El Sefer Torá de Rodas. Una reliquia histórica que sobrevivió a la Inquisición y al Holocausto
Desde Sefarad, topónimo bíblico con el que la tradición judía ha identificado a la Península Ibérica, un Sefer Torá de 800 años de antigüedad ha viajado a través de los siglos hasta su destino actual: el Museo del Holocausto de Buenos Aires. Tras un largo peregrinar y luego de resistir a las hogueras de la Inquisición y a la destrucción nazi, esta reliquia del acervo cultural sefardí es portadora de un valor simbólico asociado a la solidaridad entre los pueblos gracias al accionar de protagonistas de distintos credos que se encargaron de salvaguardarla a través del tiempo.
El objeto es una copia manuscrita en hebreo de la Torá, texto sagrado del judaísmo, y contiene el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, que la tradición atribuye a Moisés y que los cristianos llaman Antiguo Testamento.
Sobre un pergamino derivado de reses, adopta la forma de un rollo. Fue copiado a mano por un escriba erudito entre los siglos XIII y XV, y está cosido y enrollado en dos parantes de madera -reemplazados posteriormente-, con asas cuyas extremidades están esculpidas y poseen inscripciones. De 86 centímetros de alto y 50 metros de ancho, se lee de derecha a izquierda, por columnas, lo cual provoca el desplazamiento del texto tras cada lectura. Está escrito con tinta sobre el soporte de material orgánico, que con el tiempo fue adquiriendo un color amarronado por su condición de higroscópico (que absorbe mucha humedad), explica Serafina Perri, responsable de patrimonio del Museo.
La historia del manuscrito se remonta a la baja Edad Media. En tierras de la actual España (Sefarad para la comunidad) y en tiempos de persecución por parte de la Inquisición, los judíos sefardíes son expulsados de estos parajes en 1492 por decreto de los Reyes Católicos. El objeto litúrgico acompaña el éxodo de algunos de estos perseguidos al lugar donde emigran: la isla de Rodas, en Grecia -entonces Imperio Otomano-, donde levantan la comunidad Kahal Shalom. El Sefer Torá es utilizado en las liturgias locales hasta que, siglos más tarde, vuelve a verse amenazado: la invasión nazi llega a Rodas y son integrantes de la comunidad musulmana local quienes lo protegen de la destrucción. Décadas más tarde, el pergamino llega a la Argentina a través de la comunidad Chalom, que ahora lo cede en comodato al Museo.
"Los alemanes convocan a los judíos, engañados, a la sede de la Aeronáutica Alemana en Rodas y luego los deportan a Auschwitz. En ese transcurso, el cónsul turco, musulmán, de nombre Selahattin Ülkümen, defiende a los que eran de origen turco y logra que los liberen diciendo que eran órdenes de su país, aunque en realidad se estaba arriesgando porque su país todavía era neutral. De hecho, sobre él luego toman represalias: además de detenerlo, hieren de muerte a su esposa embarazada", explica Marcelo Benveniste, presidente del Centro Cultural Sefarad, encargado de la difusión de la cultura sefaradí.
Gracias a la mediación musulmana, algunos judíos logran escapar, rescatando antes el patrimonio religioso de la sinagoga de la isla, entre el que se hallaban dos Sefer Torá. "Se los entregan al muftí local, el jeque musulmán Suleyman Kasiloglou, que los esconde en la mezquita de Murad Rais. Los judíos morirán casi todos en Auschwitz y, al terminar la guerra, el muftí los devuelve a los pocos sobrevivientes que regresan a Rodas", explica el experto. Según su relato, los rodeslíes recuperan así los manuscritos, que con el tiempo y ante la ausencia de una comunidad judía en la isla, los donan: uno a Israel -que hoy se conserva en el Museo del Libro de Jerusalem-, y el otro a Chalom de Argentina, comunidad espejo de los judíos sefardíes en el país, que cuenta entre sus fundadores con miembros de la comunidad de Rodas. La decisión se debió a la cantidad de rodeslíes y de judíos sobrevivientes del Holocausto que llegaron a estas tierras.
En los años 80, el entonces presidente de Chalom, Salomón Nótrica, viaja a la isla griega para la entrega del manuscrito. Ya en custodia de la comunidad argentina, se practican sobre el objeto las pruebas de Carbono-14, que sitúan su antigüedad en unos 800 años. Esto determina que el pergamino es contemporáneo a Maimónides (médico y teólogo judío de Al-Andalus, 1138-1204). Más tarde, especialistas en este tipo de copias determinan que el rollo fue escrito en la Península Ibérica, "por lo que se puede suponer firmemente que alguien se lo llevo en ese éxodo, ya que de haber permanecido en España, no hubiera sobrevivido", indica Marcelo Benveniste.
En 2019, Chalom decide ceder el Sefer Torá en comodato al renovado Museo del Holocausto, para facilitar su exhibición al público cumpliendo con los requisitos de seguridad y cuidado que un objeto de estas características requiere. El presidente de Chalom, Pablo Cabuli, se refiere a esta decisión: "Por consejo de expertos en conservación de pergaminos antiguos se indicó que necesitaba una preservación especial, y así surgió la propuesta de entregarlo en comodato a la nueva sede del Museo. Por la antigüedad que tiene el objeto ya no se lo puede utilizar para fines rituales, por no estar en el estado de perfección requerido (según indica la tradición): no puede faltar ni una sola letra ni tener la más mínima imperfección". Cabuli resalta el valor del objeto como símbolo "de supervivencia y confraternidad" entre dos comunidades "que convivían y que en el momento de apremio de una de ellas, la otra acudió y rescató parte de su historia".
A días de la 75 conmemoración de la liberación de las víctimas del Holocausto, el próximo lunes, el Museo argentino celebra este episodio de la historia con un encuentro alrededor del Sefer Torá. Jóvenes judíos y musulmanes del grupo interreligioso del Congreso Judío Latinoamericano y el Instituto Islam para la Paz tuvieron la oportunidad de apreciar el objeto y de conocer el museo dentro de un ejemplo de intercambio cultural y convivencia pacífica.
"Contar con el Sefer Torá de Rodas es de una importancia mayúscula para el Museo, por su valor patrimonial y por la historia subyacente de solidaridad que los judíos rodeslíes recibieron de sus vecinos musulmanes al proteger el objeto, relevante para transmitir muchas historias: historias de vínculos entre vecinos, de solidaridad, de los judíos de origen español que residían en el Mediterráneo y de la tragedia para esas comunidades, que no siempre está visibilizada", señala Jonathan Karszenbaum, director de la institución. "Para la comunidad judía, el gesto de los vecinos musulmanes demuestra que la convivencia ha existido. El Museo cuenta la historia del crimen cometido por los nazis contra toda la judería europea y cómo el mundo miró para otro lado, pero en este caso vemos un ejemplo que ayuda a tomar dimensión de que en condiciones extremas, el odio y la indiferencia estaban al corriente, pero también la solidaridad", matiza.
Sobre la actividad celebrada en el Museo, Zacarias Abuchanab, secretario general del Instituto Islam para la Paz, opina: "Visitar el Museo nos impactó muchísimo como ciudadanos y como musulmanes, y pudimos conocer la historia del Holocausto y del Sefer Torá de Rodas. La experiencia se vive de dos maneras: como ser humano, nos interpela el sufrimiento que padeció el pueblo judío, y como musulmanes pudimos apreciar la historia de justicia que tuvieron referentes musulmanes europeos ayudando a judíos y protegiendo su valor más sagrado, sus sagradas escrituras. En el contexto actual de islamofobia y de creciente antisemitismo, estas historias son las que nos animan a trabajar más a pos del diálogo y la justicia, y creemos que una forma de combatir esto es afianzando los vínculos entre las comunidades locales. Es vital el mutuo reconocimiento y el acercamiento de jóvenes de ambas comunidades para conocernos mejor y empatizar con el dolor ajeno".
El joven musulmán Guido Edul, que participó en la actividad, agrega: "Hace ya unos años que practico y creo en el diálogo interreligioso. Creo que es el camino para construir puentes y destruir prejuicios. Cuando me enteré de la historia del Sefer Torá de Rodas, me sentí conmovido y movilizado, porque si una enseñanza nos quisieron dejar nuestros hermanos musulmanes poniendo en juego sus vidas y su integridad, es que aún en los momentos más difíciles se puede accionar por el otro y ser solidario".
Claudio Epelman, director ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano, coincide en esto último: "Con los jóvenes judíos y musulmanes quisimos rescatar esta historia y comprometerlos a estrechar aún más los vínculos, para que, a partir de valores comunes, puedan recrear este entramado que hace fuerte a la Argentina en una diversidad y un pluralismo que todos queremos. Esta historia nos parece apasionante, de musulmanes que se expusieron para poder salvar una Torá, centro de la vida de la sinagoga y símbolo de lo que significaba la vida de sus vecinos judíos de Rodas", subraya.
El rollo del Sefer Torá está exhibido en la Sala de Justos del Museo, en la parte final del recorrido, frente a la sala de la memoria, espacio dedicado al modelo de convivencia que la institución busca estimular con la puesta en valor de estos testimonios. Es uno de los manuscritos de mayor antigüedad -conocidos- atesorado en suelo nacional. Si bien el texto ya no se utiliza en ceremonias litúrgicas -por los requisitos que éstas exigen- sí ha formado parte de actos de recordación de la Shoá o de fines didácticos. Los Sefer Torá se siguen realizando en la actualidad de forma manuscrita con la misma técnica ancestral. Cuando su utilidad caduca, se les da fin con un entierro, por su carácter "sagrado" (al quedar "pasul" -no apto-).
"Los objetos de un museo son dadores de información, mensajeros de la historia, portadores de significado. Todo ello está contenido en la extraordinaria (y eterna) Torá de Rodas. Al observarla, se despliegan infinitos sentidos referidos a la obra sagrada y la religión judía, a la solidaridad musulmana y a las acciones de preservación de los rodeslíes de Chalom", resume Serafina Perri.
En febrero, el Museo del Holocausto -aún no abierto al público- comunicará sus días y horarios de apertura. Además de apreciar el insigne objeto, un recorrido por sus renovadas instalaciones se presenta para los visitantes como una invitación a experimentar una transformadora inmersión, a través de dispositivos de última tecnología, sobre la magnitud del genocidio, aunque bajo una mirada esperanzadora de cara al futuro.