El rastro argentino de un héroe accidental de la contracultura
En 1963, luego de una década de trabajar en diarios, Tom Wolfe fue enviado a Los Ángeles por la revista Esquire para cubrir una picada de autos. Hizo lo que hace cualquier periodista: fue, miró, habló con los involucrados y volvió a casa dispuesto a escribir. Cuando se sentó frente a la máquina, no le salía una palabra. Era, como lo sería siempre, un outsider de la cultura que pretendía retratar, y no tenía la menor idea de qué era relevante y qué no. Se lo dijo al jefe de redacción, Byron Dobell, y Dobell le respondió que el viaje les había salido demasiado caro, que tenían unas fotos buenísimas, que mandara sus notas y algún especialista de autos les daría forma. "Me pasé la noche entera dejando fluir mis impresiones -me contó Wolfe hace diez años, en una entrevista-. Era un mamotreto de cuarenta y pico de páginas en primera persona, lleno de interjecciones e hipérboles. A las 6 de la mañana le mandé la carta y unas horas después Dobell me llamó y me dijo que iba a publicar los apuntes así como se los había mandado, solo que suprimiría el ?querido Byron' del comienzo".
Publicada con el título intraducible de The Kandy-Kolored Tangerine-Flake Streamline Baby, la crónica fundó todo un estilo periodístico, conectado con el flujo de conciencia, las aliteraciones y la inmersión en la experiencia, una escritura performática que no resignaba los procedimientos clásicos de la investigación. Wolfe le atribuía la invención del Nuevo Periodismo a Terry Southern, que en 1962 había firmado un relato satírico sobre la vida en la Universidad de Mississippi, pero el mundo señaló a Wolfe como el patriarca .
En la Argentina, un país con una larga tradición de periodismo narrativo, la contracultura absorbió a Wolfe como parte del combo beat. Su libroThe Electric Kool-Aid Acid Test (editado por Anagrama como Ponche de ácido lisérgico), que narra el viaje psicodélico de Ken Kesey y los Merry Pranksters por Estados Unidos, puede leerse como el anverso salvaje del legendario artículo de Joan Didion sobre la generación hippie. El periodista y poeta Pipo Lernoud leyó el clásico de Wolfe en inglés, en las playas de Ibiza, poco después de su publicación, en 1968. "Es el mejor libro de rock que existe", dice Lernoud ahora, resaltando la capacidad del norteamericano para la descripción sensorial derivada del trabajo de campo exhaustivo. La influencia de Wolfe y de esa generación de autores (en la que flameaba Hunter S. Thompson) se ve nítida en la revista que lideró Pipo en dictadura: Expreso Imaginario. Roberto Pettinato, director del último período de la publicación, llevó su fanatismo por Wolfe -le copiaba hasta la manera de vestir- al límite entre el tributo y el plagio. Para muestra basta la edición de noviembre de 1982: Claudio Kleiman entrevista a Charly García y Pettinato pone en portada un título 100% wolfeano: "Capitán Sensible & Sus Bombas de Nylon". Entre el sinsentido y la resonancia explosiva, la influencia del hombre del traje blanco estaba en todas partes.
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