El peligro de estar cuerda. “Estar loco es estar solo, pero hablo de una soledad descomunal”, advierte Rosa Montero
En el libro de su vida, la reconocida escritora española indaga en los laberintos de la psiquis humana en primera persona y apartada de la ficción; las manías de Agatha Christie, el pánico de Sigmund Freud, Marie Curie y su anorexia
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Tras la muerte de su madre encontró entre los papeles que atesoraba la anciana un informe médico firmado por un prestigioso pediatra. Rosa Montero (Madrid, 1951) comparte este documento mecanografiado en su nuevo libro El peligro de estar cuerda (Seix Barral). El doctor le diagnosticaba a la pequeña Rosa una enfermedad que produce depresiones, alucinaciones y ansiedad llamada tetania. “¿Cómo demonios pudo ver ese médico, que más que una eminencia debía ser adivino, que ese botón de carne que es una niña de dos años va a sufrir ataques de pánico, gestionar el estrés de manera calamitosa y hasta tener migrañas?”. La escritora y periodista acaba de publicar “el libro de mi vida”. En este viaje íntimo y audaz, construido con rigor científico y una vida entera de lecturas y estudios abocada al tema, recorre la mente de las personas que crean, artistas y pensadores, que además conviven con aquello que, de modo torpe, se llama locura.
Montero describe en este libro que tuvo tres crisis de pánico es su vida: a los 16, a los 21 y a los 29 años. “A partir de esta última crisis tuve la necesidad de saber qué me pasaba en la cabeza. Qué ocurre cuando tienes un trastorno mental. Era una necesidad casi de supervivencia. Lo he estado pensando, toda mi vida”, aseguró en una conferencia de prensa virtual para medios de Hispanoamérica, donde conversó sobre la locura, la soledad, la realidad y la ficción.
“De eso va precisamente este libro: de la relación entre la creatividad con cierta extravagancia”, explica Montero en el primer capítulo de su libro, un trabajo de difícil clasificación donde indaga en un territorio poco explorado en su extensa producción literaria, con excepción de La loca de la casa y La ridícula idea de no volver a verte: la autobiografía, sino pura, al menos una aproximación a los laberintos de la psiquis humana en primera persona y apartada de la ficción. “He emprendido una indagación detectivesca. Me siento como Sherlock Holmes buscando la respuesta a un misterio. Iba desmontando cabezas de artistas y leyendo libros de neurología, de psicología, de psiquiatría, biografías, me he incluso auto analizado, que es otra de las manera de intentar entender estas cabezas, pero no es un libro testimonial”, asegura y completa este idea con una metáfora: “Lo he hecho como un entomólogo que destripa un coleóptero. He sido mi propio escarabajo de estudio.”
Louis Althusser, con su atroz y peligroso desequilibrio, así como August Strindberg, quien también padeció trastornos psíquicos, y también las manías de Agatha Christie, la agorafobia de Nathaniel Hawthorne, Marie Curie y su anorexia, Sigmund Freud y su pánico a los trenes, y Doris Lessing [hay un apéndice con una entrevista que le hace Montero en 1997 en el diario El País] aparecen aquí, no a modo de inventario o de bestiario. Montero propone una mirada empática a conductas de la mente y de la imaginación que son incomprendidas, en muchos casos, por quienes las padecen y por los demás.
Uno de los personajes –por llamarlo de algún modo– de este viaje que propone Montero es una impostora que durante décadas ha firmado autógrafos como si fuera la propia Montero, e incluso ha coordinado presentaciones en festivales (a los que no ha asistido) y ha brindado y coqueteado con hombres, usurpando la identidad de la escritora. Estos son algunos de los momentos biográficos, su pluma honesta, jamás críptica, y, a su vez, vertiginosa de Montero, porque El peligro de estar cuerda se lee como una novela también. No es un ensayo estático, construido con solemnidad, sino que tiene intriga, humor y también, dolor.
Aún hay mucho estigma en torno a la salud mental y se ocultan estos problemas, porque, explica tras documentarse la autora, que “absolutamente todo el mundo va a sufrir un trastorno mental o bien alguien de tu entorno íntimo”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) brinda un dato un tanto conservador, según Montero, donde indica que al menos el 25% de la población mundial va a padecer estos problemas. “Estar loco es, sobre todo, estar solo. Pero estoy hablando de una soledad descomunal, de algo que no se parece en absoluto a lo que entendemos cuando decimos la palabra soledad”, escribe Montero. “Lo locura es una ruptura de la narración colectiva, una ruptura en la narración común. Es una soledad de un calibre tal que si no has estado allí no sabes lo que es. Es como si te salieras de la especie humana. Por eso no la puedes contar. Crees que has perdido la palabra. Si a esa soledad tremenda le añades el estigma que impone la sociedad, puedes perder a grandes personas, quizá al próximo Newton”.
Montero, periodista y columnista El País desde la creación de ese diario, es una mordaz observadora de nuestras costumbres, vicios y costumbres. “Por primera vez, con la pandemia se ha quitado la tapa que ocultaba todo esto. Se empezó a hablar claramente en todas partes de salud mental. Esto ha sido un adelanto tremendo con un precio muy alto, porque la pandemia ha empeorado mucho la salud mental. El vapor ha sido tan grande, que la tapa ha salido disparada. Pero creo que el avance ha sido enorme y es irreversible y nos va a cambiar la vida a todos”. Hay otros escenarios que destaca Montero, no con el mismo optimismo: “La multitarea nos está destrozando el cerebro”, asegura a partir de documentación científica y alerta sobre la pérdida de concentración que trae este modo de vida también contaminado por la velocidad de las comunicaciones.
Una de las hipótesis con las que Montero explica la ausencia de sus ataques de pánico desde hace cuatro décadas es el hecho de publicar. “Escribía y publicaba como periodista desde los 19, pero eso no es suficiente. Escribía, como la mayoría de los novelistas, desde niña, desde los 5 años, pero eso tampoco es suficiente. La fórmula salvadora es escribir ficción y publicarla y que te lo lea alguien, que te diga «Esto lo entiendo. Me siento como tú. Veo el mundo como tú. Me emocionan las cosas que te emocionan a ti»”, asegura la creadora de Bruna Husky, la protagonista de su saga de libros de ciencia ficción. “Que te publiquen y te lean te cose a la vida. Te trae al mundo. Así de simple. Te da la posibilidad de ser uno más en el mundo”, sintetiza y ejemplifica con el caso de Hawthorne (cuyo cuento “Wakefield” aparece en el libro de Montero, a causa de la particular conducta de su personaje), quien estuvo 12 años sin salir de su casa. ¿Cuál fue el detonante que logró que venciera aquel temor y regresara al mundo social? La publicación de su primer libro.
Montero recorre en estos capítulos preguntas que antes la atormentaron, luego la inquietaron, y que ahora son interrogantes con una solución: “Lo alucinante es que he respondido todas las preguntas que me planteé siempre. Después de toda mi vida devanando esa rueca misteriosa de mi cabeza, de repente he llegado a casi una epifanía, he llegado a unas respuestas que me son suficientes”, comparte con un entusiasmo que contagia. Y, así, vuelve a un concepto con el que había inaugurado la presentación: “Este es el libro de mi vida, porque si te planteas cómo se mezcla lo imaginario y lo concreto te estás planteando cuál es el sentido de la vida. Entonces, debes también preguntarte cómo puedes soportar el sinsentido de la muerte. El miedo de la muerte es uno de los grandes motores detrás de los trastornos mentales. He, de este modo, a través de esta búsqueda, desembocado en la reflexión sobre cómo podemos acostumbrarnos a morir, esa cosa tan imposible e inmanejable como es la conciencia de la inevitable muerte”.
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