris Photo al Museo Metropolitano de Nueva York, el legado pionero de Narcisa Hirsch ganó repercusión tras la digitalización de sus films experimentales, y el de Marie Orensanz se exhibió en la sede del Hotel de Inmigrantes del Museo de la Universidad de Tres de Febrero (Muntref).
Esta última institución fue el “kilómetro cero” de la cuarta edición de Bienalsur, que llegó a más de 70 ciudades de 28 países en los 5 continentes, con obras de más de 400 artistas. Coincidió con las bienales de San Pablo y de Performance, que acompañó a su vez un programa cultural para reactivar el microcentro. En ese proyecto que une voluntades públicas y privadas jugó un rol clave ArtHaus, nuevo espacio impulsado por el músico y coleccionista Andrés Buhar.
En un contexto crítico para el país se abrió además como residencia de artistas la casa de Alberto Heredia en San Telmo gracias a una iniciativa del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, que a su vez fue sede de la conferencia anual de la 55a conferencia anual del Comité Internacional para Museos y Colecciones de Arte Moderno (CIMAM). También Fundación Larivière inauguró una sala experimental dedicada a la fotografía, en La Boca, y el artista Andrés Waissman lanzó junto con la galería Gachi Prieto en Escobar La Nave, un espacio destinado a realizar residencias y encuentros interdisciplinarios.
El Malba conquistó en tanto un terreno digital, al debutar con muestras virtuales en la oferta gratuita de Google Arts & Culture, a la vez que continuó acrecentando su patrimonio físico: sumó tres obras de los artistas indígenas Jaider Esbell, Venuca Evanán y Antonio Pichillá gracias a la gestión de su Comité de Adquisiciones, que recaudó este año 300.000 dólares. Como si esto fuera poco, la muestra Del cielo a casa se convirtió en la segunda más visitada de la historia del museo.
También las subastas lograron una abundante recaudación. Mientras que en la Argentina se destacaron las valiosas colecciones de Gustavo Bruzzone y Roberto Jacoby ofrecidas en Roldan, a nivel internacional sobresalió la de Emily Fisher Landau. A este acervo pertenecía Mujer con reloj, un retrato de Marie-Thérèse Walter realizado por Picasso en 1932, que ingresó el mes pasado al noveno puesto de las obras más caras vendidas en remates cuando pagaron por él en Sotheby’s 139.363.500 dólares. En junio, Dama con abanico de Gustav Klimt se había convertido en la obra de arte más cara jamás subastada en Europa, al venderse en la misma casa por 108,4 millones de dólares.
La crisis tampoco se sintió a nivel local: arteba volvió a funcionar como refugio de valor y emocional, con ventas que llegaron a los 300.000 dólares por una pintura y un récord para el Premio En Obra, que recaudó 19.000 dólares para repartir entre galerías y artistas emergentes gracias a la gestión de Joaquín Rodríguez y Abel Guaglianone. Semanas después, la Noche de los Museos, convocó multitudes y sorprendió con una intervención con mapping sobre la fachada de la Torre IBM, creada por primera vez con programación e inteligencia artificial.
Con su atractiva escena cultural, Buenos Aires atrajo muestras inmersivas dedicadas a Van Gogh y Frida Kahlo y visitantes de lujo. Entre ellos a varios ganadores del prestigioso León de Oro en la Bienal de Venecia: las creadoras de Sun & Sea, una instalación-ópera-performance que presentaron en Colón Fábrica; Cecilia Vicuña, que protagoniza ahora una muestra en Malba, y Christian Marclay, que exhibió en en PROA21 su primera muestra en América del Sur en el marco del Festival No Convencional. También vinieron Jochen Volz, director de la Pinacoteca de San Pablo, y Ferran Barenblit, curador de la 16ª edición de la Bienal de Cuenca.
El arte argentino, a su vez, estuvo representado en una gran muestra dedicada a la producción regional en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y reforzó sus vínculos con España, Paraguay y Uruguay, gracias a una red que no para de crecer.
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