El presente, todo al mismo tiempo
La señora en la sala de espera del hospital, con la campera de abrigo en rosa cerrada hasta el cuello y la cartera sobre los muslos. Debe tener unos 70 años. Toma el celular, abre Instagram y comienza a mirar los videos que le muestra la aplicación. El volumen está altísimo. Se escuchan voces que dicen cosas como querés que tus plantas… para renovar tus ollas… Un joven que está sentado justo en la silla de al lado se levanta y se sienta dos filas atrás. Se queja con el gesto en la cara. Ella apoya el dedo índice sobre la pantalla y hace un movimiento hacia arriba. Pasan los videos, hablan mujeres, hablan hombres, suena música. A metros, sobre la pared gris, un cartel austero, algo delicado, dice: “Por favor mantenga el silencio”.
Un niño de 8 años en la casa de su tía. Acaba de terminar de comer una hamburguesa doble con papas fritas y jugo de naranjas, y dice que se aburre. No quiere ver televisión, no quiere jugar al dominó, quiere ver videos de música. Le gusta un cantante que se llama Trueno, le gusta un cantante que se llama Catriel. Su tía busca opciones en el celular y encuentra un video que dice Catriel y “El anillo del capitán Beto” y lo pone. Lo escuchan juntos. Es lindo. Después la tía le dice esta canción es de Luis Alberto Spinetta y pone el video de Luis Alberto Spinetta y a los pocos segundos el sobrino reacciona con la libertad de los que no tienen un gran pasado y lanza al aire un “sácalo, qué feo, no me gusta”.
Ellas, entre las dos, deben tener 153 años. Están sentadas en el momento de la sobremesa. Ya hablaron de tanto, de la chica sucia que atiende la panadería de la esquina, del maleducado de la ferretería. Ahora se quejan por los nombres que los padres eligen para sus hijos. Dan ejemplos. Patil, Oziel, Paris. Refunfuñan. A una se le completa el rostro con un rojo lánguido porque ya no está llena de vida. Muestra una especie de furia y recuerda que cuando fue madre esas cosas no pasaban porque no se permitían. A la otra le molesta la libertad o esta libertad, la actual. Y pregunta para que el resto de la sobremesa responda: ¿Patiel es mujer o varón? ¿Oziel es mujer o varón? ¿Paris es mujer o varón?
Lucas tiene 14 años, las piernas largas que son marca de su linaje, la dentadura alineada, el pelo más rubio de lo que debería y dice que su padre lo obliga a veces a mirar películas porque son “un clásico”, pero que él aguanta apenas unos minutos porque se aburre. Dice que El silencio de los inocentes no le gustó, que El padrino no le gustó, que Volver al futuro no le gustó, que La guerra de las galaxias tampoco tanto, que en Rocky no pasa nada, que E.T. es un bodrio.
El hombre es director teatral y está indignado. Se enojó porque en un canal de streaming, una plataforma que surgió hace pocos años y de la que nunca participó, un joven 50 años menor recordó una entrevista que dio hace tiempo y al hacerlo lo imitó. La voz, el ritmo, algo en las manos. Denunció que en ese canal de streaming se burlaron de él, que se rieron del problema que planteaba. Ellos dijeron que no, que solo hicieron un chiste, que fue una anécdota random, comentarios sin sentido, una idiotez, que igual disculpas pero que no, no fue grave. También que es impredecible lo que hacen, que puede gustar o puede no gustar. El director teatral se enojó más y dijo que ahora peor, que todo peor. Salió al aire en un programa, en otro programa, en uno más.
Este tiempo ya es tanto y todos somos tantos que a veces se cruzan cosas muy lejanas que no siempre se entienden. Alguien se enoja, alguien sufre, alguien reprocha, a alguien le duele o simplemente no le importa. A veces, algunos días más que otros, pareciera que estar todos juntos en un mismo presente es un problema. O peor. A veces pareciera que no entramos.
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