En busca de la pampa perdida
Los amantes de la naturaleza y los ecologistas deberían leer los admirables libros de Guillermo Enrique Hudson, que acaban de reeditarse. El gran escritor nació en Quilmes en 1841, fue educado por preceptores británicos, dejó el país en 1874 y escribió todos sus textos en inglés. Pero lo mejor de su producción se alimenta del recuerdo emocionado de su período argentino.
LA publicación reciente de varias traducciones de obras de W. H. Hudson ( El naturalista en el Plata, Días de ocio en la Patagonia , La tierra purpúrea y Allá lejos y hace tiempo , esta última a mi cargo) parece revivir para el público la entrañable imagen de este escritor singular.
Recuerdo que cuando publiqué su biografía hace años, como resultado de una beca de la Fundación Guggenheim que me permitió leer cuanto fue escrito sobre él, su copiosa correspondencia en colecciones particulares y las referencias de los amigos en libros desconocidos y dispersos, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos, lo único que se les ocurrió preguntarme a los periodistas en sucesivos reportajes era por qué sostenía yo que Hudson fue un escritor inglés. Esta reiterada pregunta acerca de un volumen que contenía material suficiente para formular muchas otras, menos nacionalistas y más importantes, me lleva hoy a aclarar ese punto. Si bien Hudson es argentino según las leyes de un país inmigratorio que se atienen al derecho del suelo, como escritor es inglés porque creo que un escritor pertenece a la lengua que utilizó para escribir y que moldeó su pensamiento. Nadie diría que Conrad es un escritor polaco aunque nació en Polonia;ni que es indio Kipling, nacido en Bombay; ni que Bianciotti, indudablemente argentino, pertenezca a otra literatura que la de Francia. La influencia de la literatura inglesa es tan obvia en Hudson, tan frecuentes las alusiones a poetas célebres y hasta a la Biblia en inglés, que sólo por desconocimiento se pudo afirmar, como lo hizo alguno, que Hudson pensaba en español.
En torno a él se ha tejido una leyenda, propagada por biógrafos que sólo lo conocieron por traducciones y por los libros referidos a la primera parte de su vida, que lo presenta como una suerte de gaucho perpetuamente nostálgico de las pampas que dejó, para no volver nunca, a los treinta y tres años de edad. Sin embargo, y aceptado que añoró su infancia como nos ocurre a casi todos, y que los paisajes en que ésta transcurrió dejaron en él un recuerdo imborrable, no debemos olvidar que vivió en Inglaterra los cuarenta y ocho años que le restaban vivir y que, de los veinticuatro volúmenes que constituyen sus obras completas, sólo una cuarta parte se refiere a la región del Plata; el resto está dedicado a describir la campiña inglesa en general y sus aves en particular, con la excepción de tres novelas que suceden en La Guayana, en Londres y en un utópico momento del futuro.
Cuando Hudson llegó a Inglaterra, a la que llamaba home y la tierra de mi deseo , no pudo reprimir su deslumbramiento. Desde Southampton le escribe a su hermano Albert que encuentra la ciudad hermosa con sus anchas calles, sus magníficos olmos y castaños de Indias, sus antiguos edificios de piedra; en los alrededores maravillosamente verdes, ve las flores silvestres que sólo conocía por los poetas y los pájaros cuyos cantos apenas había podido imaginar.
Se ha planteado más de una vez, como misterio insoluble, el motivo que impulsó a Hudson a dejar su país natal para radicarse en Inglaterra. Para mí la respuesta es clara: los padres habían muerto, la familia estaba dispersa y él permanecía soltero; es decir, no le quedaba ningún lazo familiar lo bastante fuerte para detener su partida. Además, sus aficiones ornitológicas lo habían llevado a relacionarse con la Zoological Society de Londres y con los especialistas Sclater y Gould; no tenía ningún futuro en la Argentina de aquellos tiempos, mientras que en un gran centro científico eran mucho mayores las posibilidades de estudiar, perfeccionarse y hasta adquirir algún renombre.
Es verdad que los primeros tiempos en Londres fueron duros, no conseguía quien le publicase y vivía en la mayor pobreza; hasta se sospecha que se casó con Emily Wingrave, la dueña de una de las pensiones en que vivió, una mujer bastante mayor que él, poco atractiva e intelectualmente incapaz de estar a su altura, para asegurarse el techo y la comida. Creo que esta versión es un poco exagerada; no olvidemos la gran soledad de Hudson, sin afectos y sin amigos, y la imposibilidad en ese momento de frecuentar otros medios y de encontrar una muchacha más adecuada, cuyos padres, en caso de hallarla, no se la habrían entregado nunca a un desconocido que no tenía un centavo. La pobre Emily que, sin duda, estaba enamorada de él, lo acompañó y atendió como pudo durante los largos años de su matrimonio, caminando en pos de su marido el día entero por los condados del sur en busca de pájaros y alojándose en chozas pobrísimas donde faltaba hasta lo esencial.
Poco a poco y a partir de su vinculación con Edward Garnett, Hudson conoció a otros escritores y, al final de su vida, tuvo tantos amigos que, según dijo, no podía aceptar las invitaciones de todos. Una vez por semana tenía unos almuerzos literarios en que se reunía con gente como John Galsworthy, Joseph Conrad, W.B. Yeats, Robert Cunninghame Graham, Hilaire Belloc, John Masefield y muchos otros, que lo elogiaban y alababan su prosa, aunque, según cuenta Ford Madox Ford, él solía refunfuñar: "No soy un artista. Soy un naturalista de campaña que describe lo que ve". Y,cuenta Ford, se salía a veces de sus casillas y exclamaba con violencia: "Yo no soy un maldito escritor como ustedes. Soy un naturalista del Plata".
Sin embargo, la serie de libros sobre el campo inglés que le darían fama en su idioma lo muestran como un escritor cabal. Algunos de ellos, como Nature in Downland , Afoot in England o A Shepherd´s life , son obras maestras. "¡Qué escritor tan inglés, en el sentido en que son ingleses Charles Lamb, Fielding, Cobbett, Michael Drayhton y John Clare!", dice H. J. Massingham en su libro Untrodden Ways , cuyo primer capítulo está dedicado a Hudson, y agrega luego que éste avanza hacia "esa unidad del conocimiento con la emoción, que darán su expresión más completa al alma humana".
En la Argentina conocemos a Hudson por sus recuerdos de infancia y juventud, invalorables como testimonios de una época, pero no se debe olvidar que sus libros sobre Inglaterra, escritos dentro de una larga tradición de observadores de la naturaleza en una prosa impecable que supera a todos sus colegas, le ganaron la admiración de los mejores escritores de su tiempo.
En los últimos años, Hudson, que en Inglaterra había caído casi en el olvido, empezó a ser revalorizado por su labor de pionero en la protección de la naturaleza. Desde la Royal Society for the Protection of Birds, a cuyo directorio perteneció durante un largo período, escribió numerosos folletos, más de uno exasperado, en contra del comercio de plumas. Feathered Women (Mujeres emplumadas)es el más conocido. Allí condena la moda de entonces de llevar plumas y hasta pájaros en los sombreros femeninos, en especial las famosas aigrettes procedentes del plumaje nupcial de una garza blanca africana. Matar a los padres en el momento de la nidificación significa que los huevos o los pichones también morirán por falta de calor o de alimentos, con grave peligro para una especie cuya belleza describe Hudson con lírica poesía. De las señoras a la moda dirá, en Adventures among birds son "El regimiento de horribles mujeres que persisten en decorar sus cabezas con aigrettes y con cadáveres de pájaros asesinados". Otros de sus blancos son los coleccionistas, exterminadores de especies raras y los terratenientes criadores de faisanes para la caza, cuyos guardabosques matan todos los predadores.
Hudson fue olvidando el español imperfecto que sabía, aprendido de los gauchos, y en su vejez apenas consiguió recordarlo; desgraciadamente, nunca se relacionó con la clase culta argentina, y todos los que trató aquí, desde los médicos que lo atendieron hasta el fotógrafo que lo retrató, tienen apellidos británicos. La biblioteca de su casa era una austera colección en inglés de autores tales como Gibbon, Carlyle y San Agustín.
Escritor de gran calidad y delicados matices, con una prosa diáfana cuyo mejor adorno es esa simplicidad que sólo se consigue con incomparable destreza, los argentinos nos debemos alegrar porque difundió en una lengua casi universal la imagen de las llanuras que lo vieron nacer;una imagen transfigurada por el cariño y la lejanía y sin embargo fidelísima. Si por el idioma que usó escapa a nuestra literatura, es acaso el mejor cronista que tuvimos: veraz como el más reponsable, pero encantador como ninguno.
La novela más reciente de la autora es Trenza de cuatro .
Perfil
- En Buenos Aires: Hudson nació en Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, en 1841. (Murió en Londres en 1922.). Sus padres eran norteamericanos. Hoy hay un museo en lo que fue la casa natal del escritor (formaba parte de la estancia Los Veinticinco Ombúes) en el Parque Ecológico Cultural que lleva su nombre, en Florencio Varela.
- Educación: recibió instrucción de preceptores ingleses. Visitó Buenos Aires, pero las ciudades no lo satisfacían, en cambio le apasionaba el contacto con la naturaleza. Desde muy pequeño fue un agudo observador del paisaje y de los pájaros. En 1874 dejó la Argentina. Llevaba consigo un acopio de recuerdos con los que construyó su obra.
- La fiebre amarilla: este trágico episodio porteño fue evocado por Hudson, cuando vivía en Inglaterra, en su libro Ralph Herne.
- Novelas y cuentos: En 1885, aparece La tierra purpúrea , su primera novela, que no tuvo éxito, pero que él estimaba mucho.Un año antes, La Nación había publicado, en folletín, La confesión de Paulino Viera . La edad de cristal es de 1887. Cinco años más tarde, se edita El ombú. Mansiones verdes , de 1904, es quizá la novela más difundida de Hudson.
- Ensayos: El naturalista en el Plata , 1892; Días de ocio en la Patagonia , 1893; Nature in Downland , 1900. Hampshire Days , 1903; Afoot in England , 1909; Aventuras entre pájaros , 1913. El libro de un naturalista , 1919; Un vendedor de bagatelas , 1921.
- Autobiografía: Allá lejos y hace tiempo , 1918, su libro más popular en la Argentina.
- Valoración: hoy se lo podría considerar como un precursor de los movimientos ecológicos. Hudson odiaba el progreso industrial así como amaba la naturaleza. Sus narraciones imaginarias se basan en el rescate de tradiciones populares. La observación de los pájaros, los insectos y otros animales son, a la vez, precisas, apasionadas y románticas.