“El viento que arrasa”: días para ir de la librería al cine y del cine a la librería otra vez
Mañana se estrena la adaptación de la primera novela de Selva Almada, que además trae consigo la publicación de un diario de rodaje con título propio y afín al clima de esta semana, “Ruge el viento”; la autora junto con la directora Paula Hernández
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Son días para ir de la librería al cine y del cine, otra vez, a la librería. Mañana se estrena en más de veinte salas la adaptación cinematográfica de la primera novela de Selva Almada, El viento que arrasa, dirigida por Paula Hernández. Tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto, en 2023, y fue elegida para la apertura de la sección de Horizontes Latinos del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Elogiada por la prensa y el público, la historia que narra el derrotero “evangélico” del carismático reverendo Pearson (el chileno Alfredo Castro) junto a su hija adolescente, Leni (Almudena González), ya recibió premios en festivales internacionales. Completan el elenco el español Sergi López, como el Gringo, y Joaquín Acebo, como Tapioca.
La novela, de 2012, integra la “trilogía de varones” que la autora continuó con Ladrilleros, de 2013, y concluyó con No es un río, de 2020, cuya versión al inglés acaba de ser nominada al Premio Booker Internacional.
Almada no participó de la escritura del guion, que estuvo a cargo de la directora y Leonel D’Agostino. “Los derechos de la novela se vendieron hace muchos años y entonces decidí que no iba a participar del proceso de adaptación ni de ninguna instancia -dijo la autora a LA NACION-. Me parecía, y me sigue pareciendo, que una película es otra obra, independiente del libro aunque la novela sea el disparador para el proyecto de una película. Me junté con Paula a tomar un café cuando ella empezó a trabajar en el proyecto, hace un par de años, charlamos algunas cuestiones de la novela, ella me contó un poco cómo estaba encarando la adaptación. Después cuando definió quiénes iban a encarnar a los personajes me mandó unas fotos de los tres actores y de la actriz; la productora me invitó al rodaje también, pero justo coincidió con un viaje largo que hice así que no pude ir”.
Pudo ver la película el año pasado. “Justo antes de que empezara su recorrido por distintos festivales -contó-. Me gusta muchísimo la película que hizo Paula, está muy relacionada a su universo, a las cuestiones que le interesan y viene explorando en sus otras películas y al mismo tiempo sentí que el espíritu de la novela estaba muy presente. Los cuatro protagonistas son increíbles, me emocionó mucho ver a mis personajes puestos en esos cuerpos, en esas voces, realmente los cuatro son muy impactantes. La película elige el punto de vista de Leni para narrar; eso también me gustó mucho porque es como estar mirando el mundo de la novela desde otra perspectiva, ver cómo se despliega un personaje que en el libro lo mira todo pero no sabemos demasiado qué piensa sobre lo que pasa a su alrededor. La novela está centrada en los varones y en cambio la película se detiene en la única mujer de la historia, qué le pasa a ella en ese territorio tan masculino, qué lazos la unen a la fuerza y qué lazos desearía cortar”.
En simultáneo con el estreno cinematográfico, se publicó Ruge el viento, diario de rodaje de la película. Coeditado por la productora Cimarrón y el sello PAM!, integra una colección que documenta los procesos creativos y de producción de una obra audiovisual. Se emparienta, además, con El mono en el remolino. Notas del rodaje de Zama de Lucrecia Martel, que Almada publicó en 2017.
Ruge el viento cuesta $ 11.900 e incluye reflexiones del productor Hernán Musaluppi, la directora, el coguionista, los cuatro protagonistas, la montajista Rosario Suárez y el creador del póster de la película, Martín Lehmann. Y hermosas fotografías de Florencia Scarano, Jeannie Margalef y Hernández, mapas de las locaciones, dibujados a manos, e imágenes del story board, y de páginas de la novela y el guion “intervenidas” con comentarios al margen como “Leni a ve a su madre”, “viudo” y “meterlo en el almuerzo”.
Musaluppi cuenta que, antes de convocar a Hernández, había compartido la novela con otras directoras argentinas que le dijeron que en ese libro no había una película (también narra el encuentro con un poderoso productor brasileño que había querido comprar los derechos para hacer la película en su país). “Después trabajamos en una nueva adaptación con un director argentino, pero tampoco llegamos a encontrar la película. Ya habían pasado varios años y el proyecto seguía en cero”, evoca.
El encuentro con la directora fue decisivo. “Yo me convencí cuando, en la primera charla sobre la adaptación, me dijo que iba a descartar los flashbacks. ‘Es de las mías’, pensé. A partir de ese pacto de vivir en el presente, eje rector de nuestra futura relación, encontramos la película que queríamos hacer. Y también cuando cambió el punto de vista y lo puso en la única protagonista mujer de la historia”.
Hernández define El viento que arrasa como una “road movie en el umbral de una tormenta”, “la vida a bordo de un auto, sin punto de referencia” y “una puja existencial entre la creencia terrenal del más acá y la creencia religiosa del más allá”. “El viento que arrasa es la quietud antes de la tormenta. La explosión que llega con el agua, limpiando las cargas del pasado, sacudiendo madres fantasmales. Es la sed de los últimos años. Es el viento que llega con la fuerza de los nuevos tiempos, que todo se lo lleva. Y que arrasa, sin piedad alguna, haciéndolos dueños de su destino”.
“Cada rodaje tiene su necesidad y encuentra su propia forma -detalla la directora-. Dirigiendo también voy encontrando la propia. Trabajo mucho de esa manera, casi obsesiva, y dejo, cada vez más, la hendija abierta para lo nuevo. Si no, hacer una película sería algo mecánico, pero estar al límite en ciertos momentos habilita muchas cosas, genera que actives hacia un lugar renovado”, que también se refiere al trabajo de montaje, el casting (cuenta que elección de Acebo para el personaje de Tapioca obligó a una reescritura del guion) y las locaciones.
La película se filmó íntegramente en Uruguay (pese al anhelo de la directora, que quería rodarla en la Mesopotamia). “Recorrimos por esos días muchos kilómetros: el centro del país, la frontera de Brasil con Uruguay, alrededores rurales de Montevideo, y desde allí hacia el norte por la zona de Cerro Largo. De a poco aparecieron las locaciones imaginadas y otras que surgieron en el mismo scouting o propuestas por el jefe de locaciones, lugares muy peculiares que se incorporaron maravillosamente al guion”, cuenta.
Ruge el viento concluye con un diálogo entre el productor y la cineasta. “Lo literario no siempre deviene en película porque hay que hacer toda una intervención para que eso funcione en cine -sostiene Hernández-. Es otro lenguaje, entonces hay un punto en el que uno puede tomar cosas de esas novelas maravillosas, pero también hay que poder traicionar el original. Para mí esta novela no hubiese funcionado si se hubiese hecho tal cual. Pero sí tiene imágenes, situaciones y personajes cinematográficos”.
En Un amor, la directora y D’Agostino habían adaptado un cuento de Sergio Bizzio; para Las siamesas, uno de Guillermo Saccomanno.
“Yo creo que los guiones suelen tener un pecado, que es que sobreexplican -afirma Musaluppi en otro momento del diálogo-. Tienen que poder responder técnicamente, pero también emocionar. Y a veces uno queda prendido a esas explicaciones, pero en realidad el espectador es mucho más inteligente que nosotros. Y al final, hay unos tipos y unas chicas que son los que le ponen voz, cara y gestos a lo que uno escribe. Y ahí está la verdad. ¿Cómo fuiste trabajando con el libro?”.
“Primero fui marcando en el libro qué cosas me interesaban, y eso fue disparando ideas -responde la directora-. Tenía claro que no quería que hubiese una ruptura temporal y que quería que fuera la mirada de ella sobre ese mundo. Todas las lecturas de cosas que iban en paralelo me servían para escribir. Cuando al principio uno empieza a adaptar, marca cosas que vienen de la novela, y estás agarrado a la novela, y cuando digo que uno tiene que traicionar a la novela, es ese momento. Porque con la novela, o el cuento, o lo que sea, por lo menos en mis experiencias, no sabría cómo adaptarla de forma fiel. No sé qué sería ‘adaptar de forma fiel’ un texto literario. Es tan personal lo que cada uno conecta con un texto literario que es imposible serle fiel”.
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