En busca de Dios
VIAJE TERRESTRE Y CELESTE DE SIMONE MARTINI Por Mario Luzi-(Grupo Editor Latinoamericano)-Trad., introd. y notas: M.J. De Ruschi Crespo-240 páginas-($ 22)
En la primera mitad del siglo XIV, Simone Martini, célebre pintor sienés, emprende el viaje de regreso a su ciudad natal desde Avignon, acompañado por su mujer, su cuñada, una monja y un estudiante. La travesía, que comprende diversas etapas (el cruce de los Alpes, Génova, la llanura padana, Florencia y, en fin, Siena), es en realidad el último viaje del artista, antes de despedirse definitivamente del mundo. Esta es la trama de Viaje terrestre y celeste de Simone Martini , poema lírico-narrativo compuesto por Mario Luzi en 1994, que suscitó el interés de la crítica italiana, que ya por entonces había consagrado a su autor como al último gran poeta del siglo todavía vivo.
La poesía de Luzi ha de insertarse en el grupo de los herméticos, la corriente nacida en Florencia en los años treinta, que propulsaba una poética antirrealista y una decidida fe en la fuerza gnoseológica de la palabra visionaria, de carácter mallarmeano. La obra de Luzi comprende varios volúmenes, entre los cuales se destacan La barca , Avvento notturno , Primizie del deserto , Nel magma , Al fuoco della controversia y la trilogía Frasi nella luce nascente , compuesta por Per il battesimo dei nostri frammenti , Frasi e incisi di un canto salutare y el libro del que nos ocupamos, Viaggio terrestre e celeste di Simone Martini , primer libro de Luzi que llega hasta nosotros, integral e impecablemente traducido al castellano y anotado por María Julia De Ruschi Crespo.
El recorrido de Simone Martini no es una descripción de geografías, sino sobre todo, un itinerarium mentis ad Deum , esto es, una vía mental de búsqueda de Dios y comprensión del misterio divino. Los instrumentos de conocimiento de los que el pintor dispone, en esta grandiosa evocación de Luzi, son tres: el estado de duermevela o ensueño, la enfermedad y los colores y la luz. Respecto del primero, es realmente notorio cómo el poeta recrea estados psicológicos "de tránsito", cuando la conciencia baja la guardia, sobrevienen las sombras del sueño y el sopor y la mente, que "se adormece/ se abisma", cede a la razón, es invadida por la visión y finalmente comprende.
Por ello en el libro muchas cosas se con-funden: el pronombre "ella" es, a veces, Giovanna, la mujer del pintor; otras, la Virgen o la Primavera; las más de las veces, las tres simultáneamente. El pronombre "él", por otra parte, alude a Simone, desde el punto de vista del estudiante o del poeta, pero también puede ser Cristo. Los pronombres, simbólicamente, connotan así una identidad casi siempre equívoca, volátil y mutable.
La enfermedad es también vía de conocimiento: a través de ella, reconocemos nuestra vulnerabilidad. Ella es la antesala de la locura, de la pérdida total de todo sentido. Para Simone, en su camino de fe, su enfermedad es el signo inequívoco de un destino de trascendencia, de una prueba.
El tercer elemento son los colores y la luz: sobresalen el oro y el lapislázuli, que forjaron el estilo inconfundible de Simone, ahora explotado por Luzi. Descuellan las descripciones del azularse del cielo, del poniente encendido y del despertarse de las tonalidades al alba, momentos temporales y psicológicos de pasaje, que subrayan la idea primigenia del tránsito.
Estos instrumentos permiten a Simone dirimir las cuestiones que lo obsesionan y que constituyen las etapas "reales" de su viaje: la aceptación de una Voluntad Suprema que ordena por sobre nuestra mísera condición humana; la admirable vocación de la semilla (nudo de toda la historia del hombre, que nace, se desarrolla y muere para dar continuidad al misterio de la existencia) y, sobre todo, el doloroso papel del artista, innoble hacedor de un mundo no comparable al creado por Dios.
Todo artista está agobiado por su oficio. En su viaje terrestre, Simone Martini "no es complaciente, no se deleita/ en su obra": es el "Papillon-Sombre", la mariposa sombría, signada por la muerte inminente y la búsqueda deseperada de la luz que aniquila. En dos versos de claro carácter borgiano, Luzi sentencia: "Es mínimo el papel/ de cada uno y espléndido el poema". "¿A qué paraíso de salud,/ de luz y libertad,/ arte, me escoltas con tu hechizo?", inquiere, angustiado, Simone. Todo el libro podría resumirse en la siguiente cuestión: ¿El arte expresa la vida o el recuerdo de la vida? ¿El artista vive o rememora? La disputa se resuelve en términos cristológicos, como toda la obra de Luzi: el sacrificio del artista es el calvario de Cristo.
De allí que Simone (ya a esta altura deberíamos decir Simone-Luzi, pues el libro se transforma en un examen autobiográfico), con la conciencia enferma y adormecida, tras múltiples recuerdos, desvaríos, deseos y frases dichas a medias, pronuncie esta plegaria: "No permitas que mi obra / se cierre en sí misma,/ se vuelva vaniloquio, culpa".
El artista que ha tenido como objeto lo sublime no debería sentirse culpable. Simone, que antes de entrar a Florencia acusa a los nuevos artistas que desconocen su obra de que "sus signos no se cifran en lo alto", lo sabe. La cifra, es decir, el camino hacia lo alto (el viaje celeste) resulta inalcanzable sin el tránsito terrestre. La angustia del pintor sienés es, en fin, la de todo el género humano: "Se difunde, desasosiego,/ esa divina insuficiencia,/ que hace vibrar, que enciende/ planeta o astro/ la habitación, la casa./ Allí urde su historia/ el hombre, su ilusión,/ allí forja su temple./ Para que nada repose, nada duerma". La aparente tautología final sobre la esencia del ser ("Es, el ser. Es.") no elimina la interrogación conclusiva: "¿Es quizás el paraíso/ esto? ¿O más bien, luminoso engaño,/ una oscura y jamás vencida/ ab origine, sonrisa nuestra?" En una entrevista a Mario Luzi, incluida en su Obra completa publicada en Italia, en 1998, el poeta confiesa: "La pintura sienesa, además de haberme hecho apasionar por el arte, es en sí misma una manera de síntesis y transformación de la realidad, que quedó grabada en mi gramática mental y estilística". En la obra de Luzi, este viaje sienés se nos presenta, en fin, como el fabuloso testamento poético del último viaje.