El tercer manifiesto, la clave del arte futurista
Por Gabriela Belli Para LA NACION - Buenos Aires, 2010
Cuando Filippo Tommaso Marinetti escribió Fundación y manifiesto del futurismo, en febrero de 1909, acababa de cumplir 32 años. Lo que más impacta del texto es la síntesis extrema de la escritura, persuasiva y lapidaria, que contiene la primera verdadera profecía de la edad contemporánea italiana, donde todos los lugares comunes que conciernen al glorioso pasado artístico del Bel Paese están condenados sin posibilidad de apelación y donde, por primera vez, toma forma acabada una idea concreta de modernidad. La velada en el Politeama de Turín, el 8 de marzo de 1910, puede considerarse el primer acto oficial de adhesión al futurismo de los cinco pintores firmantes del Manifiesto de los pintores, del 11 de febrero de 1910. El segundo encuentro importante coincide con la publicación del Manifiesto técnico de la pintura futurista, el 11 de abril de 1910. Si bien muchas de las ideas más originales e innovadoras del futurismo fueron difundidas por Marinetti en las numerosas veladas organizadas a partir de febrero de 1909, el primer intento sistemático de dar soporte teórico a esta poética en el campo de la pintura se realiza en este tercer manifiesto, que debe ser considerado junto con el Manifiesto técnico de la escultura futurista de Boccioni, del 11 de abril de 1912, como el verdadero vademécum de la teoría futurista en pintura. En el transcurso de seis años, de 1909 a 1915, la estructura teórica completa de la poética futurista se puede considerar casi concluida y concierne no sólo a la renovación de la pintura y la escultura, sino también de la arquitectura, la literatura y la poesía, el diseño, el arte publicitario y la música. Sin embargo, el futurismo sigue viviendo, al contrario de muchas otras vanguardias europeas obligadas a declarar su propio fin por agotamiento natural de su fuerza subversiva o por la implacable avanzada de los totalitarismos. Por lo menos hasta la desaparición de Marinetti en 1944, el futurismo expresa una fuerte vitalidad creativa, a menudo en abierto contraste con las representaciones retóricas de las glorias romanas preferidas por los jerarcas fascistas, en busca de una identidad histórica que el futurismo no podía garantizar. A partir de las premisas teóricas del manifiesto Reconstrucción futurista del universo, que por sus particulares intuiciones abre el camino a la conjunción del arte con la vida, el futurismo se dedica en los años 20 y durante los años 30 a aplicar su estética en lo cotidiano, al transferir el propio credo a todas las disciplinas: cada lugar de la vida del hombre moderno debe responder a sus cánones estéticos.
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