El ritmo y el instante
Pere Gimferrer, uno de los mayores poetas en lengua española y catalana, habla de la importancia que tuvo para su obra la lectura de los escritores argentinos y se refiere a las causas del desdén que sus compatriotas sienten hoy por América latina
A pesar de ser el referente de la poesía catalana, de haber ganado el Premio Nacional de las Letras Españolas por el conjunto de su obra en 1998, el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2000, de ser miembro de la Real Academia Española y persistente candidato al Nobel, a Pere Gimferrer, poeta en castellano y en catalán, nacido en Barcelona en 1945, director literario de la editorial Seix-Barral, le hubiera gustado vivir "en el París de Proust, en los años 20, el de los surrealistas, o antes, en la época de Mallarmé, cuando no existían el teléfono ni el agua corriente". Su aspecto decimonónico, su emblemático sombrero, el abrigo oscuro, la bufanda blanca habitual, nos transportan a aquella época y, por un momento, su deseo se hace realidad. No utiliza correo electrónico ni teléfono celular.
A partir de una visión universal del mundo, Gimferrer se ha mantenido fiel a sus principios, ha seguido una trayectoria al margen de las ideologías de turno, de lo políticamente correcto, de las modas. Es un apasionado cinéfilo y un particular erudito que juega a citar. En él se conjugan los contrastes: una tensión vital desmiente su aparente tranquilidad; su actitud vanguardista y su talante irreverente frente a los tópicos se apartan del estereotipo del académico; su animada conversación (siempre matizada por la referencia exacta) y su afabilidad, se contraponen al poco gusto que siente por conceder entrevistas.
Entre vida y producción
Pere Gimferrer, que cursó estudios de Derecho y de Filosofía y Letras, entró en contacto con Joan Brossa y con el vanguardista J.V. Foix. Vicente Aleixandre lo convenció para que publicara sus primeros poemas. "Mi formación se basaba sobre todo en la generación del 27 y en poesía extranjera, Pound, Eliot, Saint-John Perse..., a la que hay que añadir las influencias de Aleixandre y Octavio Paz (igualmente decisivas luego en el plano personal), así como las de Lautréamont, Lorca y Wallace Stevens. También influyeron sobre mí la novela policial y el cine americano de los años treinta y cuarenta. No pensaba ni poco ni mucho en que aquello tuviera o no que ver con lo que en poesía se estaba haciendo a mi alrededor. Aunque leía mucho, lo que mayormente me interesaba entonces era el cine. Mi timidez y mi desfase del mundo exterior contribuyeron a encerrarme de tal modo en la esfera del arte, que puedo decir que hasta mis veinte años no vivía para otra cosa, y todavía es éste mi último refugio cuando los asuntos van mal y vuelvo a convertirme en el adolescente acosado e inseguro de entonces." Buena parte de su obra literaria se articula en torno a la reflexión sobre la poética. Como otros escritores actuales, necesita plantearse teoría y creación al mismo tiempo.
De su producción, cabe destacar los poemarios Arde el mar (Premio Nacional de Poesía), La muerte en Beverly Hills, la obra ensayística Lecturas de Octavio Paz (premio Anagrama) y Los raros, la Obra catalana completa, el largo poema Mascarada, un excelente ensayo, Literatura y cine, y un libro de poemas en catalán, El diamante en el agua, que se publica en castellano en estos días. Las constantes alrededor de las cuales gira su obra son la personalidad, la constitución del hecho literario, las referencias a modelos -escritores y otras figuras del mundo artístico- y su concepción del oficio de escritor. Uno de sus últimos libros, El agente provocador, reúne "fragmentos de ensayos autoanalíticos" -una de sus fuentes fue Nadja, de Breton-; el título alude al motor que pone en marcha la inspiración de Pere Gimferrer, es decir, algunas poesías y algunos poetas: "mis propios poemas, sobre todo los relacionados con mi vida, más concretamente con una persona que es mi mujer". Se refiere a la pianista María Rosa Caminals, de la que dice: "Tenía una cualidad esencial cuando la conocí, relevante en nuestro encuentro: un sentido moral, no histórico, tan surrealista como yo".
La conexión argentina
Es leyenda que Gimferrer se carteaba con Octavio Paz desde la adolescencia. El poeta subraya con evidente placer su amistad con numerosos escritores argentinos a los que valora por su obra, como Olga Orozco, a la que elogió en la presentación que de ella hizo en Barcelona hace cuatro años, Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, a quien destaca como "el escritor", Julio Cortázar, Enrique Molina, Juan Gelman. No deja de mencionar especialmente a Oliverio Girondo -"En la masmédula es muy radical en cuanto a su lenguaje; en ese sentido me cautivó, no se ha escrito otra cosa parecida después"- y a Alejandra Pizarnik, "que tradujo a Quasimodo, creador de una poesía tan distinta de la poesía social que teníamos en España y que me sigue interesando, aunque más cerca de mi escritura están Girri, Orozco, Enrique Molina. De Girondo, recuerdo una anécdota. Cuando él murió, escribí un artículo en un semanario que se llamaba Destino y reproduje aquel poema que dice "Se miran, se presienten, se desean..."En España esos versos fueron vistos como pornográficos, hubo un proceso. Se condenó al director de la revista a pagar una multa, pese a haberse argumentado que el texto había sido extraído de una antología publicada por el Ministerio de Educación y Justicia de la República Argentina: debo de ser la única persona procesada por haber escrito un artículo que difundía material pornográfico." Afirma rotundamente que, en poesía popular, el Martín Fierro es uno de los grandes libros de la literatura universal: "de un lenguaje extrañísimo, ojalá tuviéramos un Martín Fierro en catalán, no lo hay, e incluso me pregunto si en otro país existe algún equivalente; lo dudo". También valora, entre las poetas mujeres, a Gabriela Mistral, "a quien injustamente nadie lee", a Guadalupe Amor, Alfonsina Storni, Delmira Agostini, Ida Vilariño, la brasileña Eunice Odio.
El cambio del lector
El poeta se lamenta de que llegue tan poco cine de la Argentina, "ha habido películas que han tenido éxito pero, por ejemplo, una película que me gustó, Espérame mucho, aquí se pasó un solo día por televisión". Como todo buen cinéfilo, no admite el doblaje de las películas, que abunda en España, y recurre a la Argentina para conseguir en video películas extranjeras subtituladas. Gimferrer señala respecto de la literatura: "El problema que subsiste es la falta de conocimiento mutuo, que ya existía cuando escribí uno de los artículos sobre Cortázar. Conseguí sus obras, salvo las que me había dado él en persona, comprándolas en Barcelona, pero no en una librería sino en el almacén de la distribuidora, que las tenía porque las librerías las rechazaban. Los escritores argentinos no son muy conocidos, salvo excepciones, Sabato mismo ha sido publicado recientemente". Gimferrer detalla el proceso que, a su juicio, generó condiciones letales para las relaciones entre España y América latina: "En la época de Franco, la literatura de América cumplía una función sustitutiva respecto de la literatura española, no ya sólo en lo ideológico sino incluso en lo estético; después, la entrada de España en un régimen relativamente normalizado redujo en gran parte esta función y condujo a la larga a que se acentuara una tendencia a lo autóctono, muy antigua en España pues se remonta al crepúsculo del barroco, cuando la península ibérica se centra en lo español. Hay una especie de cerrazón, de autofagia estética; y para colmo, se produjo la entrada en el mundo de la Unión Europea. Aunque no se lo dice, esto generó en el subconsciente del español medio la idea de que le conviene desprenderse de América latina. Y no por eso el español se vuelve más europeo ni lee más en los otros idiomas europeos. En España, muy pocas personas leemos en lenguas extranjeras".
Cómo nace un poema
Premio Nacional de Literatura por el libro Arde el mar, la obsesión principal de Gimferrer es el ritmo. El poeta sintetiza su trayectoria diciendo que pasó del alejandrino al eneasílabo. "Un texto literario existe en las palabras mismas, no en lo que las palabras designan. Por ejemplo, nadie espera que una pieza musical designe algo. En general, a la música se le pide que sea, no que signifique. En el caso de la palabra, como en el de la pintura figurativa, existe el handicap de que, independientemente del curso que tengan las palabras en la vida corriente, o las imágenes en un cuadro figurativo, se supone que responden a una representación de objetos existentes en la vida real. Pero a mí me parece difícil pensar que, de verdad, alguien crea que, por ejemplo, Las meninas de Velázquez representan a Velázquez pintando un señor con un caballete y un espejo. No creo que nadie piense seriamente que ése es el sentido del cuadro; el verdadero tema es otro, lo que hace Velázquez en materia pictórica, aun independientemente de que plantee problemas complejos. De modo semejante, el hecho de que las palabras signifiquen en la vida corriente algo, no tiene mucho que ver con su uso en poesía. Otro tanto ocurre con los sonidos. La música del poema es de otra naturaleza que la música en general, sus medidas son de otro tipo que las del mundo creado por la música. Ésta -como decía Stravinsky- es una forma de organizar el tiempo. En poesía, no puedo aspirar a que el lector olvide el significado de las palabras, puedo aspirar, en el mejor de los casos, a que prescinda del sentido que tendrían en una conversación corriente".
El inicio de un poema es aparentemente azaroso para Gimferrer, pero en verdad es producto de una larga elaboración mental, de una concepción arraigada en él: "La esencia de lo poético es la fijación de un instante de percepción; detener un instante, rescatarlo del tiempo: eso es un poema. El núcleo inicial, en mi caso -y al menos también en el caso de Maiakovsky-, consiste en el golpeteo rítmico de ciertas palabras, anterior a la captación de su sentido lógico posible. No me detengo a pensar qué significan, pero sí sé que tendrán sentido".
Respecto del ritmo de sus poemas, Gimferrer dice : "En algunos casos, persisten en mí ciertos patrones léxicos o rítmicos que varían según la etapa de la vida. En mi juventud dominaban sobre todo el endecasílabo y el alejandrino, y en los últimos años, aunque estos no han desaparecido completamente, he tomado con mucha fuerza el eneasílabo: Mascarada está todo escrito en eneasílabos. Muy tardíamente, por lo menos treinta años después de su lectura, me di cuenta de que es una respuesta a las lecturas juveniles de Apollinaire y Aragon".
La fecundidad del tiempo
Gimferrer está convencido de que el problema principal de cualquier poeta, y de cualquier tipo de creador, es seguir produciendo a partir de cierto momento. "La frecuencia de la escritura tiende a espaciarse con los años de vida, y a condensarse. Es raro que se escriba sólo un poema, se escriben varios en una temporada. En un momento determinado, después de haber pasado un tiempo sin escribir poesía, surge, de pronto, un núcleo inicial de palabras y entonces se escriben los poemas. Es difícil de explicar, no depende de la voluntad, tampoco es exactamente inspiración. Cuando uno tiene dieciocho o veinte años, eso le ocurre a cada rato; cuando se tienen cincuenta y cinco o cincuenta y seis, como en mi caso, ocurre más espaciadamente, pero siempre de la misma manera. El problema es continuar escribiendo después de los cuarenta y cinco años y, aunque existen muchos casos de gente que ha producido ininterrumpidamente durante toda su vida, hay otros en que, a la inversa, el escritor parece agotar su ciclo. Por ejemplo, Gil de Biedma se percató antes de los cincuenta de que había dicho todo lo que tenía que decir, aunque ese discurso es equívoco; como decía Roland Barthes, "no es que un escritor tenga nada que decir, en todo caso tiene algo para escribir". También la mayoría de los directores de cine tiene períodos de inspiración y de trabajo bastante breves. Algunos importantísimos, como Roberto Rossellini, produjeron su obra fundamental en unos quince años. Después Rossellini siguió filmando y todo lo que hizo tiene valor e interés, pero su obra esencial va de 1945 a 1961 aproximadamente. Hay excepciones, como Chaplin o Lang, que trabajaron hasta una edad muy avanzada."
¿La poesía contra la prosa?
Para Gimferrer, el hecho de que aparentemente se lea menos poesía que prosa está relacionado con el carácter no informativo de los poemas: "A diferencia de la prosa, la poesía no procura casi nunca una información y en ocasiones resulta oscura, pero aunque es verdad que todo tiene que tener un sentido, lo que hace que el poema sea poema es otra cosa y tiene que ver con las palabras, no con su contenido, no con el valor de designación. Algo semejante ocurre hasta en la prosa, en las novelas aparentemente más fáciles de leer, el Quijote o incluso en los relatos de la Historia universal de la infamia, de Borges. En este último texto, ni siquiera son suyas todas las palabras, menos aún la información. La información no es de Borges, pero el texto literario como tal sí es de Borges. Lo que hace que ese texto sea de Borges es algo que excede el significado de las palabras, y se debe a la forma en que él las organiza. La poesía se lee igual o más que antes. En cualquier época de la historia la poesía se ha leído poco, con muy escasas excepciones, como el Don Juan de Byron, los Veinte poemas de amor de Neruda, el Romancero gitano de Lorca y algún otro libro. La lee un núcleo reducido de personas y después, si un texto, por diversas circunstancias, tiene posibilidades de interesar a otros lectores, el círculo se amplía. El tiempo juega a su favor, el tiempo va aumentando el núcleo inicial, y a medida que esto ocurre se amplía también el espacio por el que se difunde. Para quien desee iniciarse en la lectura poética, Rubén Darío es muy recomendable; Juan Ramón Jiménez, aun siendo un poeta enorme, presenta menos posibilidades de seducir a un neófito que Rubén; es un poeta muy abarcador, pero quizá no posee esa cualidad, que sí tiene Rubén, de multiplicarse en muchas voces que, siendo él mismo, ofrecen caminos muy distintos. Por otra parte, en poesía, el lector necesita reconocer las palabras que emplea cada día en su propio idioma para creer que algo es estéticamente válido". Dice Gimferrer en Los raros: "Percibimos, con una intensidad microscópica y milimétrica, retazos, segmentos, que nos estallan desde la página en los ojos y los oídos con la presión excesiva de una palabra subyugante; pero la historia no es aquí el dibujo de un tapiz, sino el puro proceso mental de una inteligencia única, agudísima, operando en el vacío abstracto de las palabras. ¿Qué ocurrió, por qué ocurrió? Ocurrieron unas palabras, imantadas por los polos complementarios de las máximas de maquiavelismo o la precisión sensorial externa. Todo existió para ser palabra y, por la palabra, concepto o imagen nítida".
Claves
Obras: Arde el mar, La muerte en Beverly Hills, La poesía de J. V. Foix, Radicalidades, Lecturas de Octavio Paz, Apariciones y otros poemas, Fortuny (novela ganadora del premio Ramón Llull), Los raros, Cine y literatura, Perfil de Vicente Aleixandre, Obra catalana completa (cuatro volúmenes), El agente provocador, Marea solar, marea lunar, La calle de la guardia prusiana, El diamante en el agua.
La pintura: Gimferrer ha escrito sobre los pintores Joan Miró, Max Ernst, Antoni Tàpies, René Magritte, Giorgio de Chirico y Toulouse-Lautrec.
Premios: el poeta español ha ganado el Premio Nacional por elconjunto de su obra (1998), el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2000) y es candidato al Premio Nobel.