El testimonio de Edgardo Lucas
Cozarinsky, que murió esta madrugada a los 85 años, había decidido bautizarse en la fe católica hace unos meses; en los últimos días, mandaba por WhatsApp poemas que él mismo traducía
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Estuvo rondando un buen tiempo la decisión, el salto. Un día, por fin, la cosa se volvió urgente. El 10 de noviembre del año pasado encontré una llamada perdida de Edgardo Cozarinsky, y en seguida un mensaje que decía: “Traté de llamarte sin éxito. Por favor llamame a este WhatsApp. Es importante.” Realmente, era importante. A los 84 años, había decidido bautizarse en la fe católica al día siguiente y me pedía que fuera su padrino. Tan acuciante era el paso (la conversión no admite dilaciones una vez decidida) que Teresa Anchorena, la madrina, no pudo llegar porque estaba de viaje. Hacía tiempo que con Teresa eran devotos de la Virgen Desatanudos (iban juntos a misa los domingos al santuario de San José del Talar) y de la Medalla Milagrosa.
Fue una ceremonia muy íntima en la Parroquia Santa Clara de Asís. La celebró el párroco, el Padre Lisandro Boyle, con quien Edgardo había hecho la catequesis. Edgardo tomó la comunión en la misa que se celebró después. Pero ya bastante antes del día del bautismo, llamado por la Eucaristía, se animó, según contaba Teresa Anchorena, a comulgar alguna que otra vez sin estar bautizado.
Cuando en el rito bautismal el Padre Lisandro le preguntó qué nombre elegía, Edgardo respondió “Lucas”. A partir de esa tarde, volvió frecuentemente en las charlas sobre la figura y la iconografía del evangelista. Dijo además que quería llevar a todas partes, en el bolsillo, una copia del certificado de bautismo, más importante para él que el documento de identidad civil. En la ceremonia, había pedido que la Iglesia lo aceptara, y más que nada, había pedido el perdón.
Edgardo no quiso entonces dar a conocer el bautismo. No quería que se lo tomara como una tardía veleidad suya. No lo era. Si cuento esto ahora es en primer lugar porque el de Edgardo fue un testimonio que pide ser conocido; también porque explica algunos detalles de sus últimos trabajos. Así hay que ver por ejemplo la recurrencia del agua y del fuego en Dueto, la película que estrenó hacia fines de 2023, y en el prólogo de ese film el relato de la conversión de San Ginés de Roma.
En los últimos días, Edgardo mandaba por WhatsApp poemas que él mismo traducía. El miércoles pasado, llegó uno de Adam Zagajewski con estos versos finales: “Vete de aquí./ Encuentra otro lugar./ Búscalo./ Busca tu verdadero hogar”. Y el jueves, éste de Derek Walcott, sin comentario alguno: “Ha de venir el día/ cuando, con gran alegría,/ saludarás al tú mismo que llega/ a tu puerta, en tu espejo,/ y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,/ y dirá, siéntate aquí. Come./ Seguirás amando al extraño que fuiste./ Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor/ a ti mismo, al extraño que te amó/ toda tu vida, a quien no has conocido/ por conocer a otro corazón,/ al que te conoce de memoria./ Recoge las cartas de amor que dejaste,/ las fotografías, las desesperadas líneas,/ despega tu imagen del espejo./ Siéntate. Celebra tu vida.”
Están ahí la vida nueva, la ofrenda del pan y del vino. Edgardo Lucas se fue el día de Corpus Christi.
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