El Teatro Colón homenajeó a María Elena Walsh por el ciclo LN Cultura
Varieté Walsh, Irrevente María Elena, dirigido por Valeria Ambrosio, reunió artistas de diferentes generaciones para rendir tributo en el Teatro Colón a la gran autora del cancionero infantil y adulto, dentro del ciclo LN Cultura. El espectáculo de dos horas pensado como un collage de canciones, poemas y textos, con los anfitriones Diego Peretti y Florencia Torrente en reemplazo de Norma Aleandro (no pudo ser de la partida por un leve problema de salud), ayudaron a hilvanar el múltiple universo creativo de María Elena Walsh .
Cada uno de los espectadores pudo elegir a la poetisa, a la feminista, a la cantautora infantil y a la autora comprometida que testimonió su tiempo, o a todas juntas. En ese modelo para armar el tributo combinó himnos de su repertorio para niños y para adultos, aunque se corrió del formato de concierto para acercarse por momentos al musical o al clima de la tertulia poética. La producción de María Elena Walsh es tan vasta que es difícil resumirla en dos horas. Por eso, la directora apeló al mecanismo del musical, la cita constante, material de archivo aportado por su último gran amor, la fotógrafa Sara Facio, y la superposición fragmentaria de piezas clave de su pensamiento y su obra fácilmente reconocibles, creando rápidamente un efecto de complicidad con el público.
Por su parte, el pianista y arreglador musical Matías Chapiro optó por una serie de popurrís musicales con los motivos melódicos o los estribillos de las canciones más populares, como cuando reunió en un mismo cuadro musical dos hits como "Manuelita, la tortuga" y "El reino del revés", que fueron cantadas por todo el público que llenó el Teatro Colón, sin distinción de edad.
Diego Peretti y Flor Torrente funcionaron como un tándem capaz de salirse del libreto y sacarle formalidad al contexto del teatro para pasar de un segmento al otro del espectáculo. Flor Benitez y Mariano Chiesa fueron las otras dos voces de apoyo del espectáculo. Benitez se lució en "Al divino botón" y Chiesa en "Canción del caminante" del repertorio para adultos. El espectáculo tuvo varias sorpresas como la aparición de Imanol Arias y Marilina Ross recitando los poemas de María Elena. Y hasta Palito Ortega subió al escenario para estrenar una canción inédita compuesta a dúo con María Elena Walsh en los setenta, que, por su tono y temática, recordó a otros himnos de la época como "De vez en cuando la vida", de Joan Manuel Serrat.
Elena Roger se llevó las mejores ovaciones de la noche con su versión de "Los ejecutivos", un tema que se convirtió en un emblema del espectáculo Juguemos en el mundo de María Elena Walsh en 1968. La canción no perdió su vigencia: "¡Ay!, ¡qué vivos son los ejecutivos!, qué vivos que son, del sillón al avión,del avión al salón, del harén al edén siempre tienen razón y además tienen la sartén, la sartén por el mango y el mango también", cantó Elena Roger, vestida de traje y corbata y envuelta en el clima de ironía que se completa con el ritmo del vals y el tono que utiliza la cantante para desarrollar el tema. Más intimista lució cuando se sumergió en la intensidad emocional de la letra de "Serenata para la tierra de uno" y los versos cobraron toda su dolorosa dimensión. "Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy. Por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos".
Hasta la década del ochenta era impensable imaginar los temas de María Elena sin su voz, transformada durante la década del sesenta en un ícono de una nueva canción en Buenos Aires. En las décadas siguientes las canciones de María Elena empezaron a circular en otras voces, desde Jairo a Goyeneche. Todavía se recuerda el espectáculo Hoy como ayer, de Susana Rinaldi, en julio de 1982. Según reseña el periodista Sergio Pujol en la biografía Como la cigarra, "fue el más grande y emotivo homenaje alguna vez hecho a la persona y a la obra de María Elena". Desde esa época la obra de María Elena Walsh vive un período de apropiación artística, atravesando transversalmente su discurso estético, lúdico, social y feminista: sus textos sobre el machismo y el rol de la mujer leídos en el espectáculo parecen acompañar, a pesar de la distancia con la que fueron escritos, los tiempos actuales. Y resuenan en absoluta sintonía con la discusión de nuevos derechos para la mujer.
Entre tanto la recreación de las canciones de María Elena no hacen más que devolver al presente la fuerza de sus versos. Es verdad que es difícil sacarse de la cabeza la versión de "Como la cigarra", de Mercedes Sosa, una canción de los setenta que se recontextualizó con la llegada de la democracia en 1983, tras el período más oscuro de la Argentina. En el espectáculo esa canción transita en un registro más cercano al del musical, incorporando esos elementos de la música americana, que influyeron en María Elena Walsh tanto como el folclore y la música clásica. Más allá de los adornos musicales el público no pudo evitar acompañar a la orquesta como un coro colectivo. La secuencia participativa se repitió con la canción despedida "El viejo varieté", donde todos los protagonistas de la noche cantaron los versos irreverentes de Walsh: "Siempre es igual, cartón pintado y un fondo musical. Disimular, el espectáculo debe continuar, la concurrencia espera: sonrisas por afuera y por adentro ganas de llorar".
El espectáculo en el Teatro Colón, impulsado por LN Cultura y producido artísticamente por Lino Patalano, no parece haber respondido a la casualidad sino a un acto de reivindicación histórica. Puso en el centro de uno de los espacios más relevantes de la cultura argentina la obra de un ícono de la cultura popular. El crítico Sergio Pujol ya aventuraba esa idea visionaria de la autora de "Doña Disparate y Bambuco", desde su origen. "María Elena procedía por síntesis conjugando lo culto con lo popular, en la certeza de que alguna vez lo culto había sido popular, así como en el futuro lo popular devendría en culto".
Hace más de medio siglo que las canciones de María Elena Walsh están en el inconsciente colectivo de los argentinos. Sus personajes deambulan libres por todos los puntos del país, entrando en casas y familias de distintas clases sociales y creencias, sin necesidad de pedir permiso. A fin de cuentas quién sería capaz de cerrarle la puerta en la cara al Mono Liso o quien no se sintió alguna vez resucitado como La Cigarra. Los versos de María Elena Walsh se siguen cantando porque son parte de todos y de cada uno, ya sea en un teatro como el Colón o silbando sus melodías en un banco de plaza.
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