En números: best sellers eran los de antes
En un año de crisis en el sector editorial, cayó el promedio de venta de ejemplares de los libros que encabezan los rankings de cadenas de librerías (Yenny y Cúspide), con sucursales en Buenos Aires y en otras provincias. En la semana del 26 de agosto al 1° de este mes, por citar un ejemplo, el libro más vendido en una de las dos cadenas de librerías vendió apenas 155 ejemplares. En 2018, para la misma época del año, se vendían 300; y en 2017, cerca de 800. Cuanto más se retrocede en el tiempo, más notoria es la diferencia.
En efecto, best seller eran los de antes. Eso se comprueba al advertir el achicamiento de las tiradas de las novedades editoriales. De lanzar al mercado tres mil ejemplares en años recientes, las editoriales grandes hoy se arriesgan con dos mil, mil quinientos e incluso mil ejemplares por título. Atrás quedaron lanzamientos de diez mil ejemplares, como los que conoció la industria en tiempos dorados.
Desde la Cámara Argentina del Libro (CAL), se informó que de los 700 nuevos títulos publicados en agosto, más de la mitad salieron con una tirada de mil ejemplares. "Desde hace más de una década, la constante era de 3000 ejemplares –dice a LA NACION Diana Segovia, gerenta de la CAL–. Ahora la tendencia es publicar mil. Al venderse menos ejemplares, también se publica menos". De este modo, con apenas con mil ejemplares vendidos, se puede decir que un título "agotó" la tirada.
Cabe recordar que, en solo dos años, la producción de ejemplares en la primera tirada cayó un 37% y se estima que para fin de 2019 ese índice alcance un 40%. "Hasta hoy, la cantidad de títulos nuevos es la misma que en 2017, pero la producción de ejemplares se redujo un 37%", detalla Segovia.
Antes y ahora
Hoy, un libro se convierte en best seller cuando vendió cerca de diez mil ejemplares en un año. Consultados por LA NACION, varios editores recuerdan con nostalgia que, una década atrás, el estatus de best seller se concedía a los libros que vendían más de veinte mil ejemplares anuales.
Fuentes de Penguin Random House y Grupo Planeta señalan que en los años de crisis los libros que tienen destino asegurado de best seller son los de autores consagrados, como pasa en 2019 con los de Isabel Allende, Eduardo Sacheri, Gabriel Rolón, Cielo Latini o John Katzenbach, por mencionar obras de ficción. La mayoría de las novedades, en cambio, permanece una o dos semanas en las listas de libros más vendidos.
"Resulta difícil descifrar la sutileza de ciertos cambios en el funcionamiento del mercado del libro cuando la variable económica se vuelve excluyente y domina toda interpretación -dice Alejandro Dujovne, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet-. ¿En qué medida las transformaciones en las pautas de consumo de libros responden a desplazamientos de intereses, nuevas prácticas de lectura, aparición de nuevas tecnologías, o son el resultado directo de un público con una capacidad de compra cada vez más limitada y de libros cada vez más caros?"
Para responder esa cuestión, Dujovne plantea un caso específico. "Con la excepción de Sinceramente, el libro de Cristina Kirchner [que lleva vendidos 350.000 ejemplares desde su lanzamiento a fines de abril], hace tiempo que no hay un fenómeno de ventas que garantice a las librerías un piso de ingresos regular e importante –indica–. Los rankings semanales extrañan la saga de Harry Potter o El código Da Vinci, libros que vendieron mucho a lo largo de mucho tiempo". Esos libros de ficción, por otro lado, determinaron que en su momento se publicaran otros de temáticas o propuestas afines. Nada de eso ocurrió hasta ahora en 2019.
"Dejando de lado casos extraordinarios, las cifras de venta de los best sellers han bajado considerablemente –ratifica Dujovne-. En un mercado estable, incluso en crecimiento, esto significa una mayor diversificación de intereses y producción. Por ejemplo, los libros más vendidos de algunas librerías independientes poco tienen que ver con los títulos que buscan imponer los grandes grupos editoriales". En las librerías independientes los lectores compran libros de autores a partir de recomendaciones en la prensa, clubes de lectura y redes sociales. "Esas cifras, nada despreciables para libreros y editoriales independientes, revelan pautas de circulación y lectura que escapan a los rankings de las cadenas", agrega Dujovne.
Parte del público al que alude el investigador está compuesto por las catorce mil personas que visitaron la Feria de Editores hace un mes en el Konex y los más de dos mil lectores de poesía que pasaron por la Feria PEPA el fin de semana pasado. Pero esa minoría intensa no basta para sostener la industria editorial argentina, una de las más grandes de América del Sur.