En los límites de la figuración
Color y síntesis en la pintura de Raúl Russo; intelectualidad y consecuencia plástica en la producción de Juan Doffo; un itinerario de trabajos sobre papel, de Lichtenstein a Xul Solar.
A dieciséis años de su muerte, una muestra de óleos y acuarelas de Raúl Russo (1912-1984), más allá de las limitaciones que impone el hecho de que no tenga un exhaustivo carácter retrospectivo, puede considerarse "clásica" en su género si responde a una intención antológica. Treinta piezas bien elegidas son suficientes para dar la dimensión de un autor. Por eso, resulta interesante la muestra que inauguró Palatina. La inteligente selección de trabajos expuestos -dispares en el tiempo, la técnica y la magnitud-, determina que el espectador encuentre motivos de comparación y elementos valorativos que le permitan conocer distintas instancias de su obra y, consecuentemente, acercarse al hilo conductor de su estilo. Lo sustenta todo el poder convincente de la sinceridad. Lo que dicen sus trabajos es lo que lo distingue, tanto por la fuerza de su plástica sensualidad como por la seriedad de los planteos.
Las conclusiones son varias. Más allá de la aparente facilidad con la que realizó sus trabajos, prevalece la tendencia a impedir que el sentimiento puesto en ellos (que es mucho) atropelle el pensamiento. Russo se impuso una medida que marcó toda su obra. Se negó a manifestar lo que le sucedía en el momento. Lejos de cualquier actitud repentista, en 1967 manifestó más o menos lo siguiente: "Mi pintura tiene que representar lo que tengo de permanente y no lo circunstancial. Me gusta decantar. Que haya varias manos de pintura debajo y que todo parezca hecho en una sola sección".
Por lo demás, una concepción fuertemente abstractiva, pero de cuño figurativo, definió sus obras, que tendieron a lograr con cierto afrancesamiento la intensidad cromática propia de los fauves y de los expresionistas. Naturalista en los comienzos, poco a poco acentuó su poder de síntesis hasta resumir esquemáticamente el tema, a menudo con tintas planas resaltadas por una línea oscura de contorno. Así permite apreciarlo la muestra que comentamos, donde el estímulo producido por el modelo se revela como una excusa para explayar la pasión de pintar.
Abre la exposición, que llega hasta el año de su muerte, un Desnudo de 1930. Es una pieza tan bien dibujada y estructurada como el resto de las obras que la componen, aunque su tema y su tratamiento no sean los de los paisajes o naturalezas muertas que enriquecieron su producción posterior.
( Hasta el 24 del actual, en la galería Palatina, Arroyo 864. )
Reflexiones desde Mechita
Juan Doffo (Mechita, 1948) dedica su vida a pintar el lugar donde nació, un sitio de la pampa llamado Mechita al que probablemente nunca hubiésemos conocido si no fuese por sus pensamientos de pintor añorante. Algo del Macondo imaginario que transfigura a Aracataca nos llega a su modo desde los cuadros, si bien abunda en ellos la soledad. De ahí la observación geográfica del subtítulo Reflexiones desde Mechita , por más que ese lugar esté lejos de Buenos Aires, donde el artista vive y trabaja desde hace una veintena de años. Su obra, a veces directamente, en forma metafórica en otros casos, transmite sus impresiones sobre la memoria y el desarraigo, con referencias ficcionales al lugar donde nació. Doffo no se rebaja a repetir las apariencias del pueblo, sus rasgos pintoresquistas o los detalles que podría dar una fotografía. Lo que "dice" está envuelto en un clima de ensoñación tan personal que cubre la zona fronteriza entre realidad e imaginación.
En su pintura, como en el pensamiento de los griegos antiguos, los elementos fundamentales tienen un significado metafórico: el agua es el paso del tiempo; el fuego, el sexo y la muerte; el aire, la desmaterialización de las formas, y la tierra, la voluntad.
Doffo tiene algo de pintor y algo de filósofo. Probablemente por eso le gustan las simetrías que resultan de espejar lo de arriba y lo de abajo, lo de la derecha y lo de la izquierda, el derecho y el revés, para marcar un centro en torno del que gira todo y en el que reside el motor de lo que se plantea. El escenario, si bien tiene referencias precisas, está envuelto en antinomias que revelan conceptos como los de cielo e infierno, lo grande y lo pequeño, los plenos y los vanos, las vigilias y los sueños, las cuestiones del tiempo.
Doffo tiene una visión meditada del mundo y la profundidad suficiente para captar los aspectos contradictorios de la naturaleza humana y sus impotencias. Trata con grandeza los temas que parecen intrascendentes, porque están ligados a las pequeñas cosas cotidianas que, en realidad, van decidiendo disimuladamente nuestras vidas. Las vías de un ferrocarril, una pista de aterrizaje, una casita o un lago son elementos del lugar único por el que pasa recurrentemente su pensamiento. Pausa entre dos , título de la muestra, invita a reflexionar sobre el destino humano y su paso por la tierra.
Muchas obras son introspectivas y representan las conclusiones a las que lo lleva la obsesiva búsqueda de una trascendencia irremediablemente ligada a la terrenidad. Tal el caso de Vértigo de lo cotidiano , donde el pueblo es el cuerpo, entendido como un campo de batalla entre el placer y el dolor. Otro ejemplo de lo mismo ofrece La lucidez del insomnio (de la que realizó dos versiones), que materializan mediante un espejo la idea de que a una realidad le corresponde otra contraria. Algo análogo ocurre con las representaciones de los sueños. El tema de los opuestos se repite y abundan las variaciones, como en A veces abro los ojos para no ver , una serie de cinco acrílicos de 1999, en los que busca afuera imágenes que lo aparten de su interioridad.
( Hasta el 20 de mayo, en Van Eyck, Santa Fe 834. )
Todo sobre papel
Aunque en general no se trata de grandes obras, impresiona el nombre de algunos de los artistas americanos que integran la colectiva con la que Rubbers inauguró la temporada. Con Bonevardi, Paternosto, Pettoruti, Penalba, Deira, Seguí, Xul Solar, Robirosa, Noé, Matta, Rayo, Lam, Warhol y Lichtenstein, representados con un par de piezas cada uno, se recorre un apurado panorama continental. Su interés es proporcional a su vastedad y variedad. Sin perjuicio de la atención que despiertan los demás autores, por su número, en los argentinos está centrado el peso mayor de la exposición.
( Hasta el 29 del actual, en Rubbers, Suipacha 1175, planta baja. )