El Vaticano excluye del sacerdocio a los homosexuales
Aconseja disuadirlos de la ordenación
ROMA.– En medio de una inmensa expectativa, finalmente salió ayer a la luz el documento papal que excluye del sacerdocio a quienes practican la homosexualidad, presentan “tendencias homosexuales profundamente arraigadas” o sostienen la “denominada cultura gay”.
“Si un candidato practica la homosexualidad o presenta tendencias homosexuales profundamente arraigadas, su director espiritual, así como su confesor, tienen el deber de disuadirlo de proceder a la ordenación”, advierte la instrucción papal.
Aunque se especulaba con un documento extremo, es decir, que decretara una prohibición absoluta del ingreso en el sacerdocio de los homosexuales, el texto no les cierra totalmente las puertas, y hasta da lugar a distintas interpretaciones. De hecho, no define qué se entiende por “tendencias homosexuales profundamente arraigadas”.
Había trascendido que la Santa Sede iba a difundir el texto el martes próximo, pero la agencia de noticias Adista –de tendencia progresista– lo publicó íntegro ayer, una semana antes, en su sitio de Internet ( www.adistaonline.it ).
La instrucción, de la que se venía hablando desde hace tiempo y de cuyo contenido habían trascendido algunas partes, apunta a ponerle un freno a los escándalos que sacudieron a la Iglesia Católica de Estados Unidos y de otros países en los últimos años.
Pese a que tuvo un período de gestación larguísimo –según algunos, ocho años–, tiene sólo cuatro páginas. Aprobado por el papa Benedicto XVI el 31 deagosto último y firmada por el prefecto de la Congregación para la Educación Católica, cardenal Zenon Grocholewski, el 4 del actual, se titula "Sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales en vista a su admisión al seminario y a los Ordenes Sagrados".
El documento, que dará mucho que hablar porque "en el mundo existen sacerdotes y obispos homosexuales que viven vidas honestas y ejemplares", como dijo a LA NACION un prelado europeo, consta de una introducción y tres capítulos.
En el segundo, titulado "La homosexualidad y el ministerio ordenado", recuerda que desde el Concilio Vaticano II hasta hoy diversos documentos del Magisterio -especialmente el Catecismo de la Iglesia Católica- han confirmado la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. El Catecismo, puntualiza, hace una distinción entre los "actos homosexuales" y "las tendencias homosexuales".
En cuanto a los actos homosexuales, evoca que en las Sagradas Escrituras son considerados "pecados graves" y que la tradición constantemente los ha considerado "intrínsecamente inmorales y contrarios a la ley natural". En consecuencia, "no pueden ser aprobados en ningún caso".
Tendencias "desordenadas"
Con respecto a las tendencias homosexuales "profundamente arraigadas" que se encuentran en "cierto número de hombres y mujeres", la Instrucción dice que "también son objetivamente desordenadas". Señala, además, que esas personas deben ser acogidas "con respeto y delicadeza" para evitar cualquier "injusta discriminación" y que "son llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar".
"A la luz de esta enseñanza -sigue-, la Iglesia, aun respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir en el seminario o en los órdenes sagrados a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la denominada cultura gay", indica. "Dichas personas se encuentran, de hecho, en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres", agrega. "No deben desatenderse las consecuencias negativas que pueden derivar de la ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas."
En el caso de que se tratara de tendencias homosexuales "que fueran sólo la expresión de un problema transitorio, como por ejemplo el de una adolescencia incumplida, éstas deben ser superadas al menos tres años antes de la ordenación diaconal", sentencia.
En el capítulo tres, titulado "El discernimiento de la idoneidad de los candidatos de parte de la Iglesia", la Instrucción destaca que el "solo deseo de ser sacerdote no es suficiente" y que "no existe un derecho a recibir la sagrada ordenación".
Subraya, por otra parte, la inmensa responsabilidad que en esta cuestión candente tienen el obispo o el superior mayor, que antes de admitir a la ordenación al candidato deben llegar a tener "un juicio moralmente cierto sobre sus cualidades". En caso de "duda seria al respecto, no deben admitirlo a la ordenación", afirma.
Hace hincapié en el rol del rector del seminario y otros responsables de su formación, así como del director espiritual del candidato, que tiene la obligación de evaluar todas las cualidades de la personalidad y verificar que "no presenten tendencias homosexuales incompatibles con el sacerdocio".
El documento concluye diciendo que, en definitiva, el mismo candidato "es el primer responsable de su propia formación" y que sería "gravemente deshonesto" que éste ocultara su homosexualidad para acceder, pese a todo, a la ordenación.
Criterios que ya regían
El documento del Vaticano no innova, sino que explicita criterios que ya regían la admisión y el seguimiento de los candidatos al sacerdocio en los seminarios argentinos. Así lo afirmaron a LA NACION los rectores de los seminarios de Buenos Aires y de Córdoba, y el presidente del Tribunal Eclesiástico en segunda instancia.
Rechazar el ingreso de jóvenes que practican la homosexualidad o tienen una marcada tendencia a ella "es exactamente lo que estamos haciendo ahora", dijo el rector del seminario metropolitano, padre Daniel Fernández. "El problema se presenta en los casos en los que se oculta esta condición", explicó Fernández, quien afirmó que, en los seis años que lleva en la dirección del seminario de Villa Devoto, no ha tenido que resolver ningún caso de esta naturaleza.
El padre Daniel Blanco, rector del seminario de Córdoba, aseguró que la postura del Vaticano "no es discriminatoria", sino que apunta a que la persona esté en condiciones de asumir plenamente y en libertad las exigencias del celibato. "Es lo mismo que se le pide al heterosexual", agregó Blanco, y admitió: "Para alguien con tendencia homosexual, el estilo de vida de los sacerdotes, célibes, se hace más dificultoso".
El presidente del Tribunal Eclesiástico en segunda instancia, monseñor José Bonet Alcón, dijo que, así como la homosexualidad puede impedir que se asuman y cumplan las obligaciones esenciales del matrimonio (es una de las causas de nulidad del vínculo matrimonial), de la misma forma dificulta la vivencia del sacerdocio.
Para todos los consultados, la condición elemental para ser sacerdote es la madurez afectiva. Es lo que intentan medir con los psicodiagnósticos que se hacen durante el proceso de admisión y que se repiten, si es necesario, durante los años de formación.