El Padre Pío fue declarado santo en una ceremonia multitudinaria
Unas 300.000 personas colmaron el Vaticano y siguieron el rito durante casi tres horas
ROMA.- Tal como se esperaba, fue una multitud récord -300.000 personas venidas desde toda Italia y desde varios rincones del mundo- la que asistió ayer a la canonización de Padre Pío de Montalcina, el fraile capuchino famoso por sus estigmas, que se convirtió en el santo número 465 del largo pontificado de Karol Wojtyla.
En una jornada de calor agobiante, con una sensación térmica de 40 grados, nunca se vio tanta gente en el Vaticano y alrededores. La ciudad estuvo cerrada al tránsito y vallada para controlar los coloridos ríos de fieles que llegaron en trenes especiales y en 2000 ómnibus para venerar a la figura religiosa más popular de Italia.
Muchos peregrinos comenzaron a llegar a eso de las tres de la mañana y se vieron obligados a esperar unas seis horas para poder ingresar en la Plaza de San Pedro, donde, a partir de las seis de la mañana, comenzaron a ser ocupados 50.000 asientos, muchos de los cuales estaban reservados a enfermos e inválidos.
Pese al sol y al calor asfixiante, que provocó muchos malestares (casi 500 personas debieron ser atendidas), la ceremonia se desarrolló en un verdadero clima de fiesta, con estallidos de júbilo y aplausos cada vez que se nombraba al Padre Pío. Sobre todo cuando, mientras se leía su biografía, un locutor recordaba que el humilde fraile de Pietralcina, considerado un santo en vida, solía repetir: "Soy un pobre fraile que reza".
El rito de canonización comenzó a las diez en punto de la mañana, poco después de que el Papa llegó al altar caminando, apoyándose a su bastón. Veinticinco minutos más tarde, en medio de una multitud muy concentrada, Juan Pablo II leyó la fórmula con la que declaró santo al Padre Pío. Una persona a quien conoció personalmente en 1947, que siempre creyó santa y que, de alguna manera, siempre quiso "indemnizar" por todas las injusticias que sufrió en vida.
Muy cuestionado
El Padre Pío, que vivió la mayor parte de su vida en San Giovanni Rotondo, Apulia, donde fundó un hospital, fue duramente perseguido y maltratado por el mismo Vaticano. Visitadores del Santo Oficio que fueron enviados para investigar a este fraile tan idolatrado por la gente, pero muy cuestionado por las altas esferas, lo consideraban un "impostor" y descreían de los estigmas que le aparecieron el 20 de septiembre de 1918.
Apenas el Papa canonizó al sacerdote en el Vaticano, en San Giovanni Rotondo, donde había miles de personas congregadas, se lanzaron 12.237 globos como símbolo de los días que pasaron entre que el Padre Pío murió y fue declarado santo.
Calor agobiante
Más allá de la preocupación por el gran calor y por sus frágiles condiciones de salud, el Papa soportó bien la larga ceremonia. Aunque no distribuyó la comunión, celebró personalmente todo el rito de canonización de quien se considera uno de sus santos preferidos, leyó toda su homilía con voz clara y hasta entonó los cantos que hubo a lo largo de la ceremonia, que duró casi tres horas.
Durante la homilía, en la que invitó a seguir el ejemplo del humilde fraile capuchino, saliéndose del texto, Juan Pablo II incluso recordó que tuvo "el privilegio" de haber sido confesado por él. Una leyenda, nunca confirmada por el interesado, dice que el Padre Pío predijo entonces al joven sacerdote polaco que un día se convertiría en Papa.
En medio de la ovación de la gente, el Pontífice estableció que será el 23 de septiembre el día en que la Iglesia celebrará la fiesta de San Padre Pío, una fiesta solemne ya que el Papa decidió otorgarle el grado de "obligatoria". Para no defraudar a los cientos de miles de fieles, al término de la ceremonia el Papa salió a saludarlos y recorrió, a bordo de su jeep blanco, los corredores dejados abiertos en la atestadísima Plaza de San Pedro, plaza Pío XII y la vía de la Conciliazione.
Poco antes, cerca del mediodía, no faltó un momento de pánico: tal como ocurrió hace un mes en Azerbaiján, un hombre de repente logró sortear las vallas que delimitaban el altar papal, aunque en cuestión de segundos fue inmovilizado por la seguridad vaticana. "Sólo quería abrazar al Papa", explicó después el sujeto, al parecer un alemán de 44 años.
Para dar una idea de esta ceremonia récord, que se inscribirá en la historia como la más multitudinaria de este pontificado, aquí van algunas cifras: se entregaron a los fieles 900.000 botellitas de agua y se usaron diez autocisternas para paliar el calor a través de mangueras. Por supuesto, hubo 12 maxipantallas para seguir la fiesta de cerca.
Analizarán sus estigmas
ROMA.- Una comisión especial analizará nuevamente la documentación sobre los estigmas del Padre Pío, con el fin de que este fenómeno sea reconocido por el Vaticano como "sobrenatural". De ser así, será el primer sacerdote estigmatizado de la Iglesia Católica.
Los estigmas en las manos y pies se le aparecieron al sacerdote por primera vez en 1918, a los 31 años. Las marcas se mantuvieron durate toda la vida; de ellas manaba sangre continuamente sin que se infectasen. Desaparecieron instantáneamente el 22 de septiembre de 1968, cuando celebraba su última misa, un día antes de su muerte. El santo nació en mayo de 1887, en Pietralcina, y murió en San Giovanni Rotondo.