El público siempre tiene la razón
Sobre la experiencia que cualquiera vive en una sala de teatro y lo que pasa más tarde con la huella que eso deja
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La primera toma de la cámara es siempre la misma: una vista frontal de la platea que se va llenando con el ingreso de la gente. Llegan solos o de a dos, con la mirada clavada en el programa de mano, sacándose el abrigo despreocupadamente mientras buscan su butaca y confirman la ubicación. Hasta el instante previo a que comience la función, no hay mucho más, y entonces, ¡corten! Lo que sigue es lo que importa, la historia de una obra de teatro que nunca se ve, contada a través de la mirada de cada una de esas personas; es decir, cómo en un momento imprevisto de la rutina cotidiana, al día siguiente, aflora lo que vieron anoche. El público, The Audience, Le Public, las tres películas que Mariano Pensotti rodó en Buenos Aires, Atenas y Bruselas respectivamente, son de algún modo versiones de una misma relación: la de un grupo de espectadores y la ciudad en la que viven. Pero lo más interesante es esa pregunta silenciosa sobre la experiencia que vive cualquiera en una sala y lo que pasa más tarde con la huella que eso deja.
Por tomar el caso más próximo a nosotros, los once cortos que se encadenan en la versión porteña del film cuentan en pocos minutos el reencuentro de un padre y un hijo en la punta del Obelisco, la mudanza de una familia joven que descubre un secreto en la nueva casa, el sorpresivo pedido que recibe un repartidor en bicicleta o la curiosa forma de hacer el bien que elige un hombre en un día desafortunado. Los personajes atraviesan calles y avenidas reconocibles, pasan por la puerta del Cultural San Martín, se meten en una típica casa de música de la zona o en una de esas galerías comerciales con pequeños locales donde se alimentan realidades paralelas. Y en algún momento pronuncian una frase más o menos así: Ayer fui al teatro a ver una obra sobre un imitador de De la Rúa que en 2001… Por supuesto no todos siguen igual su relato, no todos ven, resaltan ni invocan la importancia de lo mismo. Si el imitador era bueno o malo, si hizo bien o mal en suplantar al presidente, si tenía la sensibilidad para reaccionar o no frente a la crisis.
Pensé por lo menos dos veces en las películas de Pensotti el último fin de semana. Si es muy probable que todos los espectadores coincidieran en señalar lo sobresaliente de la puesta de Nabucco, de Stefano Poda, en el Teatro Colón, con su blanco intenso hasta platearse y una cinta de Moebius gigante en el cielo infinito de “Va pensiero”, en mi caso no podría omitir en un comentario –por más breve que fuera– que esta versión de la ópera de Verdi no sería lo que es sin el magnífico cuerpo de baile (me niego a llamarlos “figurantes”, como si fueran poco importantes o decorativos) concebido a mitad de camino de una plaga de zombis.
La segunda vez, con más fuerza, imaginé qué pasaría al día siguiente con “el público” reunido en la platea del Galpón FACE para ver al Grupo Performático Sur en Standby, de Mariana Bellotto. Y después de imaginarlo, lo cotejé con algunos casos, en una consulta experimental. En medio de una conversación espontánea, ¿qué le dirían al otro que vieron anoche? El equivalente a la frase de De la Rúa es fácil de descifrar: Ayer fui al teatro a ver una obra sobre una decena de personas que están en una sala de espera… ¿qué esperan? ¿esperan todos lo mismo? ¿Es una obra sobre la pandemia porque usan barbijos? ¿o se trata del deseo contenido? ¿por qué están vestidos así y por qué ahora se desnudan? ¿qué mueve a ese grupo de jóvenes ajenos a la ternura? ¿la tecnología ya lo atraviesa todo? ¿en qué clase de limbo nos hemos metido?
Las diez funciones de Nabucco se agotaron con éxito. Todavía le quedan un par de sábados y domingos este mes al trabajo de danza contemporánea en Parque Patricios. Y hay otras dos proyecciones de las películas de Pensotti en el cine del Malba: hoy darán Le Public y el viernes 1° de julio, El Público. Como todo lo que vemos cuando se apaga la luz, la revelación está en lo que es capaz de encender después.
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