El porteño que cautiva a China y es uno de los sucesos del año
Mientras decenas de personas forman fila en las escalinatas del Malba y aguardan su turno para obtener una entrada e ingresar al museo, en pleno Palermo, otra muchedumbre se adentra con lentitud en la Academia Central de Bellas Artes de China, en Pekín, con similar propósito. De no ser por la diferencia horaria, podría estar ocurriendo al mismo tiempo, como en un juego de espejos montado a ambos extremos de la Tierra. Es que en ambos escenarios el público asistirá a una muestra antológica del mismo artista: Leandro Erlich, un porteño de 46 años que hace rato da que hablar al mundo del arte.
Creativo global, sus obras ya han viajado por el planeta. La célebre instalación de la piscina, donde ahora se fotografían los visitantes del Malba y también los chinos en Pekín, ha estado expuesta hace una década en el MoMA de Nueva York en la sección de Queens. Sus creaciones también se exhibieron en la Bienal de Venecia y en la de Estambul, y fascinaron por igual a Londres –donde montó su obra Dalston House, un enorme espejo suspendido a 45 ° (desde la horizontal) frente a la fachada de una casa victoriana, generando la ilusión a los visitantes de que subían o colgaban del edificio– como a Buenos Aires, donde hace unos años hizo desaparecer la punta del Obelisco.
Ahora ha llegado el tiempo de las antologías, que hoy copan por igual el Malba y la Academia de Bellas Artes de Pekín, donde su retrospectiva, The Confines of the Great Void (Los confines del gran vacío), es la mayor dedicada jamás a un artista extranjero.
En Buenos Aires su muestra ya es uno de los sucesos artísticos del año, uno de esos hitos que consagran aun más a un artista y cautivan definitivamente al público que, boca a boca, propaga su admiración y la certeza de que nadie debe quedarse afuera del fenómeno. Como con las obras teatrales de Piel de Lava, el año pasado, o la muestra de Yayoi Kusama, también en el Malba, en 2013.
No es de extrañar lo que genera. Su exhibición en el Mori Art Museum de Tokio, en 2017, recibió un récord de visitantes: la vieron más de 600.000 personas en cuatro meses. La fama lo precedía en Japón: en 2013 el Museo de Kanazawa había adquirido su pileta.
Mientras acompaña su éxito alrededor del mundo, Erlich tuvo tiempo para dialogar de su arte con LA NACION revista. Aquí habla con Celina Chatruc sobre su apelación a los sentidos y los efectos que detonan siempre el asombro en la experiencia inmersiva de su obra.
Hasta el 27 de octubre hay tiempo para disfrutarlo en Buenos Aires. Antes de que otra vez el mundo, cautivado, lo convoque en busca de más sorpresas e ilusiones.