El Recoleta, un ícono de la cultura, reabre y sale en busca del público perdido
El espacio, auténtico emblema de los años ochenta, volverá a poder visitarse desde mañana con fachada intervenida y un perfil nuevo con guiños a los millennials
"Hay un nuevo Recoleta", dice el comunicado del gobierno porteño. Y es cierto: en la vereda de Junín 1930, lo único que se mantiene inalterable es el puesto de la tarotista que tira las cartas al paso con la promesa de predecir el futuro. La fachada del histórico edificio del Centro Cultural Recoleta -diseñado por Clorindo Testa, Jacques Bedel y Luis Benedit- llama la atención de los turistas que no paran de sacarse fotos a pleno rayo de sol. A los que lo conocen de otras épocas les sorprende que el viejo tono rosado, que lo caracterizó desde que fue inaugurado en 1980, ya no esté más. Ahora, la fachada está pintada con colores estridentes (amarillo, violeta, verde, fucsia), que son parte de la intervención del artista Yaia dedicada al amor y la diversidad. .
Después de 420 días de obra y con un costo estimado en 114 millones de pesos, la puesta en valor de los tres edificios históricos que conforman el centro cultural se realizó en dos etapas. La primera, entre noviembre de 2017 y abril de 2018, se centró en las salas Cronopios y J y C, y la capilla del antiguo convento de 1700 convertida en auditorio. Desde mañana, en Cronopios, se exhibirá la muestra Viral mural, curada por Rodrigo Alonso, con manifestaciones de arte callejero de grafiteros como Elliot Tupac y Pum Pum. Algo que llamará la atención de chicos y grandes es un vagón de subte pintado con aerosol, al que se podrá ingresar para ver un video de Jorge Macchi.
La segunda etapa de la remodelación apuntó a recuperar espacios cerrados al público, como depósitos y oficinas, para ofrecer allí salas de trabajo, esparcimiento y relax con luz natural, aire acondicionado y buena señal de wifi. Los cuatro patios internos lucen ahora más amigables para los visitantes: murales en las paredes, mobiliario de diseño, nuevas opciones gastronómicas, que acompañan la propuesta de contenido joven centrada en la cultura hip hop.
En el recorrido, con Luciana Blasco, subsecretaria de Políticas Culturales y Nuevas Audiencias, y un grupo de adolescentes del comité 13/17 como guías, se advierte la recuperación de metros cuadrados para el uso público y la ampliación de la oferta de espacios permanentes que están dedicados a los adolescentes: hay una sala de dibujo, coordinada por distintos colectivos de ilustradores; una zona de estudio y trabajo, con enchufes a disposición para cargar celulares y tablets (detalle fundamental); una sala de relax, con piso ondulado y recubierto por alfombras (para recostarse), y un espacio de encuentro juvenil, Clave 13/17, donde los adolescentes pueden jugar al metegol, tirarse a leer en un puf o sillón, o sacarse miles de selfies con los murales de Fernanda Calvo de fondo. Ese sector, ubicado en el primer piso, es la base de operaciones del comité 13/17, formado por diez voluntarios que fueron seleccionados en una convocatoria abierta. Coordinados por Luciano Cocciardi, intervienen con opiniones y sugerencias en la programación. Se reúnen domingo por medio para discutir ideas y proponer contenidos. Quienes quieran sumarse al comité 2019 pueden postularse hasta el 1° de febrero en la web del Recoleta. Los elegidos podrán ser curadores de la próxima edición del festival Claves, con música, poesía, artes visuales, danza y videojuegos.
El nuevo perfil soñado está claro. La duda, en todo caso, es si la oferta millennial responde a una demanda concreta de ese sector o si es un anhelo, una especie de "en busca del público perdido". Responde Blasco: "El sentido que tiene una organización cultural como el Recoleta es el de generar territorio donde personas diferentes se encuentren en condiciones de iguales. Este centro tiene una historia muy potente: aquí debutó la Organización Negra, con la Tirolesa. Nos pareció muy bien recuperar esa memoria y resignificarla leyendo el contexto contemporáneo. La franja etaria de 13 a 17 no estaba presente cuando empezamos a analizar el público. Eso ahora cambió. Que los jóvenes tengan un lugar de protagonismo y de toma de decisión es una manera de convocar a otros chicos y chicas: que crean en el proyecto y se acerquen al centro".
Para Enrique Avogadro, ministro de Cultura porteño, "el Recoleta siempre estuvo vinculado a la vanguardia, a los artistas emergentes, a la experimentación. Cuando yo era chico, el Recoleta y el Centro Cultural Rojas eran los lugares en los que tenías la oportunidad de ver lo que iba a pasar en el futuro porque estaban los artistas emergentes creando futuro en el presente. Hay un puente entre el Recoleta de siempre y el de ahora. Esta obra habilita nuevos espacios a esa exploración. Es, si se quiere, un homenaje a la historia del Recoleta que siempre estuvo conectado a la vanguardia artística".
Los anfitriones de 13/17 todavía no habían nacido cuando, en 1989, el Recoleta fue sede de la primera Bienal de Arte Joven, y Batato Barea y Alejandro Urdapilleta recitaban poemas de Alejandra Pizarnik y desconcertaban al público con la obra La fabricante de tortas.
La puesta en valor del archivo y centro de documentación permitirá a estudiantes e investigadores internarse en la historia del Recoleta, atravesada por el vértigo de la contracultura de los años 80 y el arte emergente de los 90.
Fotos: Alejandro Guyot
Edición fotográfica: Fernanda Corbani
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