El poeta de la vida ciudadana
HOMERO MANSI Y SU TIEMPO Por Horacio Salas-(Vergara)-334 páginas-($ 14)
Horacio Salas, ensayista e historiador de larga trayectoria en nuestra literatura, no ha querido olvidar en este libro nada acerca de Homero Manzi, ese poeta sin par que ya es un ícono dentro de un Buenos Aires entrañable, cada vez más borrado por las angustias del presente. Así, en esta biografía ha decidido recorrer muchos años de la realidad social y política argentina, pues bien ha comprendido que ese hombre, nacido en el entonces pequeño pueblo santiagueño de Añatuya, no fue sólo el renovador de los versos tangueros y el primero en aportar metáforas de linaje literario a la música ciudadana.
En efecto, tal como Salas nos recuerda, durante su breve existencia -falleció a los 44 años-, el autor de "Malena" actuó también en el periodismo, en la política, en el teatro, en el cine y en la radio. Desde muy joven, cuando era un estudiante de abogacía con más interés por los secretos de la noche porteña que por los libros de leyes, había comenzado a militar en el yrigoyenismo. Desde las multitudinarias barricadas, desde los escenarios encumbrados o a través de panfletos y de artículos periodísticos, apoyó la reforma universitaria, luchó para que los hombres y las mujeres se dignifiquen a través del trabajo y lucubró una Argentina libre y soberana. Amigo entrañable de Arturo Jauretche, concibió con él la creación de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), partido político que se embanderó con los postulados de Hipólito Yrigoyen y que, durante diez años, reunió los más puros ideales democráticos, lamentablemente frustrados por la realidad del país.
En las prolongadas bohemias donde daba rienda suelta a su faceta poética, Manzi conoció a Cátulo Castillo, a Enrique Santos Discépolo, a Aníbal Troilo y a tantos otros que intentaban reflejar, con sus letras y sus músicas, a un Buenos Aires que iba perdiendo sus características pueblerinas. Y Manzi comenzó con sus versos a ponerles su sello particular a barrios, esquinas y personajes finiseculares. Casi cien temas hablan de su necesidad de mantener la memoria sin flaquezas de una ciudad que se estaba transformando en olvido. Desde 1926, cuando estrenó "Viejo ciego", hasta sus últimos días, cuando escribió "Discepolín", homenaje a su amigo entrañable, su repertorio se convirtió en uno de los más importantes de la música popular, con picos imborrables como "Sur", "Fuimos" o "El último organito".
Pero, como decía su amigo Roberto Arlt, Manzi vivía a fuerza de inquietud y de "prepotencia de trabajo" y uno de los aciertos de esta biografía consiste en rescatar aspectos a menudo menos conocidos de su trayectoria, por ejemplo, su vinculación con el cine. Lejos de limitarse a actuar como crítico, el poeta fundó, con actores y técnicos de la época, la empresa Artistas Argentinos Asociados (para la cual escribió, entre otros, los guiones de La guerra gaucha , Su mejor alumno y Pampa bárbara ) y dirigió un par de películas. Esas actividades no le impidieron publicar varios libros de poemas, crear la Sociedad de Autores y Compositores de Música y acercarse al peronismo, en un vano intento de creer que la justicia social estaba en ese coronel que hablaba con su mismo lenguaje.
Adentrarse en las páginas de Homero Manzi y su tiempo es no sólo descubrir los pliegues más recónditos de su personaje central, sino espiar por el ojo de una gran cerradura a una Argentina inserta en una nostalgia melodiosa con clima de tango.