Elizabeth Strout. “Mi energía se centra en mi trabajo; no me preocupa si a los escritores varones los publican más o no”
En su nueva novela, una escritora sexagenaria se convierte en confidente de su exmarido; concluye la trilogía iniciada por la obra más exitosa de la autora, “Mi nombre es Lucy Barton”
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En una rueda de prensa online con medios hispanoamericanos, la escritora estadounidense Elizabeth Strout (Portland, 1956) presentó su novela Ay, William (Alfaguara), nueva entrega de la serie protagonizada por Lucy Barton. La autora, que en 2009 ganó el premio Pulitzer por su novela Olive Kitteridge, dialogó con la directora editorial de Alfaguara, la escritora argentina María Fasce, y la editora y traductora catalana Laura Baena, de Edicions de 1984. La obra de Strout ha sido comparada con las de John Cheever y James Salter, y con las de Anne Tyler y Alice Munro, por su capacidad de indagar en las relaciones humanas a través del retrato de personajes contradictorios, pocas veces ejemplares y con los que los lectores sin embargo pueden identificarse. Con humor discreto, compasión sin sentimentalismos y conciencia de que es imposible conocer a fondo a los otros (y aun así amarlos o respetarlos), Strout desarrolla una obra narrativa que elogiaron escritores como las británicas Maggie O’Farrell y Zadie Smith, Rodrigo Fresán y la española Elvira Lindo.
“Hay misterios de la condición humana que nunca serán resueltos”, le dijo la escritora a Fasce, que ofició como entusiasta anfitriona del encuentro telemático. Según trascendió, la nueva novela de Strout cierra la trilogía iniciada por Mi nombre es Lucy Barton y Todo es posible. “Mi literatura intenta que los lectores se sientan menos solos y que se den cuenta de que estamos todos en el mismo barco”, agregó.
En Ay, William, Lucy Barton tiene 65 años y ya es una escritora de éxito. Su segundo marido, David, ha muerto, y sus dos hijas, Becka y Chrissy, están casadas. Se ha vuelto confidente de William, su primer marido, casado con una mujer varios años más joven que él. William atraviesa una crisis: además de creer que su pareja lo engaña, acaba de descubrir un gran secreto de su madre. Catherine, la exsuegra de Lucy, se convierte en un personaje central de la nueva novela de Strout. “Yo no soy Lucy”, dijo la autora este miércoles al ser consultada si sus novelas podían ser leídas en clave autobiográfica. “Es parecida a mí en la misma forma en la que todos mis personajes lo son, puesto que tengo que empezar desde el principio con ellos, tengo que comprender algo de ellos, pero no soy Lucy”. A diferencia del personaje, Strout no es viuda ni está separada: es pareja del exfiscal general de Maine, James Tierney, profesor en la Facultad de Derecho de Harvard.
Strout comenzó a publicar a los 42 años y sus personajes se caracterizan por cierto desasosiego que, a lo largo de la trama, encuentra salida. “Desde que era joven me interesó la vida de la gente común y el universo que la rodea -dijo-. Siempre me he preguntado cómo será la vida de estas personas, cómo vivirán, y en especial cómo es su vida interior, porque creo que todos tenemos una vida interior”. Y agregó: “Cuando trabajo con mis personajes, si no logro conocerlos o conectar con ellos, los dejo libres, pero si consigo conocerlos bien sigo con ellos”.
La autora destacó que el legado literario de Virginia Woolf era “muy importante” para ella. “Hace poco vi la película La señora Dalloway; durante mucho tiempo fue una obra que releía cada cinco años y me interesaba tanto la forma que cada vez era para mí un libro diferente. Su obra entera ha sido muy importante, es una especie de presencia que siempre ha estado en mi vida”, reveló. Dos novelas de Strout fueron adaptadas al formato audiovisual: Amy e Isabelle (con Hanna Hall y Elisabeth Shue en los papeles protagónicos) y Olive Kitteridge, protagonizada por Frances McDormand, Richard Jenkins y Bill Murray. En 2019, la actriz Laura Linney encabezó en Broadway una versión teatral de Mi nombre es Lucy Barton.
Algo incómoda con algunos términos del léxico feminista y las preguntas de rigor sobre la paridad de género en la industria cultural, Strout se expresó de manera concisa al respecto. “Siempre fui feminista, pero mi energía se centra en mi trabajo -dijo-. No me preocupa si a los escritores varones los publican más o no”.
Un fragmento de la nueva novela de Elizabeth Strout
Recuerdo que cuando era estudiante y viví un año fuera del campus -aunque estaba casi siempre en el apartamento de William-, de camino a clase pasaba a diario por delante de una casa y me fijé en que la mujer que vivía en aquella casa tenía hijos, y era guapa -más o menos, creo-, y en vacaciones, la mesa del comedor se llenaba de comida, y alrededor de la mesa se sentaban sus hijos, casi mayores, y su marido -supongo que sería su marido- en la cabecera, y cuando yo pasaba por la ventana, pensaba: Así seré yo. Así seré yo.
Pero fui escritora.
Y eso es una vocación. Y creo que la única persona que me ha enseñado algo relacionado con la escritura fue quien me aconsejó: “No te endeudes y no tengas hijos”. Pero yo quería tener hijos, más de lo que quería mi trabajo. Y tuve a mis hijas. Aunque también necesitaba mi trabajo.
Y ahora, a veces pienso que ojalá hubiera sido distinto... Sé que es una tontería, y que es sentimental, y que es absurdo, pero la idea me sigue viniendo a la cabeza:
Renunciaría a todo, al éxito que he tenido como escritora, renunciaría por completo -en lo que dura un latido-, a cambio de una familia unida y unas hijas que se supieran plenamente queridas por sus padres, que estuvieran unidas y se quisieran.
A veces pienso esto.
Traducción de Catalina Martínez Muñoz
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