En la Sociedad Hebraica, los murales recuperan su frescura
Se trata de obras de Berni, Castagnino, Urruchúa y Battle Planas, entre otros
Tres años antes de pintar la cúpula de las Galerías Pacífico, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y Demetrio Urruchúa pintaron, por primera vez, juntos. El singular legado está en la sede de la Sociedad Hebraica Argentina. Allí, cada uno de los pintores realizó, en 1943, un mural. Años después, en 1958, Juan Battle Planas, confeccionó un mural de mosaicos, que recibe a todo aquel que entra en la sede de la calle Sarmiento.
"Con el paso del tiempo, estas obras sufrieron deterioros. Por eso, las autoridades decidieron que hay que restaurar estas obras de arte", explicó a LA NACION, Gerardo Mazur, director de Cultura de la institución.
"La ofrenda de la nueva tierra", el mural de Castagnino, se encuentra en el café literario de la planta baja de Hebraica. Además del deterioro natural por el paso del tiempo, presentaba golpes, marcas de respaldos de sillas que se habían apoyado allí y rayaduras de la mitad de la obra para abajo, que es la altura a la que llegan las personas. Dos meses llevó su restauración.
"Es un importante testimonio de los inicios de la era muralista en nuestro país, influida por el gran muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, que vino a la Argentina en 1933", explicó a LA NACION Lilia Etcheverry, una de sus restauradoras.
"La cultura dignifica a los hombres y hermana a los pueblos" es un fresco de Urruchúa de 3,30 x 3,27 metros que está en una sala aledaña a la biblioteca popular Alberto Guerchunoff, ubicada en el primer piso de la institución. Un mes y medio llevó su restauración, que finalizó hace treinta días. Era el mural más dañado porque se encuentra en una pared medianera. Los movimientos estructurales del edificio produjeron grietas y profundas rajaduras en toda la obra.
Luego de limpiezas mecánicas y químicas con productos especiales se procedió a consolidar las grietas y a rellenar aquellos espacios donde los daños eran mayores a un milímetro. También se extrajeron intervenciones anteriores que dificultaban la lectura de la obra. Después se produjo la reintegración cromática.
Los murales de Urruchúa, Castagnino y "Literatura, artes plásticas y música", de Berni -este último, en el hall de entrada a la institución, no se restaurará porque se encuentra en mejores condiciones-, se pintaron con la técnica de mural al fresco, algo poco común en la Argentina, que se utilizó también para realizar las pinturas de la cúpula de la Capilla Sixtina, en el Vaticano. Consiste en pintar directamente sobre el mortero húmedo, no como una nueva capa de la pared logrando, de este modo, que la obra quede impregnada en el muro.
La primera galería
Una técnica distinta utilizó en 1958 Juan Battle Planas para su mural de mosaicos, que actualmente se está restaurando.
Este mural, de más de 11 metros de largo por dos y medio de alto, se encuentra muy deteriorado por el paso del tiempo y por la cantidad de gente que pasa por el lugar. Presenta golpes, rayaduras, faltan mosaicos enteros y fragmentos de mosaicos.
Las restauradoras estiman que tardarán dos meses más en dejarlo en óptimas condiciones. "La intervención se realiza siempre respetando fielmente el original", resaltó María Eugenia Madia, restauradora y socia de Etcheverry.
"Ahora que estamos restaurando las obras, la gente las redescubre. Nos pregunta si las hicimos nosotras, o si antes aquí había otra cosa. ¡Y este mural enorme de Battle Planas está en la entrada hace 45 años!", dice Madia, sorprendida.
Una vez que todas las piezas estén en condiciones se utilizarán vallas de protección que permitan una óptima lectura de la obra y luz con filtro ultravioleta para su mejor conservación.
Aunque la tradición muralista no ha sido tan destacada en la Argentina, existen, solamente en la ciudad de Buenos Aires, casi 500 murales, que forman parte de su patrimonio cultural, según un reciente relevamiento realizado por la Secretaría de Cultura porteña.
Con luz ultravioleta, lupas, hisopos y jeringas, en andamios y con mucha paciencia, los murales de la Sociedad Hebraica Argentina volverán a lucir como hace 60 años cuando Berni, Battle Planas, Urruchúa y Castagnino los pintaron.
"Los consideramos un tesoro público y estamos muy orgullosos de que la gente los visite", dijo Mazur.
Será un aporte más de la Sociedad Hebraica a la difusión del patrimonio cultural, una entidad que hace décadas puso en funcionamiento la primera galería de arte privada no comercial que existió en la ciudad.