"El primer cuadro que compré en subasta fue La canción del pueblo, de Emilio Pettoruti, en Saráchaga. Al día siguiente tenía a todos los inspectores en casa", recordaba Eduardo Costantini en una entrevista con LA NACION hace casi dos décadas. Se disponía a inaugurar el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), al que donó entre más de doscientas obras esa pieza de uno de los artistas argentinos más cotizados del mundo.
Aquel remate porteño de 1993, donde el empresario pagó 324.000 dólares por una pintura -la primera de varias de uno de sus artistas favoritos-, no fue el primer hito ni el último en la historia del maestro platense, de cuya muerte se cumplirá medio siglo el año próximo. Otro importante coleccionista argentino, Carlos Pedro Blaquier, compró El quinteto en Sotheby's en 1980, por 209.000 dólares; la vendió nada menos que el Museo de Arte Moderno de San Francisco, donde Pettoruti expuso en 1944.
Otro récord llegaría en 2012, cuando Concierto alcanzó el precio más alto registrado por una pintura argentina en subastas: un comprador anónimo pagó por esa naturaleza muerta 794.500 dólares en Christie’s de Nueva York, que cuatro años antes había vendido El Cantor por apenas 12.000 dólares menos.
El reconocimiento no llegó rápido para este descendiente de inmigrantes italianos, devenido pionero de la renovación artística argentina. Rechazo fue lo que cosecharon las obras que mandó al Salón Nacional desde su primera estadía en Europa, donde tomó contacto con el futurismo y el cubismo antes de regresar al país en 1924. También la propuesta de Ernesto de la Cárcova de comprar ese año una de sus obras más importantes, Pensierosa, para el Museo Nacional de Bellas Artes -que hoy posee varias, al igual que Colección Amalita- y una muestra en la galería Witcomb que desató un escándalo.
"Hubo un tiempo en que sus cuadros debían presentarse bajo vidrio, por la cantidad de escupitajos que recibía por día -asegura el Ministerio de Cultura de la Nación en su sitio web-. En la Argentina, para muchos, era considerado un ‘artista degenerado’ y una ofensa para ‘la dignidad de la patria’".
¿Por qué? Por mostrar otra manera de ver el mundo. A través de su obra y sus escritos en el diario Crítica, y más tarde como director del Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata que hoy lleva su nombre, defendió la imagen abstracta en una sociedad acostumbrada al naturalismo. Una sociedad que reaccionó como aquellos hombres de la caverna, representados por Platón en su célebre alegoría. "Es lo que pasa con los que están muy avanzados a su época -dice Costantini-. Junto con Xul Solar, Pettoruti trajo el modernismo a la Argentina y supo traducir su lenguaje a la cultura local".
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