El público como obra de arte: “Minucode”, de Marta Minujín, con sala propia en el MoMA
El sábado se presentará en el Museo de Arte Moderno de Nueva York la videoinstalación realizada en 1968 y adquirida en 2019, inspirada en el comportamiento social y su relación con los medios
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“¿Qué rol prefiere: participante o líder?” Esa era una de las preguntas del cuestionario escrito a máquina que se publicó el 7 de mayo de 1968 en periódicos como The New York Times, The Wal Street Journal y The Village Voice. Se trataba de una convocatoria de la artista argentina Marta Minujín para participar de Minucode, videoinstalación basada en cuatro cócteles con personalidades del arte, la moda, la política y la economía, que sería comprada medio siglo después por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y desde el sábado próximo se exhibirá con sala propia en su sede de Manhattan, como parte del nuevo montaje de su colección.
“La obra era la gente. En este sentido, Minucode fue una obra social, y también una de las más objetivas y conceptuales de mi carrera. No tiene la locura de las otras de esos años”, dijo Minujín en una entrevista publicada días atrás por el MoMA con las curadoras Inés Katzenstein y Ana Janevski, responsables de esta nueva presentación. Contó allí que, influida por las ideas de Marshall McLuhan durante la época que vivió en Nueva York, rodeada de colegas como Roy Lichtenstein, Andy Warhol y George Segal, se focalizó en “el problema de las comunicaciones”.
“Desayunando English Muffins en NY como en los viejos tiempos!!!”, dice ahora, a los 78 años, a sus casi 200.000 seguidores de Instagram. “Es lo más rico que existe y aparte lo único que comía cuando no tenía un centavo”, relata mientras comparte su día a día con filmaciones realizadas con el celular como si protagonizara un Reality Show. Inspirada en la idea de que “el medio es el mensaje”, según ella el futuro del arte es “público y masivo, y a través de las redes sociales”.
“Estoy muy contenta porque el MoMA en los ‘60 era como mi casa. Iba todos los días a encontrarme con amigos, y en 1973 llegué a tener las llaves del museo para hacer la obra Kidnappening”, recordó Minujín en diálogo con LA NACION, desde Nueva York. Agregó que en 1968 vio a Robert “Bobby” Kennedy cruzar la calle y lo persiguió hasta lograr hablar con su abogado, a quien invitó al cóctel. “Quería captar políticos totalmente obsesionados, que en ese momento eran como estrellas de cine -explicó-, y que se olvidaran de que estaban siendo filmados”.
Pionera de esta era en la que cualquiera puede acceder a los 15 minutos de fama pronosticados por Warhol, la obra adquirida por el MoMA se iniciaba con la siguiente consigna: “Por favor indique si está involucrado en alguna de las siguientes actividades u ocupaciones: Política/Negocios/Moda/Arte”. Una vez respondido el cuestionario publicado en el diario había que enviarlo al Centro de Relaciones Interamericanas de Nueva York (hoy Americas Society), donde se realizaría esta ambientación “orientada al estudio de los comportamientos humanos y sus reacciones frente a los procesos de mediatización”.
Entre las más de mil respuestas recibidas, se realizó por computadora una selección de “los mayores fanáticos de cada grupo de profesionales”. Y a fines de mayo de 1968, mientras los estudiantes revolucionaban París, se sucedieron en días consecutivos cuatro cócteles “temáticos”: en cada uno participaron ochenta personas dedicadas a la misma especialidad, que se cruzaron con Minujín como una invitada más mientras eran filmadas por seis cámaras. A quienes habían elegido ser líderes –ocho de cada grupo- se les encargó crear en colaboración con el artista Tony Martin otra ambientación en una sala contigua con música, luces y diapositivas, que se conoció como Slide Show.
“Siempre había tres mozos que circulaban con botellas de champagne -señaló Minujín a LA NACION-. Quería observar cómo cada grupo se movía y se vestía distinto. La ropa que se ponía cada grupo le ponía color a la película; los políticos, por ejemplo, se vestían todos de negro. Yo me vestí todos los días diferente y para el de arte, con un vestido de leopardo como si fuera una portorriqueña de la calle 14″.
“Por un lado, es una obra clave que pone en relieve la importancia que lo social y lo sociológico tenían en esa década -dijo Katzenstein a LA NACION-. Por otro lado, es el sumun de la ‘desmaterialización’ de la obra de arte, en tanto la materialidad es reemplazada directamente por el ambiente social, por ‘el público’. Es quizás la obra más envolvente y conceptual de Marta”.
“En ese momento, los cócteles eran muy importantes como espacio social. Específicamente para este trabajo, la idea era reunir a los mayores fanáticos de cada uno de los grupos elegidos: por ejemplo, los políticos que no leían de otra cosa que política, los economistas que no sabían nada del mundo fuera de la economía, o fashionistas como Viva, Superstar y Veruschka, a quienes invitamos. Me interesaba mostrar mundos cerrados sobre sí mismos”, recordó por su parte Minujín en la entrevista para el MoMA, que compró Minucode en 2019 y la presentará el sábado junto con más de 350 obras de su colección que no estaban exhibidas.
“En el tercer cóctel, el de moda, vino mucha gente y llegaron todos mezclados –agregó la artista, también representada en prestigiosas colecciones como la de la Tate de Londres y la del Centro Pompidou, en París-. Esa noche fue increíble: había mucha gente muy interesante, y Charlotte Moorman vino y tocó el violonchelo desnuda, rodeada de la mirada de los participantes”.
El cuarto, dedicado al arte, según ella “explotó”. “En lugar de ochenta fueron unas 150 personas, porque todos ya se habían enterado de que había cóctel gratis”, señaló Minujín. Agregó que después las películas filmadas en 16mm fueron editadas y días después se inauguró la exposición, con las cuatro proyectadas consecutivamente sobre las paredes, de manera similar -ahora en versión digitalizada- a lo que se podrá ver en el MoMA durante los próximos dos años.
La obra, que volvería a exhibirse en Americas Society en 2010 por iniciativa de Gabriela Rangel, “marcó los sistemas superpuestos de los medios y su poder en los años 60″, según Mauro Herlitzka, galerista de Minujín. Las curadoras Katzenstein y Janevski observan que sus intervenciones en los medios de comunicación “cuestionan códigos sociales profundamente arraigados”; de ahí el título Minucode, acrónimo del apellido de la artista y la palabra “código”.
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