“El tiempo se había acabado para Gabo”: el hijo de García Márquez revela la intimidad de la novela inédita de su padre
Los últimos días del Nobel, la escritura contrareloj y el Alzheimer: antes de la publicación de “En agosto nos vemos”, Rodrigo García conversa en exclusiva con LA NACION sobre la trastienda de esta publicación, y advierte: “Es el último. No existe nada más por publicar”
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Ciudad de México.- A diez años de la muerte de Gabriel García Márquez, y veinte sin una publicación del Nobel de Literatura, el día en que el escritor habría cumplido 97 es la fecha elegida para la publicación póstuma de En agosto nos vemos. Es un libro que, “de haber estado en sus cabales”, acaso Gabo “hubiera pulido hasta publicarlo o lo habría destruido para que no existiera rastro”. Ni lo uno ni lo otro sucedió. Su instrumento más fiel -la memoria- se le adelantó: lo traicionó, despojándolo con su retirada.
“A Gabo se le fue olvidando que el libro existía”, dijo su hijo Rodrigo García, ayer, un día antes del lanzamiento en Hispanoamérica, en venta a partir de mañana.
La publicación de esta novela corta es el resultado de un giro inesperado y a la vez meditado por parte de los hijos varones del escritor, Rodrigo y Gonzalo, en el que se sopesó el respeto a la voluntad de su padre, el valor literario de la obra y un permiso hecho en vida por el colombiano: “Cuando yo no esté, hagan lo que quieran”. Luego tuvieron en cuenta que él mismo había enviado una copia del texto a su histórica agente, Carmen Balcells, con lo cual -reflexionaron- había tenido intención de que viera la luz.
Mientras esas ideas se sucedían, el libro estuvo durante cinco años “secuestrado” y apartado del resto del acervo disponible en el Ransom Center de la Universidad de Texas, que alberga los archivos de García Márquez. Pero luego, explicó Rodrigo García, “ese centro lo escaneó para su acceso público; entonces decidimos con mi hermano Gonzalo volver a leerlo”.
“Encontramos que estaba bastante desarrollado, sobre todo cotejando con las primeras versiones. Hoy estamos bastante satisfechos de que habrá mucha gente que lo disfrutará, porque tiene muchas de las mejores cualidades de los libros de Gabo, aún sin ser éste uno de los principales”, aseguró el cineasta colombiano radicado en Los Ángeles.
Final de juego
García Márquez trabajó En agosto nos vemos con todo el empeño que le ponía a cada uno de sus libros. Lo hizo por un período que abarcó de 2003 a 2008, cuando dejó el texto. “El tiempo se acabó y se le fue olvidando que el libro existía. Por eso existe este libro”, cuenta Rodrigo, proporcionando por primera vez detalles sobre la enfermedad de su padre. Algunos, los compartió en su libro Gabo y Mercedes: Una despedida. Pero en la conversación con LA NACION fue quizás más lejos, al ponerle nombre a la enfermedad de su padre.
“Al final, Gabo llegó a un estado de ausencia. No reconocía a nadie, era incapaz de leer, de seguir una conversación. Al contrario de muchos pacientes de Alzheimer que he conocido, Gabo nunca perdió la capacidad de reconocer los objetos y de usarlos. He tenido amigos con Alzheimer que ya no reconocen una silla o cómo abrir una puerta”. Da ejemplos: “Gabo siempre reconoció los cubiertos, cómo usarlos, cómo ponerse una camisa, bajar y subir una escalera, comer por sí solo. Pero la capacidad de entender, de conversar, de reconocer -salvo a mi madre, que reconocía como la persona principal- y la gente de la casa -pero incapaz de recordar sus nombres- creo que el libro se le olvidó. Este texto lo puso a un lado, lo volvió a trabajar, y luego se le olvidó”. El hijo mayor del Nobel cree saber la razón: “Se me ocurre que Gabo perdió la capacidad para juzgar al libro”.
La edición es fiel a la lectura de las versiones que Gabo había hecho, respetando cada palabra, aclaró Rodrigo García. “No se puso ni una sola palabra que no hubiera escrito Gabo. En ningún momento se trató de traer una mano que redondeara o terminara el libro. Porque es imposible adivinar un solo adjetivo que podría usar un escritor”.
En agosto nos vemos es un “contrapunto” en la obra de Gabo, opina Rodrigo. “Pensamos que haría un muy buena trío con Del amor y otros demonios y también con Memorias de mis putas tristes. Memorias… fue un libro un poco controvertido, que además recibió muchas críticas. Y este libro nuevo casualmente es muy feminista. No por el ánimo de componer nada. Sino en el sentido de que era un contrapunto a ese otro libro. Los tres libros forman parte de lo que él llamaba los amores contrariados”, reveló.
Aquellas críticas, por un protagonista octogenario que se relaciona con una niña, fueron ajenas a García Márquez. “Gabo nunca leyó críticas en su vida. Yo mismo no estaba tan consciente de las controversias hasta más recientemente. Tenía tanto éxito comercial que, para bien o para mal, las críticas negativas se ahogaban ante el interés de los lectores. Pero insisto en que no es un libro para tratar de componer a otro libro. Es un libro que enriquece esa recta final”, explicó su hijo.
Despedidas y traiciones
En abril de 2014, cuando la muerte comenzó a acercarse con todas sus obviedades, Rodrigo supo junto con su hermano que debían mantener la compostura ante la multitud que saturaría las inmediaciones de la casa familiar en Pedregal, sur de la Ciudad de México. Su madre siempre insistió en guardar una línea entre lo público y lo privado, pero a la vez que fueran “bien portados” con la gente. Por estas horas en las que el teléfono de nuevo no para de sonar, la desaparición de ambos padres en algo es diferente: “Ya no siento la obligación de siempre portarme bien”. Por eso, en relación a la publicación -y las controversias en torno a sí correspondía o no que lo hicieran- viven con algo de liberación.
“Desde luego -concede- siempre habrá esa crítica; que si debimos haberlo hecho, que si lo desobedecimos, y la inevitable: que uno hace las cosas por dinero”. Lo evaluó también al publicar el libro de despedida a sus padres. “No me preocupó tanto que se leyera como la muerte de mi padre famoso. Desde luego que se publicó porque mi padre era famoso, de eso no me puedo engañar. Pero encontré la satisfacción de escribir sobre ambos y lo que significa esa pérdida. Aquí una vez más hay una pequeña traición. Pero somos adultos y asumimos responsabilidades.
En el caso de En agosto nos vemos “siempre estará esa crítica”. Por eso aclara: “Hay muchas maneras de hacer dinero con los libros de Gabo, como sería venderlos todos para el cine, por ejemplo. No lo hemos hecho. Se está haciendo la serie de Cien años de soledad. Siempre tenemos ofertas, que serían muy tentadoras, pero sí hay una estrategia para sacar las cosas poco a poco y que no se sature el mercado de un gabismo desaforado. Si lo que se quisiera fuera explotar el legado de Gabo para su máximo rendimiento económico, hay mil maneras de hacerlo. Pero estamos tratando de manejar el legado de manera prudente”.
Una de esas maneras, dice, fue la de darle un cierre a la carrera literaria del escritor colombiano, al que Iberoamérica considera propio. “Este es literalmente el último libro. No existe nada más. No hay nada más por publicar; no va a haber más sorpresas”, aseguró.
Mañana, 6 de marzo, el aniversario del natalicio de García Márquez quizás celebre eso, el último y desesperado intento de este escritor inmortal para afirmarse con sus narraciones en la historia de la literatura.
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