En Instagram. Una galería de autores olvidados o desconocidos curada por un escritor nacional
“La clase media, aunque diga lo contrario, ya no está interesada en la idea de cultura que hizo de la Argentina un país notable”, dice Jorge Fondebrider; en la red social recrea su oficio de periodista cultural
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Escritor, traductor, antólogo, periodista cultural, difusor de la literatura irlandesa y creador del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956) es también un instagrammer a seguir por los interesados en cuestiones literarias en la red social. Desde su cuenta @fonde_dice en Instagram, hace recomendaciones de autores poco conocidos u “olvidados” por lectores y editores apabullados por el ritmo de las novedades editoriales (algunas en verdad olvidables).
La austriaca Ingeborg Bachmann, el Nobel italiano Luigi Pirandello, la colombiana Piedad Bonnett, los franceses François Villon, Geroges Perec y Jean-Marc Moriceau, las irlandesas Mary Lavin y Jan Carson, la chilena Elvira Hernádez, el escocés Alastair Reid (introductor de la poesía de Borges y de Neruda en Gran Bretaña) y los cordobeses Alejandro Schmidt y María Teresa Andruetto conviven en la cuenta de Fondebrider en Instagram, que puede ser leída como una galería abierta de retratos de escritores.
A una primera cuenta de Instagram, donde alterna fotos de viajes por ciudades extranjeras y barrios porteños con los discos que escucha y comenta y una serie de “pensamientos en la pandemia”, dedicada a criticar el periodismo cultural, creó @fonde_dice a pedido de los seguidores.
“Surgió casi por casualidad -cuenta Fondebrider a LA NACION-. Toda mi vida me dediqué al periodismo cultural. Pasé por casi todos los diarios porteños, escribí para Chile, Uruguay, México y Francia hasta que el rumbo que tomaron los suplementos culturales, cada vez más al servicio de los negocios y las modas, me empezó a molestar. Al mismo tiempo, como lectores de la red me pedían consejo sobre libros, decidí abrir otra cuenta, exclusivamente dedicada a todos los géneros, para recomendar a escritores injustamente olvidados o mal conocidos o nunca traducidos y, en algunos casos, libros que considero fundamentales, con la premisa de que nunca se trate de novedades porque, para mí, la novedad no es un criterio de valor. El comentario de las novedades le sirve más al mercado que a la cultura”.
Este año el sello español Pre-Textos lanzará Una traducción de París -libro de viajes con apuntes de escritura y crítica cultural- y Eterna Cadencia, la traducción anotada de Bouvard y Pécuchet, de Gustave Flaubert, a cargo de Fondebrider. Su hijo menor, al ver lo que su padre había empezado a escribir debajo de las fotos, dijo que era “Sarmiento con Instagram”. Hay una publicación sobre el autor de Viajes por Europa, África y América. “Además de la educación obligatoria, libre y gratuita, las muchas instituciones por él fundadas y los árboles plantados para el futuro, este libro también entra entre las cosas que hay que agradecerle”, escribe Fondebrider.
Diariamente, elige a un escritor o una escritora. “Para mi sorpresa, los seguidores de la cuenta se multiplican a diario, la gente opina y agradece, y a veces comparte información: tengo lectores de todas partes del mundo que añaden datos -revela-. Algunos, cuando se trata de libros traducidos, me piden que los oriente con las traducciones, cosa que hago cada vez que puedo. En síntesis, me ocupo de lo que quienes están ocupados con la actualidad no hacen y pienso la literatura en un sentido amplio, sin limitarla a las novelas, que son la única variante que considera el mercado, junto con la literatura infanto-juvenil, que es buen negocio, los libros de pseudohistoria, de pseudopolítica y los de autoayuda”.
Fondebrider reconoce que tuvo la fortuna de formarse como periodista cultural con profesionales como Jorge Aulicino, Elvio Gandolfo y Diego Fischerman. “También fue muy importante haber sido secretario de redacción en Diario de Poesía y haber trabajado codo a codo con Daniel Samoilovich -dice-. Pasé por muchas redacciones y vi de todo: compañeros jóvenes que, cuando se moría alguien, no sabían quién era y te preguntaban si había que hacer una necrológica o no, y que cuando les decías que sí, no tenían idea de a qué o a quién recurrir para documentarse; otros copiaban al pie de la letra la publicidad de los libros españoles, sin tener memoria alguna de que muchos de esos libros que se presentaban como ‘novedades’ previamente se habían publicado en la Argentina. Sin hablar de los que se atienen a repetir discursos y agendas ajenas, sin capacidad ni ánimo de producir sus propios discursos o sus propias agendas. Aceptan todo lo que les venden sin analizarlo y sin inmutarse le dan la misma importancia a lo realmente importante y a lo insignificante. La Biblia junto al calefón”.
Para Fondebrider, una cosa es lo que se publica y otra es lo que se vende. “Hay quien piensa que lo segundo condiciona lo primero y quien buscar equilibrar las cosas, corriendo riesgos y apostando a la excelencia que siempre demostró la edición en la Argentina. Hay muchos malentendidos: conozco a mucha gente que se babea con un catálogo como el de Anagrama, cuyas traducciones son muy poco ecuménicas y que llevan al lector hispanoamericano a leer con incomodidad, pero son pocos los que saben de Fabril Editora, que antes que la exeditorial de Jorge Herralde hizo mucho más y mejor. No creo que hoy se arriesgue más que cuando Santiago Rueda publicaba a Joyce, a Wasserman, a Dos Passos; o Juan Goyanarte, a Pavese. Los buenos editores y los buenos traductores son una marca registrada del país; con los escritores es distinto: fluctúan”.
El problema pasa, según el autor de La Buenos Aires ajena. La ciudad vista por los viajeros extranjeros. 1536-1999, por el lugar que ocupa la cultura en la actualidad. “Antes, las modelos confesaban a la revista Gente que escuchaban a Bach y a Vivaldi y que leían a Borges y a Sabato; hoy no tienen empacho en hablar de la cumbia villera o similares, y de señalar a Osho como lectura de cabecera. Sospecho que antes mentían, pero, al hacerlo, estaban mostrando cierta vergüenza que ya no existe porque la clase media, aunque diga lo contrario, ya no está interesada en la idea de cultura que hizo de este un país notable. No creo que bailando cumbia para festejar una elección, proclamando ciudadano ilustre a La Mona Jiménez o a L-Gante se esté edificando algo mejor. Los gobiernos, cualquiera sea su signo, tienen una gran responsabilidad que no cumplen”.
Da como ejemplo de acción responsable la del Centro Nacional del Libro, en Francia, que destina 800 millones de euros anuales a la actividad editorial. “Así consiguen que los libros ocupen el tercer lugar, luego del petróleo y las armas, como fuente de ingresos para el país -grafica-. Los franceses no ayudan a la cultura, invierten en ella”.
De las políticas culturales argentinas destaca los subsidios y las compras de la Conabip. “En muchos casos, les salvan la vida a los medianos y pequeños editores y, a la vez, ayudan a las bibliotecas -sostiene-. También creo en la enorme importancia del Programa Sur, de la Cancillería, para estimular la publicación de autores argentinos en el exterior. La labor de Diego Lorenzo es ejemplar. Los premios nacionales y municipales son poco claros. Fui jurado del premio nacional y me vi en el brete de tener que elegir entre un excelente libro de un escritor relativamente joven y un libro bastante flojo de un escritor mayor. Como lo que estaba en juego era una pensión vitalicia, la responsabilidad era muy grande. La ley de traducción llegó dos veces a la Comisión de Cultura de Diputados, pero se cayó por el lobby que hicieron las cámaras del libro y por la confusión que sembraron los traductores públicos, cuya especialidad es otra que la de los traductores literarios. El Fondo Nacional de las Artes se ocupa exclusivamente de los jóvenes. Sería interesante cruzar alguna vez los nombres de quienes ganan los premios y de quienes los otorgan”.
Dirige el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, que tiene ya catorce años de vida. “Tuvimos siete años en el Centro Cultural de España y cinco en el Instituto Goethe -detalla-. Luego vino la pandemia y nos llamamos a receso de nuestras actividades presenciales, aunque pronto habrá novedades. El blog (clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot), alimentado diariamente con notas sobre temas de traducción, políticas de la lengua, el mundo editorial y reflexiones sobre el estado de la cultura, sigue muy activo, con cinco entradas semanales. Modestamente, contribuimos a que personas que ejercen una profesión muy solitaria hayan accedido a un cúmulo de informaciones que antes no tenían. También ayudamos a la visibilización del oficio. Seguimos peleando por nuestros derechos. Parte de la actual batalla está en convencer a los editores de que, antes que las distribuidoras y las librerías, los autores y traductores somos sus principales aliados, y que los porcentajes que percibimos, entre el 10 y el 8% sobre el precio de tapa en el caso de los autores y entre el 4 y el 1 % en el caso de los traductores, es injusto comparado con el más de 30% de las distribuidoras y del 35 al 50% de librerías. Los libros podrían existir sin distribuidoras, e incluso sin librerías, pero no sin autores, traductores y editores”. Dentro y fuera de Instagram, “Fonde” tiene mucho para decir sobre cuestiones culturales.
Para agendar
El 5 de agosto a las 17, en la próxima edición de la Feria de Editores, que se realizará en C Complejo Art Media (avenida Corrientes 6271), Valeria Tentoni, Ana Negri y Jorge Fondebrider conversarán sobre Georges Perec. “Lo infraordinario” es una disertación alrededor de lo cotidiano como punto de partida de la búsqueda literaria.