Elegancia, humanismo y sensualidad. Un fotolibro recupera las “maravillas visuales” de Julie Méndez Ezcurra
Clorindo Testa, Moria Casán, Jorge Luis Borges, Charly García y Maria Bethânia son solo algunas de las personalidades retratadas por la fotógrafa argentina que fallecida en 1991; un volumen acerca su trabajo a las nuevas generaciones
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En los archivos de fotografías se pueden encontrar maravillas. A días del 31° aniversario de la muerte de la fotógrafa María Julia Méndez Ezcurra (1949-1991), se presenta este viernes, a las 18, en la Casa Nacional del Bicentenario, el fotolibro Devenir fotógrafa, que reúne imágenes tomadas por “Julie” entre 1975 y 1991, y textos de Patricia Viaña, compiladora, amiga y actual responsable del legado fotográfico de Méndez Ezcurra; del fotógrafo Guillermo Ueno, que estuvo a cargo de la edición de las imágenes, y del arquitecto y artista Horacio Spinetto. La mayoría de las fotos son en blanco y negro, la edición es bilingüe (español-inglés) y el diseño y la diagramación del volumen corrió por cuenta de Laura Belvedere.
Perspicaces, poéticas, elegantes y con una luz que no parece la de este mundo, las fotos de Méndez Ezcurra recopiladas en el libro incluyen notables retratos -su especialidad- de escritores como Luisa Mercedes Levinson, Jorge Luis Borges, Alberto Girri y Néstor Perlongher; de músicos como Leda Valladares, Charly García, Gabriela Parodi, Miguel D’Arienzo y Maria Bethânia, y de íconos de la cultura argentina, como Moria Casán y Sara Facio; se ven también escenas íntimas -casamientos y reuniones de amigos- y sociales, como la visita del papa Juan Pablo II a la Argentina a inicios de la década de 1980 o las alocadas vernissages en la galería de arte Van Riel. Hay, además, retratos de su madre, su padre, las “tías Ezcurra” y su psicoanalista.
Méndez Ezcurra registró a un sector de la sociedad de su época. “Considero lo más característico de mi obra fotografiar a la gente -sostuvo-. Desde el retrato de personalidades destacadas, especialmente en el mundo artístico o cultural, hasta el anónimo transeúnte o la simple silueta humana”. Se inició como reportera gráfica en la agencia periodística Argenpress; fue colaboradora y fotógrafa de las revistas Gente, Siete Días y Vigencia, y de los suplementos culturales de La Prensa, Tiempo Argentino y LA NACION, entre otros diarios. Concurrió a festivales de rock y de jazz en la Argentina y Brasil, país donde además hizo la foto fija de dos documentales (uno sobre capoeira y otro sobre madres).
Escribió artículos, entre ellos, uno dedicado a Grete Stern, maestra y amiga suya (retratada en el libro). Realizó fotorreportajes, como los del carnaval de Oruro (que publicó la revista Siete Días), los “mellizos binacionales” y los payadores rurales. Con su cámara, recorrió varias provincias de la Argentina y ciudades de Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Portugal y Estados Unidos; con cámara y amigos, paseaba por los barrios porteños de San Telmo, Barracas, Palermo, Recoleta y San Nicolás.
En 1969, en Madrid, estudió literatura española y, en Inglaterra, hizo cursos de arte en la Tate Gallery, el British Museum y la National Gallery. A mediados de los años 1970, de vuelta en Buenos Aires, se formó con Eduardo Comesaña y Barabino Devoto, que le enseñó nociones de iluminación y fotografía de estudio; a partir de los años 1980, se especializó en fotografía de arquitectura y colaboró en la revista Summa (el libro tiene fotos de Clorindo Testa y Odilia Suárez, entre otros arquitectos). Siempre destacó que aprendía de los trabajos de sus colegas. Fue jefa de la Unidad de Fotografía del Museo de la ciudad de Buenos Aires y participó en muestras colectivas. En forma individual, presentó Músicos de jazz en la Argentina y Portugal. En 1980, ganó una medalla del Fotoclub por la mejor fotografía de autor femenino en el concurso ”Buenos Aires, Buenos Aires” en adhesión al IV centenario de la fundación de la ciudad de Buenos Aires y, en 1983, una mención de honor en la I Bienal Internacional de Arte Fotográfico de San Pablo. ¿Su fotógrafo favorito? El húngaro André Kertész.
“Su registro fotográfico caleidoscópico habla de una humanista con sensibilidad y curiosidad para sondear personas y espacios -escribe Viaña-. Tenía un modo calmo, reposado, que no delataba la rapidez con que movía su mente y sus dedos en la cámara; y lo acompañaba con mucho humor y falta de solemnidad. Al mismo tiempo, era osada, le atraía especialmente cruzar fronteras indagando siempre más”. Esa exploración se destaca en la serie de autorretratos y retratos hechos por otros de Devenir fotógrafa. “Empezó por la búsqueda de sí misma, con detenida introspección -agrega la amiga (retratada con sus hijos en el volumen)-. Se hizo muchas tomas, con pimiento, pera, perlas, disfrazada y desnudos bellísimos, en la ciudad y en el campo, dos lugares que disfrutaba por igual”.
En su corta vida (murió de cáncer a los 42 años), la fotografía fue a la vez meta y compañera. “Me dediqué a la fotografía, en aquel entonces, por el dinamismo, el placer visual y la síntesis que encontré en esta forma de expresión -dijo Méndez Ezcurra-. La fotografía para mí es catarsis”. Según escribe Guillermo Ueno, ver sus fotos es como conversar con ella. “Si para quienes fotografiamos mirar es pensar, mirar con atención tantas fotografías es mezclarse en pensamientos ajenos y en un momento tener la ilusión de estar frente a Julie escuchando sus historias”. En 1994, el fotógrafo Facundo de Zuviría había publicado Julie Méndez Ezcurra. Fotografías con prólogo del arquitecto Alberto Petrina.
El volumen recupera apuntes sueltos de Méndez Ezcurra (que estudió Letras entre 1972 y 1975) y un relato, “Cuento de oficina”, escrito hacia 1985, que es una postal autobiográfica y un retrato de la Argentina. “Por aquel entonces me había resignado a no ser una fotógrafa del National Geographic Magazine o su equivalente, viajando por el mundo con mi máquina al hombro, conociendo los hombres y mujeres que pueblan esta tierra -comienza-. No, era obvio que eso ya no sería. En una de esas raras confabulaciones del destino, había dado en encontrar el fin de mis andanzas justo cuando quise empezarlas. Y bueno, en realidad vivía en Babia. Babia es un lugar adonde uno se remonta cuando no quiere adaptarse a la realidad que le ha tocado. La realidad que me había tocado a mí era bien diferente de la gente que eventualmente resulta ser fotógrafa del mundo. Yo tenía: una madre que miraba con lágrimas en los ojos mis ganas de hacer un trabajo tan independiente; y un país conflictivo, sudamericano y en guerrilla. En guerrilla y en represión, como corresponde. A mí me tocó la represión, como corresponde. Por ser joven, por andar suelta. Supongo que les resultaría muy sospechosa”.
Una vez que se hizo cargo del archivo de su amiga y compañera de escuela, Viaña organizó varias muestras: en Río de Janeiro, en el verano de 1994-1995; en 2004, en la Fotogalería del Teatro San Martín, y en 2012, en la Casa Municipal de Cultura de Adrogué, por pedido de Sara Facio. “Todos estos años pensé en publicar un libro que contenga las diferentes facetas de Julie y, a la vez, permanezca para acudir a él -concluye Viaña-. Si bien son interesantes, las exposiciones resultan efímeras, es imposible volver a ellas”. Tan seductora como sus imágenes, Julie Méndez Ezcurra ocupa un merecido lugar en la historia de la fotografía argentina.
Para agendar
El fotolibro Devenir fotógrafa ($3000) se presenta el viernes 26, a las 18, en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985).
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