Elsa Barber: “Tenemos que arreglarnos con lo que hay; las mujeres tenemos esa habilidad”
Como en esos chistes que se cuentan en la infancia, el colmo de un bibliotecario es, sin dudas, tener una biblioteca caótica. No es el caso de Elsa Barber, sucesora de Alberto Manguel en la dirección de la Biblioteca Nacional. En su casa, los libros están organizados por temas aunque, según confiesa con una sonrisa, no siempre impera el orden en los anaqueles. "Es un sistema que solo yo entiendo", revela la primera bibliotecaria de carrera al frente de la institución que tuvo como directores a Paul Groussac y a Jorge Luis Borges. Hasta el nombramiento de Barber en julio, ninguna mujer había alcanzado la dirección.
Hoy las bibliotecas del país están cerradas porque los bibliotecarios celebran su día. En la Nacional habrá mañana un festejo interno, que encabezará Barber por primera vez desde que ingresó como subdirectora en 2007. De formación técnica y bajo perfil, en once años le tocó más de una vez enfrentar situaciones difíciles. Durante la gestión de Horacio González, período que Barber recuerda como "muy complicado", impulsó la licitación de un sistema de software pago para digitalizar el catálogo de la BN: una iniciativa que la envolvió en una polémica pública con los defensores del software libre. Luego, durante la transición entre González y Manguel, ocupó la dirección en forma interina por seis meses hasta que asumió el autor de Una historia de la lectura. Fue un período "durísimo", con más de 200 despidos, carro policial en la puerta del edificio de Avenidas Las Heras y Agüero y ambulancias para atender a empleados descompensados y angustiados a causa de los telegramas que anunciaban la reducción del personal. Blanco de críticas, Barber pasó aquellos meses encerrada en su despacho, según contó a La Nación durante la entrevista.
El anuncio de su nombramiento, inmediatamente después de la renuncia de Manguel, generó incertidumbre puertas adentro. Aunque tanto el ex director como Pablo Avelluto, ahora Secretario de Cultura, aseguraron que no habría nuevos despidos, por los pasillos volvieron a correr los fantasmas de aquellos seis meses de Barber como directora interina. Por estos días, el clima está más tranquilo. O al menos eso parece cuando se ingresa por la puerta de atrás, la de empleados y proveedores, que suele estar repleta de carteles de denuncia y protestas.
Eso sí: lo que preocupa a Barber y, también al personal, es el presupuesto. Faltan largos meses de 2018 y la partida de la BN queda corta para pagar sueldos, insumos, gastos propios del funcionamiento de una institución de esas características, además de actividades de extensión cultural como muestras y talleres, y la reapertura del Museo del Libro y de la Lengua, antes de fin de mes, con el arranque del Centro de Lectura Infantil y Juvenil Dailan Kifki, uno de los últimos proyectos de Manguel. Barber se reserva los números y los detalles, pero algunos empleados aseguran que no hay plata para colocar alarmas ni pagar horas extras del personal de seguridad. De los otros proyectos de Manguel, se suspende por razones presupuestarias la creación de un centro dedicado a los pueblos originarios que el ex director había anunciado para alojar en el Museo.
Es por eso que, cuando se le pregunta cómo define esta etapa que recién comienza, Barber no duda: "Mi gestión es una continuación de la de Manguel, aunque más austera. Me obsesiona encontrar el equilibrio entre la parte bibliotecológica y la de extensión cultural. Pero que si el presupuesto no alcanza, priorizaré lo técnico. Si no tengo plata para comprar estantes para los libros… qué hago. Hay que hacer lo que se pueda".
–Cuando un director de una biblioteca pública europea se entera que en la Argentina cambia el director de la Nacional con los cambios de gobierno, no lo entiende. ¿A qué cree que se debe el peso político que tiene el puesto en este país, dado que la BN es autárquica y tiene una función social que excede la política?
–Creo que es algo que arrastramos a través de los años porque en la historia de la Biblioteca Nacional, en los 208 años que cumple en estos días, es lo que ha pasado. Es cíclico. En nuestro país, es tan difícil que haya instituciones que tengan una continuidad, que es lo importante para que se solidifique la institución y la política o el modelo que viene desarrollando. En estos últimos años ha habido una cierta continuidad porque yo asumí como subdirectora en 2007 y ahora continúo como directora. Pero no ha sido lo común.
–¿Es un cargo más político que técnico? Por algo es noticia que sea la primera bibliotecaria de carrera que alcanzó la dirección.
–Uno termina siendo un marciano (risas), pero eso pasa en este país y en América Latina. Es el presidente quien designa al director, a través del ministerio o secretaría. Es un cargo más político que técnico. Desde el ámbito bibliotecológico siempre hemos sido muy críticos a esta cuestión, siempre pensábamos que el director de la BN debía ser un bibliotecario. Y si no, que al menos lo fuera el subdirector. En mi caso se cumplió. Creo que fue un avance muy importante, logrado por una fuerte presión de la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina. En España, por ejemplo, el cargo lo concursaron.
–Acá nunca se planteó la posibilidad de concursar el cargo.
–Del director, no. Se estuvo hablando de la cuestión, pero quedó ahí. Hay una tendencia que al director lo nombran las autoridades.
–¿Y cómo se siente ahora que está en ese lugar?
–Muy rara. Será porque hace once años que estoy y he tenido siempre una función muy operativa. Yo trabajé a la par de la dirección siempre, con todo el personal, para llevar adelante el proyecto que tenía planteado: hacer el famoso catálogo digital unificado, que no tenía cuando llegué. Había 70 bases de datos diferentes. Como no había una decisión política respecto de qué hacer con los fondos de la BN, cómo organizarlos, cada departamento generaba su propia base de datos bibliográficos. No estaba unido. Y ese fue mi gran proyecto desde 2007. Cuando asumí, quería separarme de la cuestión política. Nunca en mi vida hice política partidaria; sí política bibliotecológica y cultural. Y a raíz de eso siempre fui muy querida y muy odiada.
–¿Por qué?
–Porque hay distintas posturas en la disciplina, como pasa en otras. Existen diferentes visiones con respecto a gestionar un catálogo a través de un software libre y uno propietario. Lo que planteaba, en ese momento, es que la BN, como cualquier biblioteca nacional del mundo, debía tener un soft que fuera debidamente probado y que fuera un sistema integrado de gestión bibliotecaria.
–¿La defensa del soft libre es sólo una cuestión de recursos?
–Es una cuestión, yo creo, de filosofía. Y también es una política. Hay bibliotecas pequeñas que pueden trabajar con un soft libre porque no tiene sentido que adquieran un sistema. Pero una biblioteca como la Nacional no podía tener tantas bases de datos, que estaban hechas en soft libres y no permitían hacer un desarrollo integrado.
–¿Y cómo le fue con ese objetivo?
–Muy bien. Fue un camino muy duro. Hicimos una licitación pública nacional e internacional durante la gestión de González. La BN no tenía experiencia en el armado de licitaciones públicas. Se trabajó con todos los sectores para establecer qué tenía que tener ese sistema para que fuera útil para la BN. No era una cuestión económica, era una decisión política hacerlo o no hacerlo, darle importancia o no a esa cuestión. En cuatro años logramos implementarlo.
–¿Cómo recibió la biblioteca en cuanto al presupuesto, que ya está ejecutado en un buen porcentaje? Manguel, poco antes de irse, dijo que no había plata ni para el café. Usted declaró apenas asumió que el tema le preocupa.
–Sí, ¡todo fácil me toca a mí! Pero creo que solo las mujeres tenemos la habilidad de arreglarnos con lo que hay. La cuestión presupuestaria la sufrimos desde enero de 2016. Yo le dije a Manguel que teníamos que seguir trabajando, hacer que la biblioteca funcione. El encontró una institución ordenada, dentro de su orden propio, que no fue lo que yo encontré en 2007, y luego hubo que reordenar de acuerdo a su manera de trabajar, que también coincidía con la mía. Trabajamos juntos, de modo que hay una continuidad. El me sedujo cuando hablamos por primera vez y me dijo que la biblioteca tenía que ser una biblioteca: nunca nadie me había dicho que esto que es una biblioteca debía ser una biblioteca. Yo no digo que no se hagan muestras y talleres. Al contrario. A mí me encanta ver la biblioteca con mucha gente. Sobre eso he cambiado mi opinión. Antes pensaba que la BN tenía que ser solo lugar de custodia del acervo nacional, como nos enseñaron en la facultad en mi época.
–¿Tiene idea de para qué le alcanza lo que queda del presupuesto?
–Y… nos alcanza para llegar bien. Vamos a tratar de hacer una gestión más austera, tratando de cumplir con la planificación, administrando lo que tenemos de otra manera. Por otro lado, pedimos un pequeño refuerzo presupuestario y nos llegó. Nos están dando mucho apoyo. Hay un gran compromiso por parte de los directores generales que me acompañan. Estamos trabajando en conjunto y diciendo al personal que es un momento muy particular del país y que vamos a gestionar de manera más austera. Vamos a tener que distribuir el presupuesto de manera equitativa, donde logremos un equilibrio entre la biblioteca y la extensión cultural. Encontrar ese equilibrio es mi obsesión. En la parte biblioteca en sí, si no tengo para comprar estanterías y siguen ingresando libros, dónde los pongo; si no tengo insumos para la parte de prevención y conservación no lo puedo sacar de otro lugar que no sea del presupuesto. En cambio, lo cultural lo puedo sacar del fondo propio, de nuestras colecciones. Lo otro, directamente, no lo podría hacer y entonces sí se detendría el funcionamiento de la biblioteca.
De los ficheros manuales a los grandes buscadores digitales
–¿Cómo está su biblioteca personal?
–Muy mal.
–¡No me diga que no encuentra lo que busca! ¿En casa de herrero, cuchillo de palo?
–Siempre encuentro lo que busco pero es mi orden. Es un orden muy particular. Organizo por grandes temas. Además de tener libros de interés general, tengo muchos títulos especializados en el área bibliotecológica. Soy muy obsesiva con la forma en que guardo los libros, cómo los ubico. Y si viene alguien y lo cambia de lugar, enseguida me doy cuenta. Al hacer docencia e investigación, tuve que leer mucho vinculado a todo el gran cambio tecnológico que atravesó la profesión. Nuestra disciplina no puede separarse de la tecnología. Es impensable hoy. Si no nos hubiéramos adaptado a los cambios, nos quedábamos afuera.
–¿Por qué eligió estudiar esta carrera?
–Nací en un pueblo del interior, Villa Cañas, en el sur de Santa Fe. Cuando terminé la secundaria, hice un test de orientación vocacional y me dio Idiomas, Lenguas, Humanidades. Obviamente que es muy difícil que un adolescente decida estudiar Bibliotecología si no tiene una influencia cercana. Con los años me di cuenta que en nuestra carrera vivimos haciendo difusión de la disciplina para entusiasmar a los posibles estudiantes. Vine a estudiar a Buenos Aires en los años 70; eran tiempos difíciles. La carrera me resultó fantástica.
–¿En su casa familiar había bibliotecas? ¿Estaba acostumbrada al contacto con los libros?
–Sí, fundamentalmente por mi tía paterna, que era una gran lectora. Todavía tengo su biblioteca y no sé muy bien qué voy a hacer con ella.
–¿Cómo cambió la profesión con los años?
–Cuando estudiaba, se usaban fichas manuales para catalogar. Comencé en la docencia al poco tiempo, antes de recibirme, y siempre el área que más me interesó fue la de tratamiento y organización de la información. Era todo muy tradicional en aquella época. Mucho más tarde apareció Internet. Nosotros aprendíamos a hacer catálogos manuales y la duplicación de las fichas. Acá en la Biblioteca conservamos todavía aquellos catálogos.
–¿Cuál fue su primera experiencia laboral como bibliotecaria?
-En un centro de documentación de la Corporación del Mercado Central de Buenos Aires. Esta es otra de las cosas que son tan ricas en nuestra disciplina: si bien nosotros tenemos una formación humanística, podemos trabajar en ambientes disciplinarios muy diferentes. En mi caso, tenía 18 años y fui a un centro de documentación especializado en la comercialización de frutas y hortalizas. Uno tiene que familiarizarse con la bibliografía y el vocabulario de ese archivo. Ver cómo buscan la información y qué palabras usan para que luego lo puedan encontrar en el catálogo. Era material de todo tipo. Trabajé muchos años ahí. Después salté al área de la Medicina, a una empresa privada que se dedicaba a hacer índices de actualización para médicos. Fue una experiencia muy rica. Mientras tanto, hacía la carrera académica. En un momento, me ofrecen concursar el cargo con dedicación exclusiva en la facultad. Decidí renunciar a la empresa, aunque ahí ganaba cuatro veces que como docente. Luego, fui directora de la carrera de Bibliotecología durante casi quince años. Mi última gestión fue en 2009 porque ya hacía dos años que era subdirectora de la Biblioteca Nacional y no podía seguir con las dos carreras.
–¿Cambió la función del bibliotecario desde que usted se formó a la actualidad?
–Creo que la función siempre fue la misma: lo que cambiaron fueron los instrumentos que utilizamos para trabajar. Nuestra función principal es ser el mediador entre el lector y uno como conocedor del fondo documental de la institución en la que trabaja. Creo que no podemos perder esa función social. A mí me desespera la cuestión de que la Biblioteca Nacional brinde todos los servicios que se espera de ella. Los bibliotecarios no tenemos que hacer los catálogos para nosotros. Tenemos que pensar, fundamentalmente, de qué manera vamos a llegar a toda la comunidad con la que trabajamos. Cada biblioteca tiene un público diferente. Tenemos que tratar de conocer cómo busca la información ese público y tratar de todas las maneras posibles de que se vaya contento de la biblioteca. Lo nuestro es un servicio social.
Elsa Barber: Trayectoria
-Es la primera bibliotecaria que dirige la Biblioteca Nacional
-Nació en Villa Cañás (Pcia. de Santa Fe), en 1953
-Se recibió de Bibliotecaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1976. Es además Licenciada en Bibliotecología y Documentación (FILO / UBA, 1992).
-Fue directora de la carrera de la UBA durante 15 años
-En 2007 fue nombrada subdirectora de la BN