Elegías en miniatura
Una nueva colección de relatos se suma al rescate en castellano de Yasunari Kawabata, uno de los grandes artesanos de las formas breves, que hizo de la reticencia todo un estilo
Esta antología refrenda, quizá como ningún otro libro suyo, la sentencia del japonés Yasunari Kawabata (1899-1972) de que, después de 1945, sólo podían escribirse elegías. Porque es ante todo el clima desolador de la posguerra lo que tiñe la mayoría de estos cuentos. Lejos, por supuesto, de la narrativa histórica tradicional y de su afán de reconstruir fielmente los hechos, Kawabata opta por narrar, con su prosa cimbreante y reticente, nimbada de misterio, el modo en que la guerra afectó a los japoneses, a veces sin siquiera mencionarla. De hecho, el autor se autoexilió en Manchuria durante la Segunda Guerra Mundial. Llevó consigo un solo libro: el Romance de Genji o Genji Monogatari, clásico del siglo X que, según consignaron dos de sus traductores al castellano, Amalia Sato y Juan Forn, resultaría una influencia decisiva para el autor de País de nieve.
En Un brazo y otro cuentos, están sus asuntos distintivos, aquellos que hicieron célebres sus novelas: la relación entre hombres ancianos y muchachas jovencísimas, el mundo galante, los secretos de la vida conyugal o familiar, la orfandad, la prodigalidad de la naturaleza, la tirantez entre la tradición y la occidentalización, el peso simbólico de los sueños y el vínculo maestro-discípulo. El comienzo del cuento "El árbol de la vida" es ilustrativo del tono que impera en el libro: "Este año ni la lluvia primaveral suavizaba los días de quema ni se extendía la bruma característica de la estación. ¿Sería que esos días típicos de la primavera ya no existían más en Japón?". Allí se cifra, puede decirse, la poética del escritor de Osaka: en el bello y triste canto al Japón del pasado, al tiempo ido. El cuento en cuestión narra las tribulaciones de una joven que, durante la guerra, estuvo enamorada de un piloto kamikaze y tiempo después recibe una inesperada propuesta de matrimonio de parte de otro militar. En referencia a los pilotos kamikaze y el subyugante entorno de la base aérea, florecido de zarzas y crisantemos, escribe Kawabata: "¿De qué manera lo natural puede llegar a ser tan bello en ese suelo del que despegan para morir tantos jóvenes??".
El cuento que da título al libro es, a diferencia del resto, urbano y nocturno. Partícipe del género fantástico o, mejor aún, del de terror ("Lo único despierto esa noche era algo que infundía terror"), desgrana la historia de un hombre solitario a quien, en plena calle, una muchacha virgen le ofrece prestarle literalmente su brazo derecho sólo por una noche. El hombre se lleva pues el brazo escondido entre sus ropas y, ya en su departamento, conversa con él, que se ha vuelto súbitamente parlante y ha adquirido la voz de una mujer que había decidido entregársele. Termina al cabo cediendo a la tentación de colocárselo en lugar de su propio brazo. Colmo del fetichismo, en "Un brazo" aparece la muchacha virgen (esa adoración de Kawabata, según observó Mishima, su discípulo dilecto), que se vuelve a ojos del hombre mera extremidad. Aunque en otro registro, algo similar puede leerse en la novela La casa de las bellas durmientes, donde abundan las descripciones de manos, piernas y brazos, como si estuvieran escindidos del cuerpo. En el último Kawabata, señaló también Mishima, "la lascivia se aferra inevitablemente a fragmentos".
Los cuentos de Kawabata resultan menos accesibles que sus novelas. Es como si fueran diamantes sin tallar o ejercicios de estilo. Aun así, no caben dudas de que vale la pena leerlos.
Un brazo y otros cuentos
Yasunari Kawabata
Emecé
Trad.: Amalia Sato
199 páginas
$ 199
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