El triunfo de la muerte
Oscar Bony fue un notable creador, apegado a una personal concepción estética de carácter crítico, ético y político; fue un precursor del video arte, del arte de concepto y de la instalación
El 24 de abril último, a los 60 años, falleció en Buenos Aires Oscar Bony, uno de los más importantes artistas emergentes en la segunda mitad de los sesenta. Fue un notable creador que mantuvo durante décadas, casi sin pausa, una tensa actitud de rechazo hacia la cultura entendida como mecanismo de adaptación. Desde sus inicios estuvo convencido de que el arte no podía dejar de ser un generador de sobresaltos, un operador de incertidumbres. Sin proponérselo, fue un precursor del videoarte, del arte de concepto y de la instalación. Ante todo, siempre entendió el arte como dispositivo político y ético.
En las últimas décadas, caracterizadas por la ausencia de cuestionamientos, Bony continuó apegado a una concepción estética de carácter crítico: "Cada artista -afirmaba- asume con su disciplina una responsabilidad: la de redefinir cada vez la naturaleza del arte teniendo en cuenta su tiempo".
Oscar Rubén Bony nació en Posadas, Misiones, el 10 de junio de 1941. Su padre era domador y talabartero, su madre, de origen paraguayo, maestra rural. Comenzó a dibujar y pintar en su infancia; a los 17 años expuso en un local del Departamento de Cultura de su provincia. Becado por esa dependencia, se instaló en Buenos Aires para estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano. Antes de terminar el segundo año organizó una huelga como repudio a una profesora y fue expulsado. El castigo no pudo ser más afortunado, pasó a estudiar en el taller que dirigían Juan Carlos Castagnino y Antonio Berni. Poco después se convirtió en ayudante del creador de Juanito Laguna.
En esa época comenzó a frecuentar el mítico bar Moderno, donde a diario se reunía la avanzada del arte joven. Allí conoció a muchos de sus pares y nació la amistad con Rubén Santantonín, cuya influencia se advierte en los primeros objetos expuestos.
Bony presentó su primera exposición individual, Anatomías , en 1964. Ese año fue invitado a participar en el prestigioso Premio Ver y Estimar, en el Museo Nacional de Bellas Artes. En la edición 1965 del mismo concurso obtuvo la Faja de Honor. La obra premiada, Organismo vivo , era un extraño objeto blando que se expandía o reducía periódicamente, mientras emitía extraños sonidos, similares a los ronquidos humanos. En este trabajo era evidente la admiración por Santantonín.
Un año más tarde, en el Instituto Di Tella, presentó, Fuera de las formas del cine , cuatro cortometrajes filmados en 16 mm (blanco y negro, mudo). El conjunto ( El Paseo, El maquillaje, Clímax y El submarino amarillo ), centrado en cierta indagación sobre el tiempo, puede considerarse como un importante antecedente del videoarte en el país.
En 1967 fue invitado a participar en las Experiencias Visuales del Instituto Di Tella. Presentó la instalación 60 metros cuadrados y su información , una obra notablemente temprana del arte conceptual.
Arte y política
En 1968 fue invitado nuevamente para participar en las Experiencias del Instituto Di Tella. La fecha era coincidente con el clima generalizado de revuelta que se vivía, con diversas situaciones traumáticas en América latina y Europa. En mayo de ese año, la declaración del Consejo por la liquidación del arte y su superación, en Bruselas, afirmaba: "El arte murió hace tiempo. El artista revolucionario no existe... La única creatividad humana posible es la lucha revolucionaria del proletariado".
Con ese marco estético-ideológico, Bony expuso en la sala del Di Tella La familia obrera , un operativo de explícito contenido político, social y ético. La obra consistía en la presentación en vivo de una auténtica familia, integrada por tres personas -padre, madre e hijo-, sentados sobre una tarima. El sentido de la obra se completaba con un pequeño letrero con los datos personales del jefe de la familia: Luis Ricardo Rodríguez, matricero de profesión, percibe el doble de lo que gana en su oficio por permanecer en exhibición con su mujer y su hijo durante la muestra .
En los últimos días de mayo, todos los artistas que participaban en las Experiencias 68 retiraron sus trabajos de la exposición, como señal de protesta por la clausura policial y judicial de una obra. Luego de estos hechos, Bony abandonó la práctica artística, convencido de que el arte debía involucrarse en la vida, rechazando todos los circuitos institucionales.
En 1975, luego de un largo viaje por Europa, retornó a la pintura con la serie de cielos y nubes , un conjunto de cuadros de extraña objetividad realista, próxima a la fotografía. Con estas obras obtuvo el Premio Marcelo De Ridder. Pero dos años más tarde, luego de la clausura policial de una muestra individual de sus fotografías, se radicó en Milán, donde logró un importante reconocimiento de la crítica. Invitado por su curador, participó en el Aperto 82 de la Bienal de Venecia. En 1986, dos muestras personales en Milán, y una en Alessandria, clausuraron el período italiano.
Finalmente, morimos
En 1988 Bony retornó a Buenos Aires y presentó en el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) la muestra individual La traición del estilo . La exposición del artista que había estado ausente durante una década, desconocido para más de una generación, no obtuvo mayor repercusión en el medio artístico y fue ignorada casi totalmente por la crítica.
Con muy distinta recepción del público y de la crítica, en 1993, Bony presentó un grupo de instalaciones De memoria , en la desaparecida Fundación Banco Patricios. Los trabajos estaban integrados por viejas fotografías de la vida del autor (su niñez, su adolescencia, su familia), ampliadas y encerradas en grandes marcos. Cada imagen estaba escenificada con el agregado de objetos reales, similares a los reproducidos: una camisa, una pala, un caballete de pintor de manchas. Las viejas fotografías de tonalidad sepia eran melancólicas imágenes que hablan de la muerte y de lo irrecuperable. Pero los elementos agregados se mostraban como intentos de recuperación del pasado.
Un año más tarde, Bony expuso, en el espacio Filó, Objetos de amor y violencia , su primer conjunto de obras baleadas (cuadros con vidrios astillados y planchas de plomo perforadas). Cada pieza tenía adherida al marco la ficha de identificación museográfica con título, fecha y técnica. Como técnica se indicaba: disparos de revólver Smith & Wesson 32 sobre blindex . Con esta muestra se inició la serie de trabajos dedicados a la violencia y a la muerte.
En 1996, en la Fundación Federico Jorge Klemm, expuso Fusilamientos y suicidios , un conjunto integrado por fotografías de paisajes y de cielos, de bodegones y de autorretratos perforadas a balazos, con los vidrios cuidadosamente astillados. Dos años más tarde, en el Museo Nacional de Bellas Artes, presentó la serie El triunfo de la muerte (el título era una cita de William Blake). En estas obras, detrás de los cristales perforados, aparecía reiteradamente el autorretrato fotográfico del artista, indiferente ante la muerte, rodando por las escaleras, dando saltos o gritando. Un autorretrato, con múltiples perforaciones sobre el rostro, se titulaba Finalmente, morimos.
Alguna vez Bony afirmó que su propia muerte le daba mucho miedo, que le aterraba la posibilidad de desaparecer físicamente. Por eso, según decía, quería hacer obras que permanecieran después de su muerte.
El tema de la angustia frente a la muerte aparece nítidamente en la performance que presentó en la Bienal de Venecia, en 1995, El límite . En una lúgubre góndola funeraria paseó por el Gran Canal a una matrona "blanca como la muerte", amamantando a su bambino recién nacido. La barca, conducida por el gondolero, transportaba también un ataúd. La referencia a los límites de la vida era notoria.