En su novela Llévame al cielo, la escritora Carla Guelfenbein explora la depresión y el suicidio juvenil
Fue en 2002 cuando Carla Guelfenbein dio a conocer su primera novela, El revés del alma (Alfaguara). El éxito fue inmediato y se convirtió en una de las autoras más leídas de su país, Chile. Pronto su nombre cruzó fronteras y sus novelas se editaron en otros países de Latinoamérica, Francia, Italia, Alemania y, más recientemente, en los Estados Unidos, donde desembarcó con la publicación de Contigo a la distancia, obra Ganadora del Premio Alfaguara de Novela en 2015.
De origen ruso, la escritora que se formó en diseño en la St Martin’s School of Art y en biología genética en la Universidad de Essex , tras exiliarse junto con su familia en Inglaterra como consecuencia del golpe militar de 1973, presenta ahora Llévame al cielo (Nube de Tinta). Se trata de la primera novela pensada para el público juvenil. Un relato que reflexiona acerca de la depresión y las transformaciones que conlleva el paso de la adolescencia a la edad adulta. "Mi relación con los lectores jóvenes ha sido siempre muy cercana –reconoce–. Justamente porque mis libros considerados para adultos, también son leídos por jóvenes. De hecho, El revés del alma, una novela cuya protagonista es una chica bulímica, es lectura obligatoria en un gran número de escuelas. No dudo en decir que una de las actividades que más gozo además de escribir, es conversar con chicos y chicas en colegios, universidades, institutos, y he tenido la suerte de poder hacerlo no solo en Chile sino también en varios países. De hecho, El resto es silencio (2008) fue finalista del premio PACA, en Francia, galardón que entregan los propios alumnos. Fue una gran experiencia, porque los ocho finalistas viajamos por la región que integra el PACA para encontrarse con estudiantes. Fue maravilloso poder conversar con chicos de otra cultura, en otra lengua y conocer sus inquietudes. De alguna forma, esta última novela es el resultado de todos estos años en estrecho contacto con lectores jóvenes".
La historia de Llévame al cielo se centra en cuatro chicos que por distintas y dolorosas circunstancias se encuentran en una clínica para jóvenes con trastornos psicológicos. Allí están Emilia, hija de un piloto de acrobacias que muere en un accidente del cual ella se siente responsable; Gabriel, un joven genio de las matemáticas cuya inteligencia puede ser también una maldición; Gogo, un chico homosexual que proviene de los barrios más pobres y que ha pasado por la discriminación más feroz y los peores abusos; y Clara, una muchacha dulce y protectora, que sufre bipolaridad. En este lugar se convertirán en grandes amigos y juntos descubrirán sus fortalezas y la alegría, pero también deberán hacer frente a sus peores pesadillas, esas que dejan marcan.
"Cuando me trajo a Las Flores, no paré de gritarle durante todo el camino. Estaba convencida de que mamá, él y el siquiatra se habían confabulado para encerrarme en una casa de locos –narra Emilia en un pasaje de la novela–. El tío Nicolás me explicaba, una y otra vez, que no se trataba de una casa de locos, sino que de un lugar donde los chicos a quienes la vida había puesto una prueba difícil, podían refugiarse hasta que la crisis pasara. ¿Crisis? Lo mío no era una crisis. Yo quería morirme y punto."
–La novela explora temas muy profundos, pero por sobre todo, indaga en cuestiones más complejas como la depresión y el suicidio.
–De alguna forma todas mis novelas están atravesadas por estas temáticas, que son constitucionales de la esencia humana. La soledad, el abandono, las dificultades para adaptarse al mundo, la pérdida de seres queridos, las adicciones, son temas que atañen a los jóvenes, pero también a adultos. En Llévame al cielo lo que intento es abrir el debate sobre un tema que produce escozor, miedo, e incluso rechazo: la depresión y el suicidio juvenil. Un 20% de los jóvenes del mundo padecen de algún tipo de disfuncionalidad psicológica, uno de cada cinco. Sin embargo, es un tema que la prensa, las instituciones, y los gobiernos prefieren no tocar. Las familias lo guardan debajo de la mesa, lo ocultan, como si fuera vergonzoso. En Chile, hace algunos meses una chica de 17 años se suicidó en el baño de un Starbucks. Los apoderados del colegio, uno de los más elitistas de nuestro país, reaccionaron como las avestruces, escondiendo la cabeza, y recomendando a los padres que evitaran que sus hijos vieran películas, series, y leyeran libros que trataran el tema. Una actitud que contradice todas las recomendaciones de terapeutas y psiquiatras. Decenas de estudios han corroborado que una de las formas más potentes de ayudar a quienes atraviesan por etapas complejas, como es el caso de la mayoría de los chicos que están en tránsito hacia la adultez, es hablar sobre el tema, y reconocer en otros sus propios miedos y falencias. Entender que no están solos. Y eso es justamente lo que he intentado en Llévame al cielo. Sacar al aire aquello que ha permanecido oculto por demasiado tiempo.
–¿Cómo fue el proceso de investigación? Porque estamos hablando de un tema, lamentablemente, aún tabú como lo es la salud mental.
–Hice una larga investigación, pero tal vez lo más importante fueron las conversaciones que sostuve con jóvenes que habían tenido o tienen problemas psicológicos y mentales. Quería saber qué percepción tenían de ellos mismos, de su enfermedad, de su relación con su entorno. Hablamos sobre todo, de cuáles creían ellos que eran sus ventajas, y no me sorprendió que fueran muchas. Hablaban de creatividad, dinamismo, flexibilidad, intuición, sensibilidad, percepción. Y algo muy interesante, y que está tratado en la novela: su capacidad de asociar ideas de apariencia completamente disímil, de sintetizarlas y transformarlas. En suma, de crear. Esto no significa que haya que enaltecer las enfermedades mentales ni los problemas psicológicos, pero es muy importante no demonizarlas. Las posibilidades para alguien con algún tipo de problema psicológico de tener éxito en la vida, depende muchísimo de cómo lo ve el resto de la sociedad. Y para mí era fundamental poder transmitir esto. Los personajes de Llévame al cielo son como todos los adolescentes, como todos los seres humanos de cualquier edad, aman, odian, ríen, lloran, buscan, creen.
–Emilia, la protagonista está obsesionada con la historia de Amelia Earhart. ¿Por qué elegiste la historia de la piloto estadounidense?
–La figura de Amelia y su misteriosa desaparición en medio del Atlántico, siempre me pareció fascinante. Ha habido cientos de especulaciones, pero nadie ha dado con la verdad. Un día leyendo Historias de las tierras y lugares legendarios, de Umberto Eco, descubrí que el continente perdido de Lemuria estaba exactamente en el lugar donde por última vez se escuchó la voz de Amelia. Entonces me puse en contacto con un físico, y le pregunté si había alguna posibilidad de que un pedazo de ese continente aún existiera y que ningún instrumento lo hubiese detectado. Después de una larga explicación de las mareas, volúmenes, y otros varios factores en juego, concluimos que no era imposible. El avión de Amelia Earhart podría haber caído en un pedazo de ese continente perdido. Entonces me pareció interesante que Emilia quisiera encontrarla, que quisiera ser una pionera, y que embarcara a sus amigos en este sueño. Es este sueño común el que finalmente los une.
–Cuando diste a conocer Llévame al cielo muchos se sorprendieron de que se trataba de una novela destinada al público juvenil. ¿Por qué crees que aún hoy existe cierto prejuicio hacia los autores que se animan a escribir este tipo de historias, como si fueran menores?
–Tal vez porque se piensa que es una escritura fácil, sin grandes desafíos. Yo misma tenía ese prejuicio. Cuando empecé a escribir Llévame al cielo, pensé que me resultaría más sencillo que el resto de mis novelas. Y no fue así en absoluto. Tardé los mismos tres años que he tardado en escribir la mayoría de mis novelas. Porque la complejidad es la misma, también los desafíos. Construir personajes entrañables, particulares, y llevarlos adelante en una historia, encontrar una voz que resuene en mí, y que a la vez sea la voz del personaje, crear, en suma, un mundo y hacerlo real, son desafíos que un escritor debe enfrentar cualquiera sean sus lectores.
–¿Tomaste contacto con lectores que hayan ya leído tu novela?
–Claro. Y se ha producido un diálogo muy verdadero y profundo. Han surgido los temas que trata la novela, pero también otros, como el bullying por Internet, que hoy por hoy es tal vez la forma más usada de bullying. Anónimo y feroz.
–Actualmente ¿en qué estás trabajando?
–Estoy terminando de corregir La estación de las mujeres, una novela que será publicada el año próximo, en abril, por Alfaguara. Cuenta la vida de cinco mujeres que se entrecruzan en tiempo y geografía. Una de sus protagonistas es Doris Dana, el gran amor de la premio Nobel Gabriela Mistral. También estoy preparando una exposición con collages relacionados con pasajes de la novela. El libto tendrá dos versiones, una que saldrá en España y toda Latinoamérica, sin las imágenes, y otra de tan solo 200 ejemplares firmados donde aparecerán las imágenes de la muestra. La idea de crear un diálogo entre lo pictórico y lo verbal me ha rondado por un largo tiempo. De hecho, tengo una formación como diseñadora por lo que el trabajo visual ha estado presente en mi vida todo este tiempo como un acompañante silencioso que, a través de este proyecto verá la luz por primera vez después de mucho tiempo.
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