El pintor de la beat generation
Jackson Pollock, leyenda del arte norteamericano de posguerra, es un imán turístico en la helada Manhattan.
EL Museo de Arte Moderno de Nueva York presenta una retrospectiva de Jackson Pollock, uno de los artistas más destacados del siglo y una auténtica leyenda del arte norteamericano de la beat generation . La muestra, el mayor acontecimiento cultural del invierno en la Gran Manzana, está integrada por 126 telas, 69 trabajos sobre papel y tres esculturas. Además, se exhiben las famosas fotografías del artista pintando, tomadas por Hans Namuth, y una reconstrucción, en escala natural, del granero sin calefacción de Long Island, que el pintor utilizaba como atelier y refugio.
Pollock nació en 1912 en Cody, Wyoming. Estudió en la Manual Arts High School de Los Angeles (de donde fue expulsado por indisciplina) y prosiguió su formación en Nueva York con el pintor regionalista Thomas Benton. En los primeros tiempos pintó bajo la influencia de Picasso, Miró, Siqueiros y Hofmann. También contribuyó en su obra al conocimiento del psicoanálisis junguiano, en el que lo introdujo su analista.
Pintura de acción
En 1948, Pollock expuso por primera vez los drip paintings . Con estos cuadros, que realizó entre 1947 y 1951, "rompió el hielo", según las palabras de De Kooning. El experimento consistió en extender grandes telas en el piso y cubrir las superficies con el trazado de una maraña laberíntica de curvas y espirales. Usando pinceles, espátulas, palos y cuchillos, Pollock hacía gotear la pintura fluida (en este caso, esmalte sintético) directamente sobre los lienzos y, en algunas ocasiones, espesaba la materia con arena, polvo de vidrio u otros materiales. Con este procedimiento -que el crítico Harold Rosenberg bautizó action painting - convirtió el cuadro en un campo en el que se inscribieron todos los vestigios de su frenética acción corporal.
Para explicar su forma de pintar, Pollock decía que las nuevas necesidades exigían nuevas técnicas. Sostenía que los artistas modernos no podían hablar del aeroplano, de la bomba atómica y de la radio, valiéndose de las formas del Renacimiento o de alguna otra cultura del pasado. Cada era, afirmaba, tenía que descubrir su propia técnica.
La exposición de 1949 en la galería de Betty Parsons proporcionó a Jackson Pollock un triunfo decisivo. No mucho después, Clement Greenberg, uno de los críticos más influyentes de Nueva York, lo proclamó "el pintor contemporáneo más vigoroso de los Estados Unidos". La revista Life , por su parte, le dedicó un extenso artículo para ridiculizarlo.
Pero el efecto de esa publicación fue el contrario ya que, en realidad, colocó a Pollock entre las celebridades de la posguerra, convirtiéndolo así en la primera estrella del arte estadounidense. Después de la aparición del artículo de Life , se vendieron treinta y cinco cuadros del artista por un total de 13.870 dólares. La cifra, que hoy puede parecer exigua, era inusual para la época. La pintura francesa moderna, incluso la de algunos surrealistas prestigiosos como André Masson, se vendía habitualmente a 500 dólares. Además, en 1950, el MoMA adquirió Number 1 (1948), con lo que legitimó la estética de Pollock.
Vincent Price, el astro de las películas de terror, fue uno de sus primeros coleccionistas, y la señora de John D. Rockefeller compró una pequeña obra por consejo de Alfred Barr, director del MoMA. Desde entonces, los coleccionistas y los hombres de museo, que antes desairaban a los pintores norteamericanos, acudieron en tropel a sus inauguraciones.
Pero en coincidencia con su éxito, Pollock entró en la peor hora de su viaje a través de la oscuridad. Después de dos años de abstinencia, volvió a beber "como un pez". En realidad, Jack the Dripper (Jack el Goteador, juego de palabras a partir de Jack the Ripper , el destripador) ocultaba su carácter de hombre vacilante y amable tras una fachada de fanfarrón machista de bar. Lo ayudaba su tipo de personaje de Hemingway, amigo del peligro y conductor endemoniado de automóviles.
Después de la exposición en la galería de Parsons, las borracheras y la violencia fueron cada vez más incontrolables. Los grandes éxitos nunca fueron para él la consagración definitiva, como lo hubieran sido para cualquiera de sus colegas. Como decía su marchand , "Pollock estaba siempre en transición". Todo era sólo una invitación para el paso siguiente.
El 11 de agosto de 1956, luego de una noche sin dormir y bajo el efecto de la ginebra, Jack (como lo llamaban sus amigos) no pudo contener el Oldsmobile que corría velozmente haciendo eses por la ruta. La muerte marcó el fin de la agonía, pero la fama del héroe alienado (sólo superada por la de James Dean) creció rápidamente.
Arte y liberalismo
En la década del cuarenta los intelectuales no veían en la historia reciente más que un catálogo de fracasos y frustraciones: la Guerra Civil Española, Hitler, Mussolini, Stalin, la bomba atómica. Los artistas de posguerra ya no podían ser voceros de la revolución. Por eso se convirtieron en los guardianes de la democracia liberal. Pollock y sus amigos -Rothko, Gottlieb y Motherwell, entre otros- siguieron ese camino.
Dentro de un contexto semejante, en 1946, cuando Europa aún estaba sepultada bajo los escombros de la guerra, comenzó el boom del arte norteamericano. La pintura francesa desapareció de las galerías. El realismo social y el nacionalismo regionalista norteamericano fueron suplantados por el arte abstracto. Esta última vía acaparó el mercado neoyorquino. La vanguardia había ganado la batalla. Lo demostraban, por una parte, los éxitos de Pollock, De Kooning y Gorky en la Bienal de Venecia, y por otra, el aumento de las ventas del nuevo arte en la galería de Betty Parsons.
Algunos críticos tradicionales atacaron brutalmente las tendencias de avanzada. En sus columnas, no cesaban de hablar de la irresponsabilidad del arte, defendiendo a la pintura figurativa de tradición nacional. No faltaron los críticos que rechazaron la abstracción de Pollock argumentando que éste no sabía dibujar como Ingres. Otros comentaron que esa pintura la podía hacer mejor un gato o un perro.
Pero el arte moderno apareció como un baluarte contra el fascismo y contra el regionalismo chauvinista. El expresionismo abstracto, combativamente individualista, al margen de la izquierda política y de la derecha, armonizó con los valores liberales norteamericanos. En ese contexto, Pollock se convirtió en la mayor expresión de una estética que representó la diferencia entre la sociedad libre y la autoritaria. Pero las marañas de goteados y chorreaduras de sus cuadros no dejaron de decir, enfáticamente, que la libertad no era posible sin alienación y sin ansiedad.