El otro “riesgo país”: el regreso de la intolerancia y el autoritarismo
Como todos los años, el jueves asistí a la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Debo haber tenido asistencia casi completa a lo largo de sus cuarenta y cinco ediciones: mis padres me llevaban de niño, fui luego como lector ávido de libros y a lo largo de veinte años como miembro de la industria editorial. Y en las últimas cuatro ediciones, como funcionario nacional, al frente del área de Cultura. Conozco esta Feria, conozco a su gente y sé del esfuerzo que ponen sus organizadores.
Siento la obligación, frente a mis antiguos colegas editores, libreros,, distribuidores, de rendir cuentas sobre lo que el gobierno al que represento viene haciendo por el libro, la lectura y la industria editorial. Puede ser mucho, puede ser insuficiente. Puede ser bueno para algunos y no tan bueno para otros. Pero creo que mi obligación era contarlo en ese ámbito. Al fin y al cabo es una parte importante de mi trabajo.
Por ejemplo, quería contar los resultados de la Encuesta de Consumos Culturales, que nos ofrece datos muy relevantes de alcance nacional sobre el consumo de libros. Quería contar que retomamos la saludable tradición de entregar los Premios Nacionales de Cultura y que entre los ganadores se contaron nombres tales como los de Juan José Sebreli, Daniel Guebel, Liliana Heker, Martín Rejtman y Claudia Piñeiro, entre otros. Quería decir que nuestra Biblioteca Nacional Mariano Moreno viene batiendo sus propios récords de visitantes año a año, que cuenta con un nuevo Centro de Literatura Infantil y Juvenil y que cuenta con acceso a más de 55000 obras para no videntes al tiempo que no cesa de recibir donaciones de archivos y bibliotecas personales de escritores e intelectuales de enorme relevancia como Alejandra Pizarnik, Elizabeth Jelín, José Emilio Burucúa, Uki Goñi, Eduardo Berti, Carlos Lohlé, Canela, Liborio Justo y muchos otros. Que continúa el procesamiento de la donación de los 17.000 volúmenes que componen la biblioteca de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, adquirida a través de donantes privados. Que se incorporó la biblioteca personal del ex presidente Raúl Alfonsín, de más de 3500 volúmenes. Que obtuvimos financiamiento por u$s 7 millones de FONPLATA para para la digitalización del catálogo, una de las tareas pendientes más ambiciosas que tenemos por delante.
Y tenía más cosas para contar: que la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares continúa su tarea de adquisición de libros en la Feria con la presencia de casi un millar de bibliotecarios. Cada Biblioteca Popular contará con $15000 para comprar libros para sus colecciones. Todo esto, mientras el Fondo Nacional de las Artes continúa con su concurso de Letras para obras inéditas con un primer premio de $100000 a la obra ganadora. Que el Teatro Cervantes continúa realizando Escena Editada, su feria del libro de dramaturgia, única en su tipo. Que los libros, autores y editores argentinos estuvieron presentes con toda su fuerza y diversidad en Bogotá, en Frankfurt y en San Pablo durante 2018 con el propósito de desarrollar nuevos mercados.
Y, sobre todo, que se terminó para siempre la utilización partidaria de las políticas culturales. Que no se elige más en la Argentina a los escritores para que participen de las delegaciones internacionales en función de sus simpatías políticas o ideológicas. Que la cultura ya no se usa como herramienta de propaganda de gobierno.
Quería contarles a los editores que hoy cuentan con la herramienta creada por el Ministerio de Producción y Trabajo, Exporta Simple, que permite la exportación fácil y económica de libros a través de couriers, ahora sin límite de peso, que no pagan retenciones. Porque estamos seguros que hay una enorme oportunidad para nuestros autores y editores en el mercado de nuestra lengua.
Y, por último, decirles que fue este año, durante esta gestión, que los editores van a poder recuperar el IVA de sus costos y poder imputarlo a otros impuestos. Acaso la medida más importante en beneficio del sector editorial de los últimos veinte años y que llega en un momento tan complejo para la actividad.
Pero todo esto no pudo ser escuchado. Porque mientras daba mi mensaje un pequeño grupo de militantes consideró que debía, que tenía derecho a hacer oir sus reclamos: por el aborto legal, por los bachilleratos populares, por los salarios docentes, para insultar, para desplegar sus pancartas, para impedir que otros escuchen al orador.
Hay otro riesgo país que nada tiene que ver con los bonos y las tasas de interés. Se trata del riesgo del regreso del autoritarismo y la intolerancia. Frente a esto tenemos que estar juntos y alertas. Y no ceder ni un centímetro. No se trata de un gobierno, ni de un presidente. Se trata del pacto básico de nuestra convivencia. No podemos permitirnos vivir en una sociedad en la que no podamos escuchar al que piensa diferente. No debimos permitirlo antes. No debemos permitirlo ahora.
* El autor es Secretario de Gobierno de Cultura de la Nación