El realismo mágico en las obras de Gabriel García Márquez
Diez elementos significativos del estilo literario que hizo célebre al autor de “Cien años de soledad”
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A siete años de la muerte de Gabriel García Márquez, que se cumple el próximo sábado, un grupo de lingüistas internacionales rinde homenaje al escritor colombiano ganador del Premio Nobel a través de una lista de aquellos elementos que lo identifican como el máximo exponente del realismo mágico, desde la lluvia de flores amarillas hasta el loro que hablaba francés y latín, que atravesaron sus diferentes obras.
Un equipo de la app Babbel elaboró una lista de diez elementos que revelan el realismo mágico en la obra de Gabo, uno de los escritores de la lengua española más significativos del siglo XX, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982.
García Márquez dejó un legado literario al mundo entero y sus novelas llegaron a ser vendidas mucho más que cualquier otro libro en español, empezando por Cien años de soledad, traducida a más de 40 idiomas.
A lo largo de sus 87 años, el escritor se convirtió en uno de los máximos exponentes del realismo mágico, una corriente literaria que alterna la realidad con acciones fantásticas, inspirado en la naturaleza propia de América Latina, de sus leyendas y mitos que circulaban desde la época de la colonia.
En su obra cumbre, Cien años de soledad, “caen del cielo minúsculas flores amarillas” cuando muere José Arcadio Buendía, la novela ambientada en Macondo donde además llega una “peste de insomnio” que llevó a la gente a dejar de preocuparse por la costumbre de dormir. Posteriormente con la “peste de amnesia” todos empezaron a olvidarse de las cosas, lo que llevó a José Arcadio a colocar letreros por toda su casa para recordar el nombre de los objetos.
También en esa obra, “un diluvio azota a Macondo durante cuatro años, once meses y dos días”.
En la novela Del amor y otros demonios, luego de cientos de años de la muerte de Sierva María se descubre que “su cabello nunca dejó de crecer”, y llega a alcanzar 22 metros y 11 centímetros de largo. También en esa obra, tras haber sido contagiada de rabia debido a la mordida de un perro callejero, “una de las esclavas creía que Sierva María, la hija del marqués, se estaba convirtiendo en un perro”.
Otra de las obras clave de Gabo, El amor en los tiempos del cólera, incluye al loro del doctor Juvenal Urbino, “un ave que hablaba francés, latín” e inclusive sabía algunas partes del Evangelio según San Mateo.
En otro clásico del autor, Crónica de una muerte anunciada, durante una misa espiritista en la que se buscaba esclarecer el misterioso desaparecimiento de los objetos de la casa en que iban a vivir Ángela Vicario y su esposo Bayardo San Ramón, la antigua dueña de la casa, Yolanda Xius y quien “ya había fallecido, confirmó de su puño y letra ser ella quien estaba intentando recuperar sus cachivaches”. Además, el viudo de Xius le contó al alcalde que había visto un pájaro fosforescente aleteando sobre su antigua casa y pensaba que era “el ánima de su esposa”.
En El otoño del patriarca, el dictador Zacarías llegó a conservar el poder durante más de cien años y fallece a una edad indefinida entre los 107 y los 232 años, demostrando una “excesiva longevidad”, mientras que en esa misma narración, el endeudamiento del país le obliga al dictador Zacarías durante los últimos años de su vida a “vender el mar” para saldar las deudas del Estado.
De Aracataca al mundo
Referente indiscutido del realismo mágico latinoamericano y maestro del periodismo, el escritor colombiano y Premio Nobel de literatura murió el 17 de abril de 2014, a los 87 años en Ciudad de México, donde residía.
García Márquez había nacido en la caribeña Aracataca, al pie de la sierra de Santa Marta, el 6 de marzo de 1927, adonde su madre Luisa Santiaga Márquez Iguará llegó sola desde el vecino poblado de Rioacha, pues su padre había jurado no volver jamás, aunque la familia terminó reuniéndose allí porque el deseo de ver al niño ganó al encono contra los suegros.
“Nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie más ni seré nadie más que uno de los 11 hijos del telegrafista de Aracataca”, dijo alguna vez Gabo, refiriéndose a su padre Gabriel Eligio García Martínez, homeópata de profesión, poeta y violinista clandestino que lo dejó al cuidado de sus abuelos con sólo cinco años, para montar junto a su madre una farmacia en Sucre.
Su infancia transcurrió bajo la tutela de los abuelos, Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán Cotes, quienes le mostraron el mundo donde lo fantástico irrumpía de manera cotidiana en aquellos pueblos perdidos, de vegetación exuberante y plagados de personajes que más tarde recobrarían vida en sus libros y marcarían su obra literaria.
A la hora de desmenuzar el genio literario de Gabo, el relato se detiene invariablemente en 1967 para dar paso a la historia de Cien años de soledad, la obra que transformó su vida y la de toda una generación que creyó ver en ella una radiografía caliente del destino y las miserias de una Latinoamérica devastada por las dictaduras militares.
Aquella novela, que fue traducida a 40 lenguas y de la que se vendieron más de 30 millones de ejemplares, fue la que consagró a Gabo y con la que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos, el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Columbia (Nueva York) y la Legión de Honor (Francia).
Con información de TELAM
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