El totalitarismo y sus fuentes
Raquel San Martín
FASCISMO TRASATLÁNTICO
Por Federico Finchelstein
Una de las funciones de la historia es desentrañar las raíces de fenómenos visibles en el presente y activos en la memoria colectiva. Si ese objetivo se aplica al fascismo y a su recepción particular en la Argentina, supone rastrear razones para la violencia política del país durante el siglo XX, el surgimiento del peronismo, la idea de enemigo interno que alentó a la última dictadura y el papel inquietante de la religión en el andamiaje de nuestra cultura política.
A ese resultado llega Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia 1919-1945 , en el que el historiador Federico Finchelstein, argentino residente en Estados Unidos, describe cómo, a la par de su afán nacionalista, el fascismo sostuvo desde sus orígenes un impulso expansivo. Y explica por qué en la Argentina el fascismo logró "la más alta proporción de adherentes en relación con el total de la población entre 1930 y 1940", se convirtió en una "forma extrema de religión civil" y, sobre todo, "continúa siendo una fuerza intelectual y política". El texto -publicado inicialmente en inglés- recoge y amplía una tesis de doctorado (presentada en la Universidad de Cornell), durante cuya investigación el autor recorrió archivos argentinos, estadounidenses, italianos y franceses para explicar la reinvención particular que la Argentina hizo de esta ideología totalitaria.
Finchelstein demuestra cómo los nacionalistas argentinos de las primeras décadas del siglo XX "vieron al fascismo europeo como un ejemplo y no como un modelo prefabricado" y encuentra en la impronta de la religión la mayor innovación del fascismo "a la Argentina". A través de minuciosos análisis de documentos, publicaciones y personajes, el autor afirma que el nacionalismo argentino se postuló como la "expresión política de la voluntad de Dios", un instrumento sagrado para modernizar la nación.
El texto profundiza en el golpe de Estado de 1930 y el gobierno de Uriburu -un personaje que encarnó, según el autor, el ideal fascista-; la extrañeza con que Mussolini miraba la recepción del fascismo en la Argentina -cuyos inmigrantes habían sido pensados como adherentes, lo que no sucedió-; los esfuerzos propagandísticos de sus enviados al país, y la creación del peronismo, al que el autor presenta como un movimiento sui generis "con inconsciente fascista".
Entre la década del 1920 y el 1940, sostiene el autor, de la mano de la Iglesia y el Ejército, y de un liberalismo que no siempre le hizo frente, el legado fascista caló profundo en las estructuras políticas y culturales del país.
El libro tiene, además, una pretensión epistemológica. El autor aclara su rechazo ético, político y personal respecto del objeto de estudio. Sin embargo, busca definir el fascismo en sus propios términos, bucear en las fuentes, escuchar a sus protagonistas y entender su lógica. "Una lectura antifascista del fascismo no permite sino una comprensión muy limitada, una lectura que es a menudo peyorativa y muy simplificadora", escribe Finchelstein. Es esa postura la que permite que el libro registre múltiples lecturas de determinados momentos históricos, recurso que, al evitar el anacronismo, deja una lección sobre las miradas apresuradas del pasado con las que a menudo convivimos.
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