Elena Fortún. El mito detrás de la escritora española que vivió exiliada en la Argentina
En el cuarto de baño, en aquel único espacio de silencio e intimidad, Elena Fortún cincelaba al personaje más famoso de la literatura infantil española: Celia. En el madrileño barrio de Chamberí, hace casi un siglo, nacía una criatura de rizos dorados que denunciaba el absurdo de la vida adulta. Gritaba al sistema que no quería coser ni bordar, y que abrir la puerta para salir a jugar no era algo que se estudiara, sino un don. También, nacía el mito de su autora, Elena Fortún, de una vida fascinante plagada de secretos, obstáculos, éxitos, pérdidas, amistades férreas y zigzags. Entre ellos, el exilio en Buenos Aires, donde obtuvo la ayuda de Jorge Luis Borges y donde retrató al mismísimo Natalio Botana en una ficción.
Ni colorín ni colorado. Una cadena leal de eslabones femeninos permite reconstruir la voz y la expresión de Elena Fortún. Mujeres de distintas generaciones y nacionalidades custodiaron la obra y el legado de la escritora. Celia es una criatura fascinante. Elena Fortún fue una mujer fascinante. Y fascinante también resulta el mito de la autora que se escribe después de su muerte. Además de la inminente publicación de sus cartas con su amiga argentina Inés Field, edición a cargo de Nuria Capdevila-Argüelles (Editorial Renacimiento), el Centro Dramático Nacional de España le dedicó en los últimos meses un ciclo especial, a cargo de María Folguera, a la obra y figura de Fortún.
Mientras Virginia Woolf escribía un ensayo pionero sobre la necesidad vital de la mujer de contar con una habitación propia para poder crear, Encarnación Aragoneses Urquijo (1886-1952) padecía los días y la maternidad. Tuvo dos hijos, Luis –con quien mantendría una relación conflictiva– y un niño apodado Bolín, que falleció a los 10 años. Casada con su primo Eusebio de Gorbea, un militar republicano, psicológicamente inestable, se dedicó a acompañarlo en distintos destinos hasta que finalmente se asentaron en Madrid. Los mil años de Elena Fortún es el relato que él escribe sobre un personaje que viaja por el tiempo y que se trasviste, y que, precisamente, su única virtud parece ser haberle brindado un disfraz a su esposa: el pseudónimo. La mismísima Carmen Martín Gaite, quien realizó el guión para la adaptación televisiva de Celia (disponible de modo gratuito en TVE a la Carta) en Televisión Española en 1993, escribió sobre esta "arbitraria" e "indigesta" novela de Eusebio de Gorbea: "Se trata de una combinación malograda entre el género histórico y el fantástico, donde aquella inicial Elena Fortún divaga a la buena de Dios sobre episodios de la conquista de Madrid y va sirviendo de hilo conductor a un relato que no conduce a nada".
Celia Gálvez es una niña de 7 años que vive con sus padres y su pequeño hermano, al que llama Cuchifritín, en un piso de la calle Serrano. Primero, una gélida institutriz inglesa y luego una anciana andaluza cuidarán de ella. Así comienza Celia lo que dice (1928). Su madre –a quien cree un hada mágica– tiene una abultada vida social que en pocas ocasiones comparte con su marido. "Las modernas" es el nombre de una generación de mujeres que durante los años previos a la Guerra Civil se reunía en el Lyceum Club, templo y pieza clave del feminismo, la emancipación y la educación de las mujeres españolas, impulsado por la pedagoga María de Maeztu, quien falleció en Mar del Plata en el exilio. Es en este contexto, en el Lyceum, donde Fortún frecuentaba de modo asiduo a María Lejárraga, la esposa de Gregorio Martínez Sierra, quien estimuló a que Elena o Encarna –la llama así de modo indistinto– escriba. Una mención destacada merece Lejárraga, una mujer olvidada por la historia hasta que recientemente se descubrió que había sido ella la verdadera autora de las piezas que su marido estrenaba con su masculina firma.
Pícara, poco sumisa, desobediente, plagada de buenas intenciones, alejada de prejuicios sociales y raciales, Celia es enviada a un internado de monjas. Si bien su padre se opone a una educación religiosa, la conducta de Celia, una usina de travesuras, justifica esta acción. Ásperas, tiránicas, carentes de todo elemento pedagógico y sentido común; así retrata Fortún a estas religiosas. Celia comienza a padecer la hostilidad del mundo adulto, aunque se vengará de las monjas y de quienes le hacen daño. En penitencia, conversará con el chofer de una compañera y le dirá que en el colegio ha ingresado la epidemia de viruela, hecho que las hermanas ocultan. El rumor corre de inmediato entre los padres y así, un éxodo inmediato de niñas comienza una noche de tormenta, escenario que las religiosas confunden con la llegada del fin del mundo.
Celia es un bildungsroman donde se advierte cada vez mayor conflictividad social a medida que avanzan las entregas. Dentro del internado se palpa una realidad autoritaria que hace hincapié en la vida de los santos y los mártires, pero donde no falta el pan. Fuera de esta cárcel, hay otro infierno: el hambre. Estos dos mundos que Celia abraza –sus amigos pertenecen a todas las clases sociales– no se comprenden y hablan idiomas diferentes. Incluso, al padre de Celia, un hombre de corazón noble, no le entienden cuando pide un refresco en un bar de provincia y es su hija quien corrige el galicismo y se dirige al camarero.
La saga de libros de Celia fue un éxito abrumador entre los jóvenes lectores. "Aquellos libros cuadrados de tapa dura, ilustrados primero por Molina Gallent y luego por Serny, cuya primera edición constituye hoy una rareza bibliográfica, circulaban por todas las casas, sobados, releídos, desencuadernados, a veces con calcomanías pegadas en la primera páginas y las ilustraciones coloreadas con lápices Faber. No habían nacido con vocación de vitrina", escribe Martín Gaite. Generosa protagonista, Celia irá también dándole cada vez más espacio a su hermano, a su amigo Paquito y a su abuelo. El destino azota a Celia cuando pierde a su hada mágica durante el parto de su hermanita. El volumen Celia, madrecita narra cómo la niña, a fuerza de las costumbres de la época, es obligada a abandonar sus estudios y pasa a ocupar el rol de madre.
La profesora española radicada en Inglaterra Nuria Capdevila-Argüelles cuenta que la primera vez que leyó sobre la Guerra Civil Española fue gracias a Elena Fortún. "Evacuación" es un capítulo de Celia en la revolución, donde la niña de 15 años busca llegar a un refugio en la calle San Bernardo mientras bombardean Madrid en 1936. Fortún escribió este volumen en 1943, pero recién se publicaría este manuscrito lleno de anotaciones y abreviaciones en 1987, una edición que se agotó de inmediato y que hoy se ha convertido en un objeto de colección. "Nadie podría, en justicia, acusar a Elena Fortún de partidista ni de tendenciosa. Porque ella no juzga: trata de relatarlo todo de manera objetiva, sin omitir detalles y sin dejar de preguntarse quién tiene la razón", escribió Marisol Dorao en el prólogo de este volumen. ¿Por qué esta novela tardó cinco décadas en publicarse? Aquí comienza otra historia, una coral, habitada por heroínas hasta hace poco, anónimas, y donde Buenos Aires se reserva un espacio.
Celia y Fortún, en la Argentina
Tras la victoria de Francisco Franco, Elena partió con su marido a Buenos Aires. Se instalaron en un departamento de la calle Uruguay y ella, una escritora exitosísima en su país, se integró pronto al grupo de exiliados españoles y además consiguió trabajo en el Registro Nacional. Desempeñó ese puesto durante tres años, hasta renunciar por otro de ensueño. Fortún, que había estudiado bibliotecología y logró un trabajo en la Biblioteca Municipal. Jorge Luis Borges es quien la habría ayudado a conseguir este puesto. Capdevila-Argüelles considera que es posible que a través de Norah Borges, a quien conocía por intermedio del marido de la artista plástica, Fortún llegara al escritor de Ficciones. "Creo que hay una conjetura que podemos hacer a la que le daría una credibilidad del 95% sobre el modo", dice esta arqueóloga de la vida y obra de Fortún.
"Supervivencia". Capdevila-Argüelles define con esta palabra aquellos años en Buenos Aires, donde permaneció hasta 1948. Fortún también colaboró con LA NACION, el diario Crítica, Saber vivir y El hogar. Además de trabajar y de frecuentar a sus amigas, Fortún escribía sin parar. "Si ella hubiese vivido hoy, hubiese tuiteado su propia muerte porque tenía tal ansia de comunicación que lo escribía todo", dice Capdevila-Argüelles. Intentó, con la ayuda de su amiga Inés Field, escribir una versión de Celia a la argentina, pero naufraga porque, según Folguera, Fortún "tiene la personalidad demasiado castellana". Juntas, reconstruye Capdevila-Argüelles, diseñaron el proyecto de libro de dos niños que recorren la Argentina, pero que nunca terminó de concretarse.
Celia institutriz en América (1944) es el volumen de las andanzas de la heroína en la Argentina. Su familia parte al exilio y Celia se desempeña como niñera en una estancia cuyo dueño, un médico, está inspirado en Natalio Botana. Allí, el hombre se enamora de ella y le propone casamiento. Celia acepta, pero su candidato muere poco después. Celia se marcha a otra estancia, en el noroeste argentino, donde cuidará del pequeño Walter. María Folguera destaca que este niño le pregunta a Celia si conoce alguna canción. "Es la primera vez que Celia canta desde la guerra y se van cantando canciones castellanas por el camino. Ese pasaje dice más sobre el exilio que artículos cargados de información y datos. Esa verdad de las canciones infantiles es el estilo de Elena: en lo llano, en lo pequeñito, las grandes verdades y los grandes secretos".
Ver a Celia casada era uno de los sueños del editor Manuel Aguilar y una pesadilla para su autora, quien consideraba al matrimonio como el fin para la mujer artista. Finalmente, accede Fortún a una boda poco romántica de su heroína. "Elena consigue desobedecer dentro de la obediencia. Es el libro, de todos los de Celia, donde menos habla el personaje. Los que amamos a Celia, odiamos este libro. Sientes que Elena ha abandonado a Celia. Es incapaz de imaginar a una mujer casada con identidad propia", opina Folguera.
En 1948, Fortún regresó a Madrid para retomar su carrera. No solo logró un nombre en el mercado editorial español una vez, sino dos. Pero, al poco tiempo, recibió un telegrama de sus amigas en la Argentina. Eusebio se había suicidado. Fortún regresó a Buenos Aires. "Logró que la dejaran entrar en su casa, porque estuvo a punto de perderla. Estaba igual que como la había dejado Eusebio, con la huella del cuerpo en la cama. Imagina la mente de esta mujer que se sobrepone, soluciona todos los problemas, y sigue y sigue… pero la culpa con la que cargaba era muy fuerte. Su hijo, que vivía en Nueva York con su esposa, le pidió que viajara a verlo. Elena obedeció por una sencilla y brutal razón: ella se sentía arrepentida de haber querido ser una mujer diferente. Fueron meses de violencia doméstica hasta que regresó a España, y poco después murió", relata Capdevila-Argüelles.
Antes de abandonar Buenos Aires para jamás regresar, le pidió a su íntima amiga Inés Field que quemara un material que le había confiado. Primer eslabón de una cadena leal: Field no le hizo caso y custodió aquellos papeles durante décadas. Segundo eslabón: Field contactó a la nuera de Fortún, única heredera de los derechos literarios, radicada en los Estados Unidos, y le envió aquel bolsón. Tercer eslabón: una profesora española, Marisol Dorao, contactó a la nuera de la escritora y de ella recibió el bolsón con papeles. "Haga que se publiquen", le pidió la anciana. Aquí estaba el inédito volumen Celia en la revolución que poco después vería la luz. Cuarto eslabón: Nuria Capdevila y María Jesús Fraga, tiempo después, recibieron de Marisol Dorao la novela autobiográfica Oculto sendero (Editorial Renacimiento). En este relato de 1935, Fortún creó a una protagonista homosexual que se anima a abandonar a su marido. Eslabón cinco: la dramaturga y directora María Folguera lleva a escena un díptico integrado por las piezas Celia en la revolución y Elena Fortún.
Posiblemente, el próximo eslabón sea recuperar la figura de Fortún en la Argentina. Feminista, pedagoga, intelectual y una narradora que creía en los finales cerrados y absolutos, su vida sigue siendo un relato fabuloso que conmueve y que se ha convertido en leyenda.
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