El regreso de un héroe ejemplar
Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, devuelve a las pantallas al personaje que interpreta Harrison Ford. Cuarta entrega de la serie, la película de Spilberg y Lucas reedita una versión posible del sueño americano
El hombre vestido de negro desde el turbante hasta los pies surca el aire con diestras y rapidísimas filigranas de su amenazante espada. El destinatario de la intimidación, solitario occidental en esa atestada urbe del Medio Oriente, está a unos metros de distancia. Sofocado y exhausto, con la camisa color caqui pegada al cuerpo, responde a ese alarde de desafiante habilidad manual con una mueca de disgusto y un gesto rápido y expeditivo: desenfunda un revólver, dispara casi con displicencia, da media vuelta y se va. "No me hagan perder el tiempo, estoy para otra cosa", parece decir.
Desde esa secuencia, en la que se mezclan aventuras exóticas y humor, queda pintada de cuerpo entero de una vez y para siempre la identidad de Indiana Jones, arqueólogo de profesión y héroe de película en sus ratos libres. Así lo corroboró casi la mitad de los 2000 fans que en Estados Unidos respondieron a una encuesta de una sola pregunta, realizada por el sitio de venta anticipada de entradas movietickets.com: de todas las películas de Indiana Jones, ¿cuál es su escena preferida? El 46 por ciento se pronunció por ese inolvidable momento del primer largometraje de la serie, Los cazadores del arca perdida .
Pasaron casi 27 años desde el estreno de esa película y casi dos décadas desde la tercera y hasta ahora última aparición del carismático Indy (tanto como puede serlo alguien con la historia cinematográfica y el perfil de Harrison Ford) en la pantalla grande. Durante esa larga pausa no se fue del todo, porque una serie de televisión bastante inadvertida entre nosotros, Las aventuras del joven Indiana Jones ( The Young Indiana Jones Chronicles ) sirvió como modesto consuelo para aguardar con paciencia infinita que Steven Spielberg y George Lucas, algo así como los Batman y Superman de Hollywood, reanudaran el viaje y dejaran de descartar proyecto tras proyecto del regreso de una figura que se había alejado de la pantalla en 1989, cuando estaba en plenitud y sin huellas de desgaste.
Ahora Indiana Jones ha vuelto a la pantalla con una cuarta aventura ( El reino de la calavera de cristal , ¿será la última?), pero su persistente influencia como icono cultural estadounidense nos lleva a pensar que fuera de ella ese tan largo paréntesis no fue tal. El fervor y la identificación por el personaje va más allá y responde a impulsos más profundos: nuestro héroe comparte las mismas características de todas aquellas figuras que se convirtieron en ejemplos, modelos y referencias para la construcción del ser nacional de Estados Unidos.
Los chicos que conocieron a Indiana Jones en 1981 fueron al cine de la mano de sus padres o tíos, que con toda seguridad les habrán contado de los seriales de aventuras de los años 30 y 40 a partir de los cuales se inspiraron Spielberg y Lucas, esas historias en las que el héroe desafiaba al peligro sin que se le cayera el sombrero y a quien el final de cada episodio lo sorprendía al borde del precipicio o a punto de hundirse en las arenas movedizas de algún paraje exótico. En el comienzo del capítulo siguiente lograba salir airoso del peligro con una naturalidad sorprendente para seguir, incansable, la pelea contra los malos.
Aquellos precoces seguidores de Indiana Jones en los años 80 palpitan hoy el regreso de su paladín predilecto acompañados de sus hijos, que se pasean sin complejos por los parques temáticos de California y Florida luciendo réplicas del clásico sombrero Fedora, que identifica al héroe tanto como su chaqueta de cuero y su látigo.
Padres e hijos no esconden su devoción de fanáticos, pero se dicen integrantes de una especie muy diferente a los incondicionales seguidores de Viaje a las estrellas (los famosos trekkers ) y La guerra de las galaxias . "Ellos están fuera del mundo, nosotros dentro y sin necesidad de efectos especiales", se defienden los seguidores de Indy, algunos de los cuales hasta arriesgaron desde allí una conexión entre el cine y más de una lectura bíblica, no en el sentido religioso exacerbado por Mel Gibson, sino con la idea de que la Biblia también puede funcionar como libro de historia.
Ellos dicen que ese legado que pasa de generación en generación es transparente y no responde a otro motivo que el de verse identificado con un héroe clásico. Un efecto similar al que ejercerían los Rolling Stones entre los rockeros de distintas edades.
"Indiana Jones no es un superhéroe. Es un tipo común y corriente al que le duele la cara cuando lo golpean. Eso no suele ocurrir en las películas de hoy", dice Frank Marshall, estrecho compañero de ruta de Spielberg y productor de todas las películas de Indiana Jones. "Es un tipo que comete errores y mete la pata todo el tiempo. Piensa igual a cualquiera de nosotros", agrega Lucas.
Estas descripciones no hacen más que colocar a Indy en una línea que se forja con los héroes de a caballo de las películas del Oeste y que, de algún modo, también consolida el perfil de un modelo a seguir, ejemplar y valeroso (aunque no oculta sus debilidades, como su reverencial temor a las serpientes) con el que cualquiera se puede identificar. Mucho más en Estados Unidos, primero, porque es tributario de la identidad nacional de esa nación y, en segundo lugar, debido a que permite a los estadounidenses reencontrarse con un tiempo en el que, a diferencia de hoy, los enemigos estaban bien lejos de su territorio, como ocurría en los tres primeros films con los nazis y ahora, en El reino de la calavera de cristal , con la Unión Soviética.
No olvidemos que Spielberg, director, y Lucas, guionista, respetaron la edad real del personaje: el que reaparece es un Indiana Jones resuelto, aguerrido y todavía musculoso pero sexagenario al fin, enfrentándose en la década del 50 a la agente soviética Irina Spalko (Cate Blanchett), una pieza del poderoso engranaje que por entonces lucía la KGB.
Por otro lado, como señaló recientemente en declaraciones a un diario de Estados Unidos Gerry Molyneaux, profesor de estudios cinematográficos en la Universidad de La Salle, en Filadelfia, un héroe como Indiana Jones le facilita muchísimo las cosas al espectador: hace del conflicto entre buenos y malos algo más cercano, visible y rápido de entender. "Tanto las películas de Indiana Jones como el héroe propiamente dicho son una síntesis de las cualidades y las características con las que Estados Unidos querría presentarse como nación y del modo como se comportan sus habitantes. Indy es un héroe surgido del corazón de esa tierra y muestra un estilo en el que se mezclan energía, destreza física, un carisma bastante austero, inteligencia para solucionar problemas y mucho pragmatismo", afirmó el experto.
En un segundo plano quedó el debate relacionado con la verosimilitud del comportamiento de Indiana Jones como arqueólogo. Al fin y al cabo, lo que interesa del personaje no es tanto la conexión de sus andanzas con una comprobada autenticidad histórica, como el vínculo estrecho que mantiene con otra clase de historia, asentada en un tiempo y un espacio tangibles, aunque instalada en un terreno fuertemente simbólico. Sabemos que quienes descubrieron en el cine, junto a Indiana Jones, el significado de palabras como "valentía" y "audacia" parecen decididos a transmitir ese legado a sus hijos compartiendo ahora, con sonido envolvente y proyección digital, el regreso del héroe. Tal vez viejos guerreros como Spielberg, Lucas y Ford querrán devolvernos el antiguo esplendor de la clásica, sencilla y emotiva historia de aventuras. Veremos si logran ganarles la pelea a Hollywood y sus reglas de taquilla, y sobre todo a una ausencia demasiado larga. A diferencia de lo que dice el tango, en este caso veinte años puede ser mucho.
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