El regreso de Juanito y Ramona
Por primera vez se verán juntas en Buenos Aires todas las obras que retratan a las emblemáticas criaturas. El conjunto confirma a Berni como un narrador visual único, capaz de aunar la tradición figurativa de la pintura con la radicalidad de las vanguardias modernas
Cuenta la leyenda que, a principios de los años 70, a las puertas de una muestra que había convocado un gentío de proporciones por el regreso de Antonio Berni, un agente de policía que cumplía tareas de rutina en el lugar se acercó al ya considerado "maestro" y le preguntó, palabras más palabras menos, por una de sus criaturas.
–Maestro, cuando Juanito cumpla los dieciocho avise… ¡A ver si lo salvamos de la colimba!
Sabemos after Freud que en el chiste viajan verdades subrepticias, mensajes en una botella. Y en esta humorada de siesta todo lo que parece candor e ingenuidad puede mutar en una reflexión bastante profunda sobre lo que hizo Berni con sus personajes Juanito Laguna y Ramona Montiel, agonistas de una saga única en el arte argentino y el de América Latina.
Volvamos un segundo al diálogo entre el maestro rosarino y el policía. ¿Juanito cumple años? ¿Salvarlo de la colimba? El agente efectivamente lee a Juanito Laguna en el plano de la realidad. Un niño, un pibe, que llevaba por lo menos diez años en la vida pública argentina (los pintores tenían una presencia hoy inimaginable en los medios masivos) y que, inevitablemente, se las vería con el sorteo del Servicio Militar Obligatorio al promediar los 18. El agente no se equivoca tanto y acaso su comentario merezca una nota al pie en la historia de la crítica argentina. Juanito, obvio, no es real. Pero los cuadros que están tras las puertas de la galería están tan abarrotados de realidad en la materialidad de las obras que el límite entre el espacio artístico y la vida en la calle es difuso. Berni, más bien, hizo con su insistencia por expandir el collage (¿la teórica alemana Rosalind Krauss hubiera hablado del "campo de la pintura expandida" con él?) que ese límite estuviera en cuestión en cada una de las obras que componen esa especie de vía crucis argentino que son los collages, objetos, grabados, xilocollages y pinturas expandidas (gracias fräulein Krauss) de ambas series.
Si en 1962 fue la Bienal de Venecia la que impulsó las indagaciones de Berni al darle el Gran Premio de Grabado por su serie de Juanito Laguna, y luego sería París, con el crítico-activista Pierre Restany al comando, el lugar donde los grabados de la cocotte Ramona Montiel se estrenaron, ahora toca que el Museo de Bellas Artes de Houston, en coproducción con el Malba, haya encarado la necesaria tarea de poner todo junto, todo lo que se pueda, de este cuerpo de trabajo hercúleo en una muestra.
La especificidad argentina de Berni ha conspirado contra su proyección internacional. Cuando no se lo confundió con parte del pack del nuevo realismo francés, se lo consideró en relación con México como un sub-Rivera.
Houston es plataforma de lanzamiento. Quienes han podido asomarse a esta muestra saben que no hubo nunca semejante despliegue de Juanitos y Ramonas. En parte porque las obras se han visto en muestras temáticas o antológicas, pero también porque los personajes fueron extrañamente separados al nacer. Y casi nunca fueron puestos como lo que son: protagonistas, avatares de una de las mayores transformaciones estéticas que la Argentina presentó en la segunda mitad del siglo XX.
Se vieron Juanitos y Ramonas de distinta técnica y tamaño en las retrospectivas de Bellas Artes ( M. Nanni, 1984 – Glusberg, 1997); en la celebración de los 40 años del premio de la Bienal de Venecia (montaje original de Gyula Kosice) en el Centro Cultural Recoleta y en las últimas dos grandes muestras del maestro: 2005 en el Malba (Adriana Lauría) y 2010 en Bellas Artes (Roberto Amigo). En 2006, el Museo de Bellas Artes de Neuquén aportó la novedad de una Ramona cantante que se había quedado anclada en París desde los años 70 (las piruetas del mercado la llevaron de vuelta a Europa en 2013). Lo más parecido a la muestra impulsada por Houston fue Historia de dos personajes, un esfuerzo del Mamba (en la era Buccelatto) que se vio en Madrid con patrocinio de Telefónica y que reunió grabados del museo y de colecciones privadas.
Antonio Berni: Juanito y Ramona –ya el título parece nivelar autor y obra–, muestra curada por Mari Carmen Ramírez y Marcelo Pacheco, trae como novedad su ambición exhaustiva. Es como si se hubieran salido a rastrear Juanitos y Ramonas con un ánimo detectivesco. Aquella frase de la canción de Mercedes Sosa "que se vengan los chicos de todas partes" podría traspolarse aquí como "que se vengan los Juanitos del mundo entero". Revisar la procedencia de las obras menos vistas de esta muestra, aún por un connoisseur de Berni, es también entender el derrotero de estos personajes.
Que se hayan sumado obras de Francia y Bélgica, sobre todo, habilita una cartografía de producción, visibilidad y consumo del Berni post pop de fines de los años 60 y principios de los 70. Al espaldarazo que la intelligentzia parisina enraizada en el cisma de 1968 le dio a una obra que saciaba la sed de crítica social que los franceses querían para su propia versión del arte pop, le siguió el acompañamiento de los coleccionistas. El belga M. L. Didivier fue uno de los más entusiastas y se quedó con obras que Berni producía directamente en el taller del pasaje Cité Prost (el que empezó compartiendo con Julio Le Parc) para la colección que terminó abasteciendo a los museos de Ostende y Mons, ciudad fronteriza con Francia y sede del cuartel general de la OTAN. Resulta toda una sorpresa la aparición de una Ramona bebé (1962) que es posterior a La boda o El casamiento de Ramona, lo que demuestra que la saga no debe pensarse en forma cronológica y lineal. La saga empieza y termina en cada obra. Y vuelve a empezar.
Otro entusiasta berniano fue Alain Bourbonnais, un marchand bohemio que tomó a su cargo la edificación de un panteón excéntrico para el legado del art-brut de Jean Dubuffet después de verlo en televisión reclamar al Estado francés por la custodia de su obra. Bourbonnais creó en las afueras de París La Fabuloserie, un museo de art- brut ciertamente esperpéntico. Hasta comienzos del tercer milenio, muchas obras de Berni –como El carnaval de Juanito Laguna (una de las pocas donde aparecen los dos personajes)– colgaban en las paredes de la casa su viuda, Caroline, junto con los originales de Bourbonnais, esmeradas pero insustanciales copias del estilo estridente del rosarino.
En esta muestra se volverá a ver en público un Juanito excepcional como Juanito Laguna va a la ciudad (1963). Guardada con celo en la colección Helft de San Telmo durante años, la obra fue adquirida por el museo de Houston y se exhibirá en el Malba. Una fotografía que el ayudante de Berni Alejandro Marcos guardaba en su atelier de París muestra el esplendor monumental de Juanito Laguna va a la ciudad.La foto fue hecha por un tercero en el jardín del petit hôtel que el rosarino habitaba en Almagro. De un lado está Berni, con su aspecto de burócrata de principios de los años 60; del otro, el joven Marcos, cuya impronta es más la de un técnico mecánico que la de un artista plástico. Se lo ve agotado por el esfuerzo, sucio. Los dos sostienen una obra de cuatro metros cuadrados de superficie y doscientos kilos de peso. Si nos atuviéramos a los géneros del retrato, se diría que esa fotografía no es la de dos artistas sino la de dos cazadores o pescadores blandiendo su trofeo: un enorme tiburón tigre.
La foto resume toda la aventura que hay por detrás de muchas de las obras de la(s) saga(s). Como en el género fotográfico de la caza y la pesca, aquí los artistas posan por haber conquistado, domado, el material. Como en Pampa tormentosa, hay aquí un cielo hecho con chapas quemadas de un incendio entonces recién apagado que Berni se afanó en rescatar (con la urgencia de la idea).
Juanito Laguna va a la ciudad expone la cuestión de la realidad y la ficción en Berni, un narrador en imágenes capaz de aunar la tradición figurativa de la pintura con la radicalidad de las vanguardias modernas. Juanito es la ficción de una realidad indisimulable o la realidad de una vida de ficción, cuyo límite eran entonces los extramuros. Juanito, este Juanito, está rodeado de realidad: el morral, los harapos, la ciudad hecha de rezagos industriales. Todo es materia propia de la vida. Sin embargo, al hacerlo obra, al componerlo en un sistema plástico-ideológico, el maestro rosarino aplica una estrategia de save as: lo salva, lo pone a salvo, lo rescata.
A Ramona le tocaría crecer en textura a partir del mercado de pulgas de Clignancourt, donde Berni compraba piezas del naufragio de la mercería de la Belle Époque. Así la hizo, como le explicó en una carta a Rafael Squirru, mezcla de "Milonguita" y Marilyn Monroe. En esa materialidad parisina y la reverberancia de la costurerita que dio el mal paso, Berni hizo más que una bailarina de alquiler: expuso la psique de una Buenos Aires espejada inútilmente en París.
Por eso, la anécdota del principio esconde más de lo que dice. Si Berni logró que un agente de policía intercediera por Juanito Laguna como si realmente existiera, quiere decir que todas aquellas cuestiones del arte disolviéndose en la vida, todo ese programa de la vanguardia de los años 20 y la neovanguardia de los 60 tuvo en su obra una expresión distinta, acaso argentina. Haber conseguido vehiculizar el arte popular (de la tradición de la figuración cristiana al imaginario del tango), folklórico, en dos series que explotan (literalmente) de materia y modernidad y que siguen señalando problemas endémicos de la vida social.
2014: Buenos Aires, Argentina, América Latina producen Juanitos y Ramonas a repetición. Berni salvó todos los que pudo. Ya son historia viva del arte occidental.
Ramona levanta pesas
La primera camada de Ramonas se exhibió en mayo de 1963 en la Galerie du Passeur. Un visionario Berni la imaginó ya instalada en el mundo del fitness. "Nacida en París, esta chica de Montmartre y el Boulevard Sebastopol vuelve a nosotros y debería ser recibida como una hija pródiga", escribió en el catálogo el crítico comunista Michel Ragon, uno de los fervorosos impulsores de Berni en Francia.
Juanito dormido
En la segunda mitad de los años 70, los Juanitos se vuelven más asequibles si se los compara con las criaturas informes de la primera serie. El personaje es captado en el sueño y es imposible no hacer sinestesia con la "Plegaria de un niño dormido" de Spinetta. La barrera entre la ficción y la realidad se presenta con alpargatas, una historieta y hasta un avión de juguete. Bello y durmiente.
Ramona en la calle
Con Ramona, Berni lleva el gofrado (grabado con relieve) al paroxismo del volumen. Son los años de esa Ramona picassiana, angular, compuesta como un Frankenstein coqueto de molduras de ebanista y materialidad femenina (los manteles de hule). La calle entra al cuadro con anuncios publicitarios, monedas y hasta la imagen de un televisor. El espacio mental de Ramona suspendido en estado de collage.
Juanito going to the factory
El nombre es así, en inglés. De la muestra que Berni preparó a pedido de Alfredo Bonino en Nueva York en 1977, ésta es posiblemente la obra más lograda. El camino que lleva a un Juanito –¿esculpido?, ¿pintado? con visible ternura– hacia la factory (no la de Warhol) está hecho de los desechos del futuro supermercado argentino del uno a uno. Pura arqueología pop bajo un cielo de herrumbre y óxido. El Berni más sublime.
TRAS LOS PASOS DEL MAESTRO ROSARINO
1961
Primera exposición sobre Juanito Laguna en la galería Witcomb, auspiciada por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
1962
XXXI Bienal de Venecia: recibe el Premio de Grabado y Dibujo, y una mención especial al conjunto.
1963
En París, primera muestra sobre Ramona: Antonio Berni et les aventures de Ramona Montiel, en Galerie du Passeur. En Buenos Aires, gran exposición individual en el Museo de Arte Moderno.
1964
Participó de la exposición Mythologies quotidiennes en el Musée d’Art Moderne de la Ville de París, organizada por Gérald Gassiot-Talabot, que marcó el comienzo de la "Figuración narrativa".
1965
Gran retrospectiva en el Instituto Di Tella con 150 obras; presentó sus "xilocollages-relieves" y sus "construcciones polimatéricas". Monstruos itineró a Córdoba y Santa Fe y a Estados Unidos, México y Brasil.
1967
En la Semana de Arte Avanzado en la Argentina presentó el "espectáculo de estructuras" Ramona en la caverna, en Rubbers.
1969 a 1974
Participó de varias exposiciones de arte de sistemas del Centro de Arte y Comunicación (CAyC).
1977-78
Viajó a Nueva York, interesado en "la gran urbe", y se instaló en el mítico hotel Chelsea. Mostró luego sus últimas obras en la Galería Bonino de Nueva York: The Magic of Everyday Life.
Post mortem
1984, 1997 y 2010: retrospectivas en MNBA.
1999: obras gráficas en Mamba.
2003 y 2005:muestras en el Malba.
2013-14: Antonio Berni: Juanito y Ramona se presentó en Houston y Phoenix, Estados Unidos.
Ficha
Antonio Berni: Juanito y Ramona en Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), desde el jueves próximo a las 19 hasta el 23 de febrero. El jueves 30, a las 17.30, habrá una conferencia en el auditorio del museo sobre la exposición. Curadores: Mari Carmen Ramírez y Marcelo E. Pacheco