El tesón de un fotógrafo de 94 años y el arte digital resucitan un pueblo gallego desaparecido bajo un pantano
Los vecinos que fueron expulsados hace 60 años del antiguo Portomarín se emocionan al volver a pasear por sus calles gracias a una recreación virtual “hiperrealista”
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SANTIAGO DE COMPOSTELA.- Las aguas del río Miño hicieron desaparecer Portomarín (Lugo) en 1963. La suya es una de tantas historias de pueblos de España que fueron sacrificados en el altar del progreso por la dictadura franquista para construir pantanos. Para los vecinos fue traumático. Adrián López, que tenía 17 años, no se ha podido borrar de la cabeza a una mujer que un día, con su antiguo hogar recién sumergido, se acercó a él aturdida y balbuceó: “Si va para Portomarín, lléveme”. “Fue muy doloroso y hubo gente que no conseguía asimilarlo. Eran tiempos de dictadura y hubo hasta palos para echarnos”, recuerda. Un equipo de expertos en patrimonio, arte digital y programación han logrado alumbrar ahora una recreación virtual “hiperrealista” que permite a los mayores que habitaron el viejo Portomarín volver a pasear por las calles de su infancia y juventud como si estuvieran inmersos en un dulce sueño. El proyecto Galiverso. El viejo Portomarín, coordinado por la Xunta de Galicia, se presentó este lunes en la Cidade da Cultura de Santiago.
Han sido muchas horas de trabajo multidisciplinar y un golpe de suerte. José López, fotógrafo de aquel pueblo desaparecido, tiene hoy 94 años y ha custodiado durante todo este tiempo un archivo enorme y muy bien organizado. Los últimos días de Portomarín los documentó inmortalizando con su cámara todas y cada una de las casas del pueblo. Bueno, no. Él mismo admite que se olvidó de la suya. Guardó aquellos carretes en cajas de zapatos, catalogados con detalle. Ese archivo de más de 40.000 instantáneas salvó la memoria de cada rincón del pueblo y ha sido la llave del proyecto. Su propietario tuvo el privilegio de ser el primero en probar las gafas de realidad virtual y lo hizo con “una serenidad aplastante”, sin dejar de comentar todo lo que veía, apunta Manuel Vila, secretario general técnico de la Consellería de Cultura.
Adrián López se puso las gafas de realidad virtual. “Buf, ¡cuántas veces subí yo aquí de pequeño!”, exclama. Ante sus ojos se alzan otra vez las ruinas del puente medieval que derribó la reina doña Urraca en el siglo XII. Es uno de los lugares donde jugaba este hijo y nieto de los dos responsables de la vieja estafeta de correos. De crío, ayudaba a su padre y a su abuelo repartiendo las cartas. Por eso se conocía al dedillo el pueblo fantasma que ahora vuelve a recorrer. Dice que es una sensación “bonita y triste a la vez”. Él se sabía el nombre y apellido de cada vecino y la ubicación de su casa. Ha habido una que le ha aguado la mirada: la suya, aquella en la que nació: “¡Está igual!”.l pantano de Belesar, en el Camino de Santiago, era un “conjunto histórico protegido, de los primeros en Galicia y España”, pero ni siquiera esa declaración le salvó la vida.A
drián López se puso las gafas de realidad virtual. “Buf, ¡cuántas veces subí yo aquí de pequeño!”, exclama. Ante sus ojos se alzan otra vez las ruinas del puente medieval que derribó la reina doña Urraca en el siglo XII. Es uno de los lugares donde jugaba este hijo y nieto de los dos responsables de la vieja estafeta de correos. De crío, ayudaba a su padre y a su abuelo repartiendo las cartas. Por eso se conocía al dedillo el pueblo fantasma que ahora vuelve a recorrer. Dice que es una sensación “bonita y triste a la vez”. Él se sabía el nombre y apellido de cada vecino y la ubicación de su casa. Ha habido una que le ha aguado la mirada: la suya, aquella en la que nació: “¡Está igual!”.
López cuenta que Unión Fenosa, la eléctrica que anegó esta localidad de la Ribeira Sacra para construir el embalse de Belesar (hoy explotado por Gas Natural), marcó las viviendas expropiadas pintando en rojo la palabra Fenosa: “Los niños borrábamos la letra f para que se leyera ‘é nosa’, que quiere decir ‘es nuestra’ en gallego”. Cada vez queda en Portomarín menos gente que viviera todo aquello. Por eso, expone el historiador del arte Sánchez García, era urgente acometer este trabajo, no solo para poner esa memoria “al servicio de los vecinos” sino para transmitírsela a quienes “nacieron y crecieron en el nuevo Portomarín”: “Ha sido un reto de transferencia de conocimiento”.
El equipo partió de una imagen por satélite del actual Portomarín, el lugar donde fueron realojados los vecinos y que fue levantado en la ribera del Miño junto al cauce que anega el viejo pueblo. Los técnicos superpusieron esa foto sobre un plano del municipio original. Tuvieron la fortuna de hallar un mapa que no solo refleja las curvas de nivel que les permitieron plasmar el relieve del terreno sino también todas las casas y las fincas numeradas. Las texturas fotográficas se trataron para que muestren cierto volumen y no se vean uniformes. El “nivel de precisión” que se ha alcanzado es inusual, presume Carlos Paz de Lorenzo, del Centro Infográfico Avanzado de Galicia (CIAG). Hasta se reprodujeron las cortinas de florecitas de una de las viviendas.
Manuel Bruzos tenía 21 años cuando Portomarín sucumbió bajo las aguas. Hoy, seis décadas después, ha vuelto a caminar por el paseo donde aprendió a andar en bicicleta. “Que ellos puedan volver en cierta medida a sentirse allí es emocionalmente una pasada”, expresa Anxo Miján Maroño, del Centro Infográfico Avanzado de Galicia (CIAG). La empresa Maxina, encargada de crear la parte de realidad virtual del proyecto, ha añadido sonoridad a los lugares. Se puede escuchar el murmullo de las aguas del Miño o el viento agitando las copas de los árboles. “Es meterse dentro del pueblo y tener las sensaciones espaciales de calles angostas, que hacen curvas, en las que no se ve la perspectiva lejana. A veces se nos echan los edificios encima porque las calles son muy estrechas”, apunta Julio Vázquez Castro, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Santiago.
Esta experiencia de realidad virtual podrá visitarse de forma gratuita desde esta semana en la Cidade da Cultura de Santiago y también en Portomarín. En este municipio de Lugo las gafas virtuales estarán a disposición de vecinos y visitantes los fines de semana a partir de este viernes en el Pazo Xeral Paredes. “Estarán durante unos meses, depende del éxito que tenga, que creo que será mucho”, augura el alcalde, Pablo Rivas. Quienes ya han vivido la experiencia, afirma, lo han hecho entre “lloros y emoción”.
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